Antes de ser voluntario, piensa en tus preferencias y en lo que te haga sentirte mejor de acuerdo con tus capacidades. Debes dirigirte a la organización que más te atraiga e informarte debidamente de sus actividades, de su normativa y de las condiciones concretas de su voluntariado.
Asegúrate de que comprendes lo que vas a hacer y reflexiona sobre el libre compromiso que adquieres en términos de tiempo y de energía. Asegúrate de que no vas a ser explotado y de que tu trabajo redunda en beneficio de los marginados o de la actividad propia de esa asociación. No permitas que te utilicen como mano de obra gratuita ocupando el puesto de un trabajador que lo necesita.
Recuerda que no todo el trabajo del voluntariado consiste en acudir al lado de los necesitados. Hay mucho trabajo que es preciso hacer en la retaguardia para que toda la asociación funcione como un auténtico organismo vivo.
De acuerdo con lo anterior, la edad, la situación económica, familiar o una posible discapacidad física no te excluye de una eficaz y necesaria colaboración.
Ten siempre presente que no es cierto eso de que “uno debe servir para todo”. Esa es la frase preferida por los superficiales e inconstantes. Recuerda que uno hace mejor aquello que más le gusta y para lo cual tiene habilidades. Esto no es obstáculo para no intentar hacer aquello que no nos gusta sencillamente porque lo desconocemos.
Si no estás dispuesto a seguir los necesarios cursos de formación, o crees que no dispones tiempo para ello, y quieres lanzarte de inmediato a la acción piensa si no deberías dirigirte a otro sitio en el que emplear tu tiempo adecuadamente.