“La corriente a favor de que la empresa como organización desempeña un papel clave en la sociedad no sólo restringido a la creación de riqueza y empleo es cada vez más aceptada”
La Responsabilidad Social Corporativa (RSC), que consiste en el comportamiento ético de las empresas con la sociedad y el medioambiente, puede convertirse en una estrategia de doble filo para las compañías que la utilizan. Se queda en puro marketing cuando las empresas adoptan medidas puntuales y toman decisiones esporádicas para mejorar su imagen.
“Aplicamos el principio de precaución en el trabajo con el medio ambiente y hemos adoptado un enfoque preventivo con la sustitución de productos químicos”. De esta manera resumía la compañía textil H&M su actividad en materia de RSC del año 2010 contra la utilización de sustancias contaminantes. Al mismo tiempo, un informe de Greenpeace alertaba de los vertidos tóxicos que algunas empresas internacionales realizaban en aguas chinas. Entre ellas H&M.
Esta contradicción resulta una práctica habitual, como demuestra el último informe del Observatorio de RSC sobre las empresas del IBEX35 durante el 2011. El estudio determina que un 97% de las compañías españolas con mayor liquidez y que cotizan en bolsa, están domiciliadas en paraísos fiscales. Además, un reducido 10% evalúa sus impactos ambientales y los riesgos de su actividad en esta materia. También, y en relación con este ámbito, tan sólo 3 corporaciones de las 35 que forman el índice español, proporciona datos de forma “cuantificada” y “valorada”. En común, mantienen una falta de transparencia y profundidad en el análisis de los impactos que sus actividades pueden provocar y que proporciona una visión parcial de los mismos. Entre ellas se encuentran firmas como Bankinter, Iberdrola, Gas Natural Fenosa, Sacyr Vallehermoso o Telefónica.
“La corriente a favor de que la empresa como organización desempeña un papel clave en la sociedad no sólo restringido a la creación de riqueza y empleo es cada vez más aceptada”, explica Marta González de la Cuesta, profesora de Economía en la Universidad Nacional de Educación a Distancia y especializada en RSC. Comenta además que quienes defienden esta corriente se basan en un argumento moral: “no es moral, afirman, que por abaratar costes se contraten o subcontraten servicios o productos elaborados por personas e incluso menores en condiciones casi de explotación. No es moral deforestar, malgastar los recursos naturales, contaminar y degradar la tierra y el entorno natural con fines puramente lucrativos”.
“La historia está llena de casos de esos, que utilizan la RS para 'lavar la imagen' de empresas que actúan mal. La idea de que se puede borrar una falta con una compensación posterior es una mala concepción de la virtud de la justicia”, escribe en su blog Antonio Argandoña, profesor de Economía y titular de la cátedra “la Caixa” de Responsabilidad Social de la Empresa y Gobierno Corporativo del IESE. El profesor destaca el caso del proyecto BCN World por el que se construirá en Cataluña un complejo de hoteles, tiendas y casinos. Como parte de la iniciativa se rebajará en estos últimos locales los impuestos sobre el juego y al mismo tiempo se creará un fondo para combatir la ludopatía. Argandoña afirma que para evitar la mala imagen que produce fomentar este tipo de entretenimiento se recurre a la RSC y se incurre en una contradicción.
En este sentido el Pacto Mundial de Naciones Unidas recoge hasta 10 principios que las empresas deberían adoptar y que abogan por la defensa y el respeto de los derechos humanos, las normas laborales, el medio ambiente y las políticas contra la corrupción. También hacen hincapié en el hecho de que las compañías son responsables de los impactos indirectos de su actividad; desentenderse de ellos cuando afectan a terceros o repercuten en otros países, se aleja del comportamiento ético y se convierte en una mala práctica. Por esta razón, los expertos coinciden en que es necesario que la responsabilidad esté presente en todos y cada uno de los peldaños de la actividad empresarial.