¿Quiénes se benefician con la masacre por agentes químicos? Los partidarios de la intervención militar contra Siria, cuyo objetivo es arrasarla, dejar a Israel como principal potencia regional al debilitar hondamente a Irán. También a los contactos de Rusia y China en la zona, trastocando el proceso de descolonización iniciado tras la II Guerra Mundial.
Los crímenes de los rebeldes, realizados por Al Qaeda en Siria, son relativamente terribles, los pro-intervención, desconocen a quiénes están apoyando, ni quiénes reemplazarán a Asad, si es derrocado con auxilio de Occidente.
Históricamente los Estados Unidos justifican intervenciones militares inventando excusas. Típicas operaciones de falsa bandera. De allí la reticencia de líderes políticos ingleses, franceses y hasta estadounidenses por embarcarse en una confrontación bélica.
El argumento central del lobby judío en Washington, se orienta a asegurar la superioridad militar de Israel en Medio Oriente, en tal sentido le exige al Gobierno de Barack Obama, un nuevo paquete de ayuda por 10 años, que cobraría vigencia en 2017.
A través del tiempo, la asistencia a Israel permaneció pese a las dificultades económicas en Estados Unidos. Pero esta vez hay otros factores en juego, justificar la expansión de los asentamientos ilegales en el territorio palestino de Cisjordania. Durante años, se hizo la vista gorda ante la construcción de colonias judías en ese sector y solo las consideró “obstáculos para la paz”, pero sin presionar a Israel.
Israel busca asegurar la superioridad militar en Medio Oriente y la expansión de asentamientos a costa de los palestinos. Siria podría fragmentarse entre alauitas, suníes, cristianos y kurdos, acentuando la inestabilidad regional, lo que es beneficioso para los israelitas que piensan quedarse con la altura de Golán y los yacimientos de gas ubicados en la plataforma continental de Siria, un negativo escenario global.
Turquía, que añora el imperio otomano del que Siria era parte, con pletóricos yacimientos de gas en sus costas, constituye una encrucijada para los proyectados gasoductos y oleoductos provenientes de Irak (primera reserva mundial de petróleo ligero) y del Golfo Pérsico (en especial, de Qatar, tercera reserva de gas, detrás de Rusia e Irán), tan relevantes para el dependiente mercado europeo.
Hay otros países árabes como Arabia Saudí y Qatar que, han financiado la guerra que combatientes sirios y mercenarios perpetran desde hace dos años buscando derrocar a Al Assad. No hay forma de establecer cuál de los bandos en pugna lanzó el gas tóxico que inmoló a cientos de civiles en las afueras de Damasco, o si fue un tercero interesado en facilitarle a Washington el pretexto para una intervención.
Israel debilita al aliado de Irán, Hamás y Hezbolá, mientras se queda con los recursos hídricos sirios de los Altos del Golán e intenta hacerse con la parte de Siria en el campo de gas descubierto en el Mediterráneo. Irán es enemigo de Israel, por ende, es enemigo de Estados Unidos.
Medio Oriente es un polvorín. Ahí es seguro que una intervención militar desatará una guerra regional. Las fronteras en esa zona (Irak, Irán, Israel, Líbano y Turquía) son un hervidero altamente explosivo y todo puede cambiar súbitamente.
Washington ha recurrido a provocaciones, injustificadas operaciones y montajes para desencadenar guerras a conveniencia de sus intereses geoestratégicos. En tal sentido, es imposible olvidar la constante histórica de la fabricación de coartadas por parte del gobierno estadounidense para razonar incursiones armadas en diversas latitudes.
Estados Unidos es el que más muertes ha provocado en la historia, por armas atómicas (Hiroshima y Nagasaki) y químicas (Napalm en Vietnam) y otras, etc., y es quien se presenta como paladín mundial de los daños ocasionados por estas. Inició la guerra en Iraq, la que aún persiste, so pretexto de inexistentes armas de destrucción masiva, con Siria proyectaba hacer lo mismo.
Si de intervenir para proteger y salvar vidas se trata, bastaría con “bombardear” muchos países de África con “tetra briks de leche” en lugar de bombas de racimo, pero sin duda, no es ese el objetivo.
Los medios de comunicación se han encargado de legitimar esos pretextos fabricados ante la población. La circunstancia actual entorno a Siria obliga a recordar tales prácticas y a preguntarse si el mundo no asiste, una vez más, a la producción de apologías para una intervención armada, cuyos propósitos reales serían inconfesables.
Diplomático, jurista y politólogo*