En 2009, Bashar al Assad, anunció la implementación de la “Estrategia de los cuatro mares”, cuyo objetivo era convertir a Siria en un modo de transporte de petróleo y gas entre el Golfo Pérsico, el mar Negro, el Mediterráneo y el Caspio.
Según los expertos, los proyectos de transportación de gas que afectarían los intereses de los mayores protagonistas del mercado de hidrocarburos, son la razón principal detrás de la agresión contra Siria, quien ocupa un muy conveniente territorio para la transportación de gas y petróleo.
El verano de 2011 Siria suscribió un convenio con Irak e Irán para construir un nuevo gasoducto que saldría del yacimiento de gas South Pars en Irán, pasando por Irak y Siria, y de allí por el Mediterráneo, llegando a Europa. El proyecto, costaría unos US$10,000 millones de dólares, con capacidad de transportar 110 millones de metros cúbicos al día, y empezaría a funcionar entre 2014 y 2016.
Naturalmente, estos países y Europa se beneficiarían del proyecto, pero el nuevo gasoducto afectaría los intereses de otros actores del sector hidrocarburos: por ejemplo se quedarían al margen, Turquía, el mayor transportador de gas de la región dejando de ser la ruta del tránsito de hidrocarburo y Arabia Saudí, que ha invertido en el Arab Gas Pipeline, tubería que recorrería Egipto, Jordania, Siria, Líbano e Israel.
Impedir la construcción del mega-gaseoducto Irán-Irak-Siria (llamado “la tubería chiíta”), que cuenta con inversión ruso-iraní e iba a exportar el gas a Europa, ahora que ha fracasado el proyecto del otro gaseoducto (Naubucco), supondría que puede superar la capacidad de otros proyectos en la zona.
El gasoducto se extiende en tres direcciones cerca de la ciudad siria de Homs. No es sorprendente que este sea uno de los lugares donde se han escenificado las batallas más encarnizadas y se decide el futuro de Siria y todo Oriente Medio.
Al problema económico se aúna el conflicto religioso. En la mayoría de los países orientales, se profesa el islam sunita, ellos ven el proyecto como un “gaseoducto chií”, es decir, uno que sale desde Irán (chií), pasa por Irak (de mayoría chií) y llega a Siria, donde los chiíes están en el poder, incluido el Presidente.
La situación se agrava, dado que el yacimiento South Pars se ubica en la frontera entre Irán y Qatar, que es sunita y aliado de Estados Unidos.
Algunos expertos consideran que detrás de la intervención militar en Siria, se esconden fines que van más allá de derrocar al Presidente Bashar al Assad; por ejemplo, zanjar los problemas con otros países en la región como Irán.
Para Estados Unidos la guerra en Siria es una vía para presionar a Irán, resultando paradójico que su intervención militar en Siria, sea respaldada por el “partido de la paz”, intentando separar a Siria de Irán y tratando de negociar pacíficamente con Teherán.
En tanto, el “partido de la guerra” opta por una solución militar de la cuestión iraní. Para Estados Unidos, Irán tiene una fuerte carga simbólica negativa, ya que este país lo ha humillado y realiza una activa política antiestadounidense.
Israel proporcionó la información según la cual, las fuerzas militares de Al Assad emplearon armas químicas, y toda la provocación organizada por los sauditas. Precisamente estos dos países, Israel y Arabia Saudita, se oponen a las negociaciones de Estados Unidos con Irán.
Los israelíes como los sauditas tienen un fuerte “lobby” en Estados Unidos, y no es ninguna sorpresa que, por ejemplo, el senador John McCain presione tanto a Obama.
Cualquier ataque estadounidense a Siria, automáticamente pone en peligro estas negociaciones e involucra a Irán en la guerra. Por su parte, Irán, reiteradamente ha expresado que es inadmisible una intervención militar en Siria, advirtiendo de las serias consecuencias que ello puede acarrear.
Varios peritos convergen en la opinión de que Estados Unidos, tarde o temprano atacará a Siria, so riesgo de desencadenar una Tercera Guerra Mundial.
*Diplomático, jurista y politólogo