"La verdad es que en España hay siete clases de españoles... Sí, como los siete pecados capitales. A saber:1. Los que no saben;2. Los que no quieren saber;3. Los que odian el saber;4. Los que sufren por no saber;5. Los que aparentan que saben;6. Los que triunfan sin saber, y 7. Los que viven gracias a que los demás no saben. Estos últimos se llaman a sí mismos políticos y a veces hasta intelectuales." Pío Baroja en frase pronunciada en 1904.
Cuando ya creíamos haber tenido noticias de todas las canalladas del gobierno español para defender los intereses espurios de las empresas españolas que lucran con la sangre, el sudor y la miseria de los obreros cubanos nos llegan desde Madrid las declaraciones del Dr. Carlos Payá. El hermano del opositor asesinado por la tiranía cubana declaró que el Secretario de Estado de Cooperación Internacional para Iberoamérica, Jesús Gracia--quién a pesar del nombre demostró que nada tiene de santo y mucho menos de disfrutar de gracia--le pidió que mantuviera silencio sobre las condiciones en que murieron Oswaldo Payá y Harold Cepero.
El mensajero del gobierno del Partido Popular le sugirió que aceptara la versión en que la tiranía afirmaba que el accidente había sido causado "por exceso de velocidad en una vía en reparación señalizada al efecto, la falta de atención al control del vehículo por parte del conductor y un frenazo abrupto". Acto seguido, a los efectos de confirmar la veracidad de la versión de la tiranía, le propuso que los Payá acusaran a Carromero del accidente para que éste último quedara libre.
Y añadiendo la humillación al insulto, Gracia le prometió que, si actuaban según sus sugerencias, la familia Paya recibiría una indemnización. Carlos Payá dice haberse negado rotundamente y Gracia declaró más tarde que “En ningún caso el Gobierno español pidió ningún tipo de acuerdo o pacto de silencio con la familia de Oswaldo Payá”. Conociendo la trayectoria de los protagonistas y tomando en cuenta los motivos detrás de las declaraciones de cada uno de ellos opto por creer en su totalidad la versión de Carlos Payá.
En vista de que el encubrimiento les ha fallado y la verdad se ha abierto paso, las estructuras gubernamentales de España han tomado una página de los tiranos cubanos y se han ensañado con las víctimas. Por eso la Audiencia Nacional española se opuso la semana pasada a la posibilidad de que fuera indultado el joven político Ángel Carromero, que cumple en España la condena impuesta por el corrupto sistema judicial de Cuba.
Pero en este mundo globalizado y de comunicaciones instantáneas es muy difícil mantener en secreto la maldad, no importa en qué lugar del mundo se esconda. De este lado del Atlántico, el prestigioso diario norteamericano The Washington Post le ha dado una lección de civismo y de principios a una justicia española que ha incurrido en la contradicción de aceptar querellas contra el "dictador" Augusto Pinochet pero ratifica como justas las sentencias de tribunales arrodillados ante los tiranos Fidel y Raúl Castro.
The Washington Post afirma que: "España tiene una obligación" con el señor Payá, quien tenía la nacionalidad española, y por tanto la Audiencia Nacional de ese país "debe ordenar una investigación". Incluso aporta la justificación jurídica diciendo: "la Audiencia Nacional española "está facultada para ordenar investigaciones en el extranjero bajo el concepto de 'jurisdicción universal'".
Ahora bien, para la España que antepone intereses a principios, Oswaldo Payá y Harold Cepero son dos muertos inoportunos y molestos que constituyen un obstáculo para seguir explotando a su antigua colonia cubana. Y Angel Carromero un pececillo iluso e inconsecuente que se aventuró en el mar turbulento de la avaricia dominado por los tiburones depredadores de las empresas españolas. Alrededor de 33 empresas mixtas, encabezadas por Repsol y Meliá, en que empresarios españoles y sus mayorales cubanos logran pingües ganancias pagando salarios miserables a sus obreros cubanos. De ahí que las tres víctimas y sus familias tengan que ser ignoradas, silenciadas o vituperadas para que no interrumpan la orgía materialista española.
Para los cubanos, aún para aquellos que no estuvimos de acuerdo con su filosofía política o su estrategia de lucha, Oswaldo Payá y Harold Cepero fueron dos consagrados patriotas que ofrendaron sus vidas por el ideal de una Cuba libre y cristiana. Para quienes compartimos la cruzada cívica por la que ellos murieron, los principios, como lo demostró Carlos Payá con su respuesta categórica al mercachifle de Gracia, no son ni negociables ni vendibles. Es más, estoy convencido de que los espíritus irreductibles de Payá y de Cepero son dos antorchas que iluminarán de ahora en adelante el camino hacia nuestra libertad.
Para quienes se pregunten la razón por la cual juzgo tan duramente y me expreso con tanta vehemencia sobre la que ellos posiblemente consideren "la madre patria", les digo que Cuba es mi única patria que, parafraseando a Martí, sufre y espera. La misma que vuelve hoy a sufrir el yugo de la "madre patria" ancestral que una vez perdió a sus hijos cubanos porque no supo ser madre.
Quede, sin embargo, bien claro que, con la misma intensidad que admiro a la España de Federico de Capdevila, detesto a la España de Valeriano Weyler. Que admito que hay una España buena y una España mala. Y que la mala es la de un sistema político--lo mismo del Partido Socialista que del Partido Popular--que se ha despojado de todo principio de humanidad y decencia para servir los mas inescrupulosos intereses comerciales. La que se ha asociado a nuestros tiranos para medrar con nuestra desgracia.
Afortunadamente, para los cubanos amantes de la libertad, se acerca la hora del cambio inevitable. Una hora, que será determinada por ese tirano implacable que es el almanaque, en que tendrán que rendir cuentas ante el nuevo gobierno y el pueblo libre de Cuba. Una hora en que se han de reivindicar los derechos y exigir la justa compensación que merecen quienes fueron víctimas de tanta explotación y de tanta maldad.
Vaticino que esta vez España saldrá mal parada de su nuevo intento de esclavitud en Cuba. Que no se van a repetir las injusticias del Tratado de París de diez de diciembre de 1898, en que dos imperios, el español y el americano, se pusieron de acuerdo para mantener el status quo en que se protegió a los españoles acaudalados y se despojó de sus derechos hasta a los míseros mambises. Al amparo de aquella ignominia, Angel Castro hizo fortuna explotando a los mismos mambises contra los cuales había combatido y perdido la guerra. Por uno de esos acertijos inexplicables del destino, sus retoños venenosos siguen martirizando al pueblo de Cuba con el odio diabólico a todo lo cubano inoculado por el padre.
Sepan señores de la España mala que esta vez será muy distinto porque no habrá impunidad sino ajustes de cuentas. Y que esas cuentas no solo serán millonarias sino demandarán un público mea culpa antes de que los cubanos estemos de nuevo dispuestos a contemplarlos a ustedes como hijos de una España buena.