A diario se publican más y más informes, libros y artículos que documentan cómo inició el proceso de desregulación de la banca que derivó en la colosal crisis financiera a ambos lados del Atlántico Norte.
Cuanto más se difunde este asunto, más se sabe de lo que sin reservas realmente puede definirse como una conspiración en la que participaron activamente dirigentes de la banca estadounidense, tales como Goldman Sachs, Merrill Lynch, Bank of America, Citibank, Chase Manhattan Bank y personajes responsables de las agencias reguladoras de la banca del gobierno federal de Estados Unidos, como Larry Summers y Timothy Geithner.
Summers era el segundo a cargo del Ministerio de Hacienda (cuando inició la conspiración), dirigido durante la Administración Clinton, por el exbanquero Robert Rubin y Geithner, que era el encargado de Asuntos Internacionales de tal Ministerio.
El objetivo del proyecto era conseguir la desregulación del capital financiero en Estados Unidos y resto del mundo, eliminando la Ley Glass-Steagall, aprobada en 1933 por la Administración Roosevelt, siendo este el primer paso; la norma diferenciaba claramente la Banca Comercial de la de Inversiones, punto clave para proteger a la mayoría de ahorrantes y depositantes, frente a la especulación, característica de gran número de actividades de la Banca de Inversión.
Como resultado de la presión del Centro Financiero de Estados Unidos (Wall Street), y secundada por sus agentes en el gobierno federal, la Administración Clinton suprimió dicha Ley, lo cual trajo como consecuencia el colapso de Lehman Brothers.
El segundo paso fue la desregulación global de la banca. Ello requería el cambio de las reglas de la Organización Mundial del Comercio (World Trade Organization), y para ello nombraron a Timothy Geithner Embajador de Estados Unidos en la organización, que logró su aprobación mediante un addendum cuya trascendencia parecía ser menor, conocido como addendum del Financial Services Agree-ment, que en realidad prohibía la regulación de las inversiones bancarias, incluyendo las especulativas.
Un problema que aqueja a los conspiradores, es que actualmente el 40% de los bancos del mundo son públicos, la mayoría de ellos con presencia en los países BRIC (Brasil, Rusia, India y China), que representan alrededor del 40% de la población mundial.
Para complicarles aún más las cosas a los conjurados, muchos de estos bancos estaban en países musulmanes, donde la usura es, no solo un pecado, sino también un hecho delictivo, que dificultaba las políticas financieras de carácter especulativo. Por cierto, estos factores han protegido a dichos países frente a las anómalas prácticas, resultando menos afectados por la crisis financiera a nivel mundial.
Países que particularmente resistieron a esta desregulación fueron los llamados enemigos de Estados Unidos (según testimonio expuesto en el año 2007 por el General Wesley Clark, quien era el jefe de las fuerzas militares de la OTAN) incluyendo Irak e Irán, Siria, Líbano en Medio Oriente, Libia, Somalia y Sudán en África.
Todos estos países eran islámicos, no pertenecían a la Organización Mundial del Comercio, tampoco eran parte del Banco de Pagos Internacionales (Bank for International Settlements) en Basilea, Suiza, la organización supervisora de los bancos a nivel mundial.
Según el General Clark, dichos países estaban en la lista que el gobierno federal de Estados Unidos consideraba como países, cuyos gobiernos deberían cambiar en los próximos cinco años y aun intentan conseguirlo.
El Banco Internacional de Pagos (BPI), es una organización financiera internacional promotora de la cooperación monetaria y financiera internacional, y que sirve de banco a los bancos centrales, establecido el 17 de mayo de 1930, es el más antiguo en su género.
Como corolario a las alegaciones relativas a que el BPI había ayudado a los alemanes a saquear los activos de los países ocupados, durante la Segunda Guerra Mundial, la Conferencia Monetaria y Financiera de Naciones Unidas recomendó su liquidación.
En abril de 1945, los banqueros de Wall Street y la City, presionaron al nuevo Presidente estadounidense Harry S. Truman, para detener la disolución del Banco Internacional de Pagos.
Diplomático, jurista y politólogo*