El Papa Francisco habla a los jóvenes, pero se dirige a todos. El Santo Padre no da “puntadas sin hilo”, y a los que tenemos intranquilidades nos estimulo a no guardarnos pare nosotros el bien inefable de la fe. El mundo nos espera, hay que salir al encuentro de las gantes y empujarles para que conozcan de nuestros labios, de nuestro comportamiento alegre, la felicidad del que posee, porque ha conocido, la Belleza del Bien. Que ningún hombre pueda decir que no encontró a nadie que le empujara a bañarse en la piscina de “los cinco pórticos”. No le llevó nadie al agua y el pobre paralítico estaba a la espera durante años. Así se lo expresó al Señor:” Hominen non habeo”. Que nadie tenga esta queja de nosotros.
No podemos instalarnos en el balcón, ser “balconeros” que miran la calle sin pensar en los que por ella deambulan. Los hay de gran diversidad, pero para conocerlos, para saber sus problemas, habrá que bajar y hablar con ellos, habrá que “perder el tiempo”, escucharles.
Hay que “molestarse” en bajar de la balconada: ¡ se está muy bien, sentado en el balcón!. Pero es tan reconfortante saber ser “callejero”…, siendo pregonero de la verdad, de saber negarse, saber pisotear nuestro yo, hablar yendo contracorriente, contrarrestando esta cultura exclusivista y pragmática.
Pero no sobramos nadie, niños, jóvenes y viejos.. Cada uno aportará lo mejor de sí: la inocencia, el corazón, la experiencia que tanto enriquece y habla de cultura, de raíces, de familia.
Bajar a la calle y emplear su lenguaje, hacernos comprender. Lenguaje que entiendan, cualquiera será bueno si no ofende a Dios. Cuando nos vean y palpen la presencia de Jesucristo en nosotros, dirán: Queremos ir con vosotros porque nos han dicho que Dios está con vosotros.
Buen olor de Cristo, nos hemos rozado con Él, conviviendo al leer los pasajes del Evangelio, siempre actuales. Jesús nos habla y continúa haciéndolo. Bajar para hablar de Cristo.
El balcón siempre será una postura acomodada. |