El Papa Francisco nos hablaba en Brasil, en las JMJ, de una civilización, que si el Beato Juan Pablo II la llamó cultura de muerte, el Papa actual la denomina civilización excluyente. Vamos, de usar y tirar, hablando en plata.
Los descartes, no hace falta mucha sabiduría, es algo que no sirve-de momento-para seguir jugando. Y la jugada se está haciendo excluyendo a la infancia. El índice de natalidad en España es de los más bajos actualmente.
Y los mayores, no digamos viejos que ya suena mal, podemos estorbar. Somos caros de mantener, como dijo un personaje japonés, en medicinas y las pensiones… ¡ahí están!
El enfermo si es mayor y sus facultades intelectuales están deterioradas o su formación doctrinal religiosa es deficiente, el pobre hombre está en manos de las “directrices de ahorro”. Me cansé de vivir…y habrá palmeros, sean parientes o gobernantes que le dirán…Hala, hala que hay que ir derecho al nicho, que del nicho al hecho hay muy poco trecho.
Pero en este asunto tan serio está el dinero por medio habitualmente y puede haber parientes más o menos cercanos que le convencerán y “a petición propia”, solicitará una muerte inducida, y habrá médicos, que olvidando el juramento hipocrático, se prestarán a proporcionar una muerte, ya se trata de una vida que “no merece ser vivida”.
Es triste a lo que se puede llegar. La vida un don divino, en manos de los modernos “estadistas”, que juegan a su antojo con la demografía. Te doy la vida cuando quiero y te la quito cuando me da la gana, que para eso me pagan.