“La comunidad internacional debe hacer más de lo que hace ahora para garantizar la seguridad energética del planeta”, decía el primer ministro de Malasia,Mohd Najib Tun Abdul Razak, en la III Cumbre Mundial sobre la Energía en el Futuro, celebrada en Abu Dhabi. Sus declaraciones aluden a dos aspectos esenciales: la seguridad medioambiental del planeta y la seguridad de las personas en cuanto a suministro energético.
La Asamblea General de la ONU declaró “Década de energía sostenible para todos” al período entre 2014 y 2024 con el propósito de garantizar el acceso a la energía sostenible como derecho humano universal. Los objetivos quedan aún lejos como muestran los 1.300 millones de personas que carecen de electricidad.
No sirve de nada que existan grandes sistemas de energía disponibles si millones de personas no pueden pagarlos. Esta realidad muestra la desigualdad en el acceso a la energía, recurso perteneciente a todos. Muchos problemas de las personas que viven en regiones empobrecidas se solucionarían si pudieran acceder a fuentes energéticas.
Mientras que en los países ricos se despilfarra gran cantidad de energía, en muchas zonas del planeta, aspectos básicos como la alimentación, la educación o la salud estarían cubiertas si la energía suficiente llegara a ellas. Serviría para refrigeración de vacunas, desinfección del agua, deshidratación de alimentos o fabricación de cocinas solares. De esta forma el hambre y la extrema pobreza se mitigarían de forma considerable.
Más del 84% de la población que no puede acceder a electricidad se encuentra en zonas rurales, según Greenpeace. Para poder aportar suministro a estas regiones lo más recomendable es recurrir a las energías renovables. Además de su ínfimo perjuicio al medioambiente, resulta la modalidad más económica. Si se pretendiera utilizar las redes eléctricas convencionales, se incurriría en altos costes, ya que la ampliación de red a algunos lugares recónditos precisa de grandes infraestructuras. Además la continua subida de precios de los combustibles fósiles no afectaría a estas poblaciones.
Cerca de 3000 millones de personas dependen de la biomasa y el carbón como principal fuente, con la consiguiente contaminación y con la utilización de alimentos escasos para producir energía. Los datos globales invitan a establecer como solución la apuesta por las energías renovables.
El mayor inconveniente de la promoción de estas energías es su necesaria elevada inversión inicial. Después de esta inversión resulta mucho más barata ya que no dependen de combustibles perecederos, pues fuentes como el aire o el sol son inagotables. Aparatos que se cargan gracias a las radiaciones solares están cambiando la vida a muchas personas en los países empobrecidos porque les permiten ahorros muy importantes.
El planeta no puede asumir la exagerada cantidad de energía consumida. Pero los países con economías emergentes cada vez crean más sistemas de fuentes energéticas renovables. Lejos de la reducción de su empleo, numerosos estudios indican que en el período 2004-2030 el consumo de energía aumentará un 57%. Los sectores del transporte, industrial y doméstico verán ampliadas sus actividades, con el consiguiente incremento de gasto energético.
A pesar de las aspiraciones de la ONU y de las previsiones referidas al cambio climático de muchos organismos internacionales, nada de esto parece importar a los dirigentes políticos. Greenpeace ha sacado a la luz un informe en el que se desvelan 14 proyectos de diversos gobiernos que provocarían una emisión de CO2 a la atmósfera equiparable a la que produce Estados Unidos, el principal contaminante del planeta, tan sólo en un año.
Mientras organismos globales como la ONU no tengan capacidad de decisión o, al menos, de presión efectiva sobre intereses económicos en distintos países, costará más tiempo revertir la situación insostenible que vive el planeta.
De momento, los ciudadanos tienen en su mano mejorar la tendencia que se avecina mediante el ahorro energético. Cambiar nuestra mentalidad para establecer unos nuevos hábitos de consumo está en cada uno y sería de gran ayuda. La reducción del consumo es clave para asegurar una biosfera sana y un futuro para la vida de todos en la Tierra.