Las grandes compañías farmacéuticas insisten en que se preocupan por las necesidades sanitarias mundiales
Hace un año el Tribunal Supremo de India puso fin a un litigio emprendido por la multinacional farmacéutica Novartis contra su Ley de Patentes. Pero recordemos el ejercicio de franqueza que hizo Marijn Dekkers, consejero delegado de Bayer, en medio de una discusión con las autoridades sanitarias de la India sobre la patente de un medicamento contra el cáncer: “No creamos este medicamento para los indios, sino para los occidentales que pueden pagarlo”.
¿Por qué ambos casos tienen a India como campo de hostilidades? La Ley India de Patentes pone límites a una práctica habitual entre las farmacéuticas multinacionales y que consiste en obtener patentes adicionales por mejoras banales en medicamentos que ya existen, alargando así el monopolio sobre los mismos, los elevados precios que le acompañan y el enorme beneficio económico que todo ello conlleva.
La cuestión es que, al extender el periodo de vida de la patente sobre un medicamento, las farmacéuticas impiden su producción en versión genérica y el acceso al mismo a pacientes que cuentan con escasos recursos económicos.
La diferencia de precio entre un medicamento patentado y ese mismo medicamento comercializado como genérico es abismal. En el caso de la India, la competencia entre productores de medicamentos genéricos ha permitido reducir el precio del tratamiento anual para un enfermo de VIH de 10.000 dólares por paciente y año en el año 2000, a menos de 100 dólares en la actualidad. La colisión entre salud pública y beneficios económicos tiene una enorme trascendencia, pues hablamos de una pandemia que provoca la muerte de más de un millón y medio de personas cada año por falta de tratamiento.
Bayer ya tuvo otro encontronazo con el Gobierno indio. Hace 10 meses, la Junta de la Propiedad Intelectual india le denegó la extensión de la patente del Nexavar y dictó una licencia obligatoria para la fabricación del genérico equivalente. Se trata del mismo medicamento que ahora confiesan fue concebido para que las personas ricas y “occidentales que pudieran permitírselo” luchasen contra el cáncer. La frase tiene sentido, pues el coste del tratamiento con Nexavar es de unos 5.500 dólares por paciente y mes.
Actualmente, el Gobierno surafricano busca reformar sus leyes de propiedad intelectual para introducir salvaguardas de salud pública. Estos cambios persiguen facilitar el acceso a medicamentos para el tratamiento de graves enfermedades como la tuberculosis resistente o determinados tipos de cáncer.
La reforma del Gobierno surafricano impedirá a las farmacéuticas extender los monopolios mediante el registro de nuevas patentes para medicamentos aunque estos no supongan una innovación... como en su día hizo el Gobierno de India.
De nuevo la industria farmacéutica: el 17 de enero se filtraron unos documentos que revelaron un plan para una campaña financiada por el lobby farmacéutico estadounidense. ¿Su objetivo? Desestabilizar los planes del Gobierno surafricano e impedir que lleven a cabo los cambios en su Ley de Patentes. Detrás están: Merck, Sanofi, Pfizer... y otra vez Novartis y Bayer.
Los casos Novartis, Bayer y este último suponen un reflejo de la manera perversa en la que se desarrollan los medicamentos. Las compañías farmacéuticas buscan multiplicar las ganancias y para extender la vida de las patentes y elevar los precios de los medicamentos. Las enfermedades que no reportan beneficios no entran en sus planes, y los pacientes que no tienen dinero para pagar los medicamentos patentados sufren las consecuencias.
A pesar de que los estados firmaron la Declaración de Doha sobre los acuerdos de propiedad intelectual relacionados con el comercio y la Salud Pública, estableciendo que “deberán ser interpretados de forma que apoyen el derecho de los miembros de la OMC a proteger la salud pública y a promover el acceso a los medicamentos para todos”, la industria farmacéutica no duda en presionar a aquellos países que deciden legislar a favor de la salud pública de sus poblaciones, en aplicación de dicha Declaración.
Las grandes compañías farmacéuticas insisten en que se preocupan por las necesidades sanitarias mundiales. Las organizaciones humanitarias que trabajamos sobre el terreno y que somos testigos de los devastadores efectos que produce sobre la población la falta de acceso a los medicamentos esenciales, obviamente no estamos de acuerdo con estas afirmaciones y estamos convencidos de que las palabras de Dekkers son en realidad una muestra de sus actuaciones. Podría haberlo dicho más alto, pero no más claro... por mucho que ahora esté tratando de matizarlo.