El capitalismo neoliberal es una gigantesca estafa mundial. Según el profesor James Crotty, la crisis es además la última fase del esfuerzo de décadas de la minoría rica (de la reducida, pero poderosa clase dominante) para destruir la modesta socialdemocracia y el capitalismo algo regulado y controlado que empezó en Estados Unidos en los años treinta y cuarenta y luego continuó en Europa. Hasta los ochenta, cuando personajes tan nefastos como Margaret Thatcher se sacaron de la manga la suprema falacia neoliberal: There is no alternative; no hay alternativa. Y empezó el saqueo o, más académicamente, la transferencia de rentas del trabajo al capital. Rebajas salvajes de impuestos a los ricos y muy ricos, eliminación de reglas y controles del capital, secreto y opacidad financieros como dogmas, desprotección de la clase trabajadora, privatización de lo estatal...
Pero no tienen bastante, porque, además, delinquen. Un pilar del poder financiero mundial, Deutsche Bank, es investigado por fraude fiscal y estafadora apropiación de impuestos. Compraban certificados de emisión de dióxido de carbono fuera de Alemania sin pagar IVA; los vendían en el país y cobraban ese impuesto, pero no lo transferían a la Hacienda alemana. Certificados que se vendían y compraban una y otra vez en Alemania, finalmente salían del país y se vendían de nuevo. Sin pagar impuestos. Un delito conocido como fraude carrusel del IVA.
¿Qué tiene que ver ese delito perpetrado por altos directivos financieros alemanes con la crisis y el ataque a los derechos de la ciudadanía? Todo, porque demuestra que nada los frena para ganar más. Mientras pretenden que se trata de gestionar bien la economía, de buena gerencia. Pero la codicia desatada que les lleva a delinquir muestra lo que en realidad busca la minoría rica.
Como explica Eric Calcagno, una de las trampas del neoliberalismo ha sido camuflar la política y las decisiones económicas como cuestión de gerencia, de gestión. ¿Cuántas veces no habremos oído o leído que la ciudadanía solo necesita una buena gestión del país? Incluso han inventado un estúpido neologismo, gobernanza, para sustituir gobierno y gobernar, y así alejarlo del territorio de la política. Según los neoliberales y sus siervos, solo se trata de administrar y administrar no es cuestionable.
Como si no hubiera diferentes proyectos de país; como si no existieran objetivos como mayor equidad, eliminar la pobreza o qué y cómo producir para respetar la Tierra. Pretenden que solo hay gestión, cifras macro-económicas, equilibrio fiscal, apertura comercial y poco más. Ya no hay ideas, proyectos ni ideología. ¿Cómo no ha de haberlos? ¿Gestión sin contenido? ¿Qué se gestiona? Les pasa como al burgués gentilhombre de Molière, quien en su inefable necedad ignoraba que hablaba en prosa. ¿Cómo no va a haber ideología si pensamos?
Y, como escribe Carlos Martínez de la organización ATTAC, “si no nos lanzamos a la lucha de las ideas, caeremos en un simple debate económico académico, de métodos, pero no iremos a la raíz del problema para resolverlo”. Pues ahora, urge en Europa (precisamente porque la Unión Europea se ha deconstruido como vía rápida para la mundialización neoliberal) una refundación ciudadana, como analiza Rafael Poch. Reconquistar lo que los dirigentes políticos europeos han entregado al poder financiero en los últimos treinta años. Combatir esa mundialización neoliberal con una desmundialización ciudadana que devuelva todo lo arrebatado a la política, a la ciudadanía, como propone Bernard Cassen.
¿Cómo? Con una gran alianza ciudadana, remacha Poch; un gran encuentro de trabajadores, empleados, subproletarios, emigrantes, desempleados, jóvenes sin futuro, jubilados estafados, artistas e intelectuales, más grupos religiosos y asociaciones cívicas para quienes la crisis y sus consecuencias son intolerables ética y moralmente.
La razón del empecinamiento suicida neoliberal que es la crisis se explica de modo diáfano en el filme Cayo Largo de John Huston. En un hotel de los cayos de Florida coinciden un soldado, que regresa de Europa tras la guerra mundial, y Johny Rocco, un gánster deportado que ha vuelto clandestinamente a Estados Unidos para un negocio sucio. El soldado pregunta “¿qué quiere Rocco?” Y responde él mismo: “Quiere más”. Rocco remacha: “Eso es, quiero más”. Y el soldado pregunta de nuevo: “¿Alguna vez Rocco tendrá bastante?” Y Rocco contesta: “Nunca, nunca tengo bastante”.
Es lo que pasa con el capitalismo neoliberal: nunca tiene bastante. Caiga quien caiga. Ha de haber desmundialización y refundación ciudadana, porque es necesaria. Y no seamos pesimistas. Como cuenta El Roto con sutil ingenio: “Oscurece, por lo tanto amanecerá”.