A 70 años de la creación del Fondo Monetario Internacional, en plena era del capitalismo sin fronteras, el imperialismo que se repartía el mundo a través de las guerras, ahora opera como camarillas de bancos y como trasnacionales, controlando países, economías y gobiernos, usurpando su soberanía y convirtiéndolos en enclaves gerenciales de sus operaciones comerciales a escala global.
Los bancos --grupos financieros-- y las transnacionales operantes en Europa y Estados Unidos, son las mismas en Asia, en África y en América Latina, tornando al mundo en un sistema económico cuyo eje funciona en Nueva York, protegido por el arsenal nuclear y convencional del Pentágono.
En el centro del modelo imperial-económico capitalista globalizado, y actuando como principales protagonistas, se encuentran Estados Unidos y la Unión Europea (compradores mundiales), y China (vendedor mundial), cuyas economías entrelazadas figuran como claves y dominantes en el funcionamiento del sistema capitalista a escala global.
Las trasnacionales capitalistas extraen riquezas y recursos naturales de los países dependientes, que luego transfieren y reciclan en forma de capital especulativo al sistema financiero internacional con sede ejecutiva en la City, Wall Street y la Reserva Federal de Estados Unidos que controla el dólar.
La Unión Europea es la más interesada en salvar al dólar y a Estados Unidos del colapso, pues su desarrollo económico, depende del andamiaje económico que lo posiciona como divisa por excelencia.
Ello explica por qué la Reserva Federal y los bancos centrales europeos, asiáticos y latinoamericanos tras el estallido de la crisis financiera con las subprime y el devalúo del dólar por efecto de la especulación con los precios del petróleo en 2008, se aprestaron a rescatar a la divisa norteamericana.
Según The Economist, al desatarse la crisis en Estados Unidos, además de los bancos centrales de Europa, los países emergentes (incluida China) inyectaron más de US$69,000 millones para “salvar al dólar y a los bancos del norte”.
Los expertos y analistas del sistema saben que las decisiones de la economía mundial no las toman los gobiernos, sino la Reserva Federal de Estados Unidos, y los grupos que controlan los bancos centrales de Europa, de Asia y de América Latina extraen su principal tasa de rentabilidad capitalista de la especulación financiera y la economía dolarizada a escala global.
Más que una moneda, el dólar es el instrumento oficial de cambio, de reserva y de transacciones de la economía internacional regida por el sistema capitalista en niveles de interdependencia sin precedentes. China tiene el 70% de sus reservas en valores y títulos del Tesoro de Estados Unidos.
En Asia, Europa y América Latina operan las mismas trasnacionales y grupos financieros que establecen a Wall Street como base de sus operaciones especulativas financieras con el dólar, y utilizan los bonos del Tesoro de Estados Unidos, como paraguas ante cualquier descalabro mundial.
Estados Unidos es la mayor potencia militar global, y su presupuesto armamentista de más de US$800.000 millones, está consolidado con créditos y efectivo en moneda estadounidense, por ende su caída acabaría con el poderío militar del Imperio norteamericano, algo impensable sin que antes ocurra una hecatombe a nivel planetario.
Si China, Japón, India, Rusia, Tailandia y Corea del Sur (mayores tenedores de reservas en dólares) decidiesen desligarse de la divisa estadounidense, el mundo se colmaría de fútiles billetes norteamericanos (producto de la especulación financiera y la deuda de Estados Unidos), estallaría una recesión mundial proyectada desde su sede ejecutiva y el dólar colapsaría junto con el comercio exterior, el sistema financiero y el sistema económico productivo, tanto de los países centrales como de los periféricos y emergentes.
El dólar funciona como reserva internacional, respalda la mayoría de las monedas y hace de medio internacional de pago, por ello, su caída significaría el fin del patrón dólar generando una mundialización de la crisis en la que ningún estado capitalista sobreviviría.
*Diplomático, jurista y politólogo.