actualizado 19 de junio 2014    
No es país para doctores
Solo en 2013, 545.980 migrantes se fueron de España por la falta de oportunidades laborales
Por Alberto Sierra Asensio
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Hugo llegó a España en el año 2001 como refugiado político. Su vida corría peligro en Colombia por su activismo en defensa de los indígenas. En Madrid, durante los últimos trece años, formó su familia. Tiene un hijo de cinco años, y aquí completó sus estudios de doctorado en Antropología. Sin embargo, está pensando en hacer las maletas.

“Me gustaría quedarme porque España me ha dado mucho y porque emprender un nuevo proyecto migratorio, con mi esposa y mi hijo tan pequeño, no es fácil. Pero más temprano que tarde salir de España será un hecho inminente. No hay trabajo para los investigadores y doctorados en este país, nunca ha hubo una política sólida de Investigación y Desarrollo (I+D), pero ahora, con la crisis, las expectativas para nuevos investigadores y académicos son cero”, cuenta.

Hugo ha vivido lo que denomina como el esplendor y el ocaso económico español. Recibió ayudas como exiliado, estudió el doctorado, y por un tiempo trabajó como profesor en una universidad, pero ahora no encuentra empleo como académico. Su caso es uno entre muchos.

Solo en 2013, 545.980 migrantes se fueron de España por la falta de oportunidades laborales, según datos del Instituto Nacional de Estadística. En total, 751.299 extranjeros se han ido desde el inicio de la crisis, de los casi 6 millones que llegaron durante la década pasada. Por nacionalidades, rumanos, ecuatorianos y colombianos son los que más se han ido, en su mayoría personas que durante años se emplearon en la construcción y el sector servicios y ahora encuentran mejores condiciones de vida en sus países de origen. Sin ellos no hubiera sido posible el mal llamado “milagro económico español” de la pasada década.

Otros migrantes, los más preparados y con más estudios, como Hugo, han tenido que irse por la eliminación de becas y puestos de empleo para investigadores y académicos. “Esto no pasa sólo con los migrantes, también son muchos los españoles con maestrías y doctorados que han tenido que irse”, dice Hugo. Y recuerda el caso de Amaya Moro-Martín, una astrofísica española que tras una brillante carrera en Estados Unidos volvió a Madrid para contribuir con su trabajo al desarrollo de la ciencia y la investigación en España.

Regresó con una beca de cinco años como investigadora en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, pero después no consiguió un puesto de trabajo para desarrollar su actividad. En España no hay un empleo para Amaya, pero sí en Estados Unidos. La NASA llamó a su puerta en 2013 para ofrecerle trabajo en un importante proyecto.

Según su testimonio, antes de aceptar la oferta de la NASA, le dijo a sus jefes que no quería irse de España, pero ellos le recomendaron que “aprovechase la oportunidad” porque aquí “no tenía nada que hacer”.

Desde 2009, el gasto en I+D de España ha caído un 45,7% debido a los ajustes al presupuesto público, y la inversión en educación (becas a estudiantes universitarios y de posgrado incluidas) se ha reducido entre 2010 y 2014 en 7.298 millones de euros, un 16,7%. “Que en plena crisis económica se deje de invertir en I+D y en educación es absolutamente suicida. España ha invertido mucho dinero en formar investigadores y ahora es dinero que se va a perder para siempre. Los países europeos que más invierten en I+D, como Alemania, son los que tienen un mayor crecimiento del PIB”, indicaba Amaya antes de irse a Estados Unidos.

Es uno de los muchos absurdos causados por la crisis: se abre la puerta de salida a científicos y doctores en cuya formación se invirtieron muchos recursos, y otros países se aprovechan de ello. Y ya no solo naciones como Estados Unidos, Alemania o Inglaterra, que tradicionalmente han mantenido políticas agresivas para atraer cerebros de países en desarrollo.

A través de su consulado en Madrid, Ecuador ha ofertado 5.000 empleos para que españoles con doctorado, maestría o licenciatura, trabajen como profesores en universidades ecuatorianas a cambio de un salario de entre 2.000 y 5.000 dólares, además de ayudas para la vivienda, el transporte y alimentación.

Ecuador o Colombia (el país del que huyó por amenazas de muerte) son algunos de los destinos que maneja Hugo para su futuro y el de su familia. Aún no ha decidido a cuál. Lo que tiene claro es que España, en la actualidad, no es país para investigadores, académicos ni científicos.

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