En España, una de cada cuatro familias sobrevive con la pensión del abuelo o abuela
Hace semanas, los “mercados”, ese eufemismo de “banca, fondos de inversión y grandes fortunas” celebraban la vuelta de Argentina a la ortodoxia neoliberal. Tras la boicoteada devaluación del peso, el Gobierno aprobó medidas de “austeridad”.
En Europa, el nuevo primer ministro francés, Manuel Valls, anunció que ahorrarán 50.000 millones de euros con recortes y rebajas en protección social y sanidad pública, más la congelación salarial de funcionarios, no revalorizar pensiones y prestaciones y otros recortes. “No podemos vivir por encima de nuestras posibilidades”, tuvo la desfachatez de decir. La Francia gobernada por presuntos socialistas regresa a la austeridad.
¿Acaso no conocemos qué ha reportado la austeridad desde que se impuso?
En España, sin necesidad de recordar que se destruyen empleos, la población infantil en riesgo de pobreza y exclusión social ya son cerca de tres millones. Lo documenta el último informe de Save the Children. Aumentan los niños y niñas bajo el nivel de pobreza. Según Eurostat, 250.000 más de 2011 a 2013. Y, según denuncia Acción contra el Hambre, 10.000 niños mueren de hambre diariamente en el mundo. La austeridad tiene mucho que ver. Continuando con el hambre, en Estados Unidos la media de “inseguridad alimentaria” de menores, eufemismo para hambre o desnutrición es del 20%. Uno de cada cinco niños estadounidenses pasa hambre o está desnutrido.
En España, una de cada cuatro familias sobrevive con la pensión del abuelo o abuela. Lo que apunta a que a menudo no habrá bastante para alimentarse adecuadamente; sobre todo con la cuantía de la mayoría de pensiones. Según un estudio del sindicato Comisiones Obreras, el 27% de los hogares españoles se sostiene por un o una pensionista. Es decir, 12.700.000 de personas malviven, porque, además, las pensiones no se han revalorizado. Por austeridad.
Una investigación de la universidad de Portsmouth relaciona recortes presupuestarios en Grecia con el aumento de suicidios de hombres. Nikolaos Antonakakis y Alan Collins han analizado el efecto directo de la austeridad en la tasa de suicidios de ese país. En 2009 y 2010, 551 hombres se quitaron la vida en Grecia por las consecuencias de esas políticas. Y calcularon que por cada 1% de recorte en el presupuesto público aumentaron un 0,43% los suicidios masculinos.
Según las falacias neoliberales, esos desastres sólo pasan en países del sur que han vivido por encima de sus posibilidades. Pues no, porque en la desarrollada Alemania, según su Oficina Federal de Estadística, a pesar del teórico aumento de empleos, fueron menos las horas trabajadas en 2013 que en 1991. Cada vez hay más gente que trabaja y cobra media jornada. Más de siete millones cobran 450 euros mensuales.
En Alemania es pobre quien gana menos del 60% del salario medio. Es decir, quienes ganen menos de 840 euros mensuales. Un pobre en Alemania puede no parecerlo tanto como en otros lugares. Pero si se tiene en cuenta el coste de la vida, la cifra que marca la línea de la pobreza ya no parece tan aceptable. Más de un 16% de la población sufre “riesgo de pobreza”. No basta con tener empleo para no ser pobre. Según Sebastian Dullien, los retrocesos de la última década por austeridad han creado un nuevo ciudadano: el empleado pobre. Pero hay más. Un 30% de jubilados recibe una pensión de 688 euros, muy por debajo del nivel de pobreza indicado. Las muestras son extensibles a todos los países de la Unión Europea.
La austeridad condena a gran parte de la ciudadanía a la pobreza. Para que una minoría de banqueros, grandes accionistas, tenedores de fondos y grandes fortunas se enriquezca más. Ahí están los datos de desigualdad e injusticia que tanto hemos comentado.
Hay políticas económicas para salir de la crisis, para acabar con el saqueo, que nada tienen que ver con la austeridad. Regular movimientos de capitales e impuestos a transacciones financieras. Eliminar paraísos fiscales. Transparencia en la economía y gestión pública. Defensa de lo público. Contra las privatizaciones. Impuestos progresivos que redistribuyan la riqueza. Fuerte banca pública. Condonar la deuda de países empobrecidos... ¡Claro que hay salida! Con otros principios y valores que la inspiren. Y con otra correlación de fuerzas que consigamos afianzar.