En época de crisis, pero siempre, los buenos gobernantes tienen que mirar la economía, con el buen criterio de ama de casa de familia numerosa. Es decir, no gastar por gastar, ni por presunción, ni por fastidiar a nadie.
Los gastos de un Gobierno son enormes y la dilapidación (no escribo lo que muchos pensarán)es la norma de los malos gobernantes.
Si nos circunscribimos a la Enseñanza, su gasto, sus logros – éxitos o fracasos-habremos de poner pié en pared o palparnos la ropa, para ver en qué gastamos y como lo gastamos. ¿Qué cuesta un puesto de un escolarizado? Si el costo es X, ¿hay quien me proponga quitarme parcialmente, al menos, esa carga económica? Aunque esta enseñanza sea privada, ¿tengo algún inconveniente en que esta enseñanza concierte la cantidad con que ayuda a sufragar el gasto de la enseñanza? Tantos inconvenientes, ¿no será por la “ojeriza” al ser casi siempre esta enseñanza dirigida por la Iglesia o sus Instituciones? Incomprensible en gentes que se deben considerar expertos en economía.
Si además se garantiza mayor éxito…incomprensible, dado que la enseñanza también es en los valores de que tanto escasea la sociedad actual. ¿Puede ofender a alguien que se enseñe el valor de la humildad, de la generosidad, de la reciedumbre, el aprender a ser hombres y mujeres “de una pieza”, rocosos y sin veleidades.
Pero, por animadversión a la Iglesia Católica o a sus Instituciones, no se puede caer en el suicidio económico de no concertar por una mal llamada “diferenciación”, cuando esta es evidente que existe en cualquier nivel.
Lo de les quito el “balón porque es mío” no se puede hacer cuando está en juego algo tan importante como es la Educación y el fracaso en España es evidente. Y de la economía, para qué hablar.