“La mejor noticia no es muchas veces la que se da primero, sino la que se da mejor”, dice García Márquez. Y hoy deberíamos repetirla una y otra vez sin descanso. El periodismo se ha convertido en una carrera de 100 metros, pero si queremos que el periodismo sirva para cambiar estructuras injustas, debería ser una maratón.
El periodismo vive hoy una grave crisis de credibilidad. Los medios de comunicación han dejado de cumplir su función social de control de los poderosos y de denuncia de las injusticias. Se han convertido en meros siervos de los grandes poderes, sobre todo del económico. Y a los ciudadanos ya no les sirve. Antes de leer el periódico, escuchar la radio o ver los informativos de televisión, ya sabemos qué nos van a contar y cómo. Sabemos “del pie del que cojean”, como se dice en España. Se hace necesario volver a los orígenes, a las raíces, para que el periodismo vuelva a ser digno.
El periodismo siempre fue contar algo que le pasa alguien. Contar historias. Hoy los periódicos, las ondas, las televisiones… están llenas de opiniones, pero faltan las historias. Las tertulias proliferan en todos los formatos, pero son las mismas personas las que opinan. No hay análisis, no hay expertos. El análisis y el espíritu crítico han desaparecido para dar paso a la militancia.
Las noticias son siempre las mismas en los medios de comunicación. Nadie se sale del guión. Sin embargo, es necesario que haya otro periodismo. Un periodismo que asuma proyectos o acciones que vayan dirigidas a incidir en las políticas públicas, a mejorar la vida de los ciudadanos y a que se fortalezca el sistema democrático. Un periodismo más humano, más social, que facilite la participación ciudadana, que ayude a la comprensión de la realidad y a buscar soluciones a las injusticias. Es cierto, que existen ejemplos. Ahí están las radios comunitarias en muchos lugares de Latinoamérica que ayudan a la educación de las poblaciones, a la promoción de la salud o de los derechos y obligaciones de los ciudadanos. También, existen medios digitales, como Periodismo Humano, que quieren poner el foco sobre problemas que no suelen estar en las primeras páginas. Y proyectos como el Centro de Colaboraciones Solidarias de la organización española Solidarios para el Desarrollo, que envía artículos cada semana de expertos en temas sociales, de justicia, de medioambiente, de mujer, de infancia… a más de 1.500 periódicos de América y África.
Todos ellos son buenos ejemplos de otra manera de entender el periodismo. Basta ya de decir que “las buenas noticias no venden”. La ciudadanía está cansada de escuchar y leer todos los días dramas sobre la crisis, desahucios, pobreza… Es necesario dar un poco de esperanza, una luz al final del túnel. Hay cientos de ejemplos de proyectos que ayudan a millones de personas a mejorar su vida y de personas que se preocupan del bien común. Hay plataformas vecinales, asociaciones de todo tipo y color que en tiempos difíciles, como los que vivimos, son solidarios y ayudan a otros.
Los medios de comunicación tienen una responsabilidad social que no pueden seguir obviando. Los medios tienen el poder de crear opiniones sobre la realidad y de crear un espíritu crítico. No puede haber ciudadanos responsables, bien informados y críticos, sin unos medios de comunicación serios y libres.