El reciente Rally Dakar celebrado en Argentina, Perú y Chile afianzó su migración a América Latina, luego de décadas de recorrido entre Europa y África, las injerencias imperiales en el norte africano aceleraron el cambio de ruta, ante el temor de un ataque de Al Qaeda. La empresa Amaury Sport Organisation siguiendo consejos del gobierno francés negoció con algunos gobiernos de la región el espacio del desierto de Atacama y la Cordillera de los Andes, una extensa ruta que en el 2013 arrancó desde Mar de la Plata hasta Lima, aunque no se compara con la exigencia de los desierto de Mauritania u otros del Sahara, la variedad paisajística de la Región ha albergado por 5 años la cita automovilística.
En declaraciones de inicio de año, el gobierno boliviano con la vocería del ministro de turismo informó sobre conversaciones con la empresa que organiza el evento para incluir a Bolivia en un próximo recorrido. Esta palabras fueron reforzadas a posterior por el propio Evo Mórales, que solicitaría ayuda parlamentaría para incluir al país en la justa del año 2014 en lo que él supone una forma de proyectar a Bolivia a todo el mundo.
Hace algún tiempo leía del eminente geógrafo Milton Santos, como el automóvil se convirtió en una extensión del hombre en la modernidad, un trabajo interesante sobre la geografía de los objetos que implica la importancia que adquirió el estudio de las carreteras y su impacto en la gestación de las ciudades latinoamericanas. Sin dudas el anuncio de Evo Morales es desconcertante, para quiénes han seguido su línea discursiva que lo ubica como un personaje emblemático en la defensa de la “Pacha Mama” y el imaginario indígena latinoamericano.
¿Alguien se imagina a Evo en las calle de la Paz al frente de un Ferrari?, por ética del discurso, la imagen y praxis construida por Morales es la de un hombre austero, indigenista y anti – capitalista. Es posible que quienes asesoran a Evo se han olvidado en leer ese artículo certero de Eduardo Galeano titulado la religión del automóvil, donde relata el carácter imitativo de nuestras ciudades con las norteamericanas basadas en el “dream american” de obtener una casa unifamiliar, un rifle y un automóvil en el césped. El culto al automóvil impide en las megas – encefálicas ciudades latinoamericanas el ocio creativo, de un trabajador que termina extenuado entre la jornada laboral y las distancias eternas del congestionamiento vial.
Es risible leer el compromiso ambiental de la empresa que organiza el Rally Dakar, financiando proyectos de bajo presupuesto en reforestación, obvian que este tipo de eventos constituyen una veneración al consumo irracional de combustible, con el sólo fin de demostrar superioridad tecnológica por los fabricantes capitalistas en el sector. Ya las protestas de algunos colectivos sociales, han puesto la piedra en el zapato de los organizadores, que denuncian la destrucción de monumentos arqueológicos, que bien pudieran significar una forma alternativa de turismo.
¿Turismo Responsable?, el Rally Dakar le impondrá a Bolivia un importe en la logística del evento, para que una empresa europea organice una cita donde los visitantes no incluyen la veneración de los lugares sagrados boliviano, ni el interés de conocer el equilibrio ecológico de las antiguas culturas que conforman la identidad andina. Para el Rally no hay diferencia entre un desierto u otro, el fin es comercial y la etiqueta de pseudo – deporte es la manera de hacerlo atractivo a la mentalidad desarrollista que supone ingresos por concepto de la industria turística.