actualizado 6 de marzo 2014    
La incongruencia de apaciguar rufianes
Para buscar inspiración y ejemplo Obama no tiene que ir muy lejos
Por Alfredo M. Cepero
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Por Alfredo M. Cepero
Director de La Nueva Nación.

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Si hacemos una clasificación simplista de los seres humanos que ostentan el inmenso poder de decidir el destino de sus pueblos podríamos catalogarlos en hombres de paz y hombres de guerra. Los primeros utilizan los instrumentos del diálogo y la negociación para dirimir disputas, promover el bienestar de sus gobernados y mantener relaciones de armonía con otros pueblos. Los segundos están más interesados en promover su poder personal que en el bienestar de sus conciudadanos o en la armonía con otros pueblos y no conocen más armas que la intimidación y la fuerza. El actual conflicto en Ucrania y las respectivas conductas de Barack Obama y de Vladimir Putin con respecto al mismo son representativos de lo que acabo de decir. El peligro está en que, cuando se llega a extremos, los hombres de paz se convierten en "apaciguadores" y los hombres de guerra se salen con la suya como consumados rufianes que carecen del más mínimo vestigio de honrar sus compromisos o de respetar a sus semejantes.

En este sentido, a lo largo de la historia los rufianes se han aprovechado de las debilidades de los apaciguadores para promover sus designios totalitarios. En la búsqueda de soluciones pacíficas, los hombres de paz han cedido ante las demandas de rufianes como Adolfo Hitler y Fidel Castro, para mencionar solo un par de ellos. El resultado ha sido totalmente contrario a lo que buscaban los hombres de paz porque los rufianes interpretan la moderación y la tolerancia como debilidad. De ahí la incongruencia de apaciguar rufianes. Un par de ejemplos servirán para ilustrar lo que digo.

El 30 de septiembre de 1938 Neville Chamberlain firmo un acuerdo en Munich aceptando la invasión de los Sudetes, región perteneciente a Checoslovaquia, por la Alemania nazi bajo el pretexto de Adolfo Hitler de proteger de los ataques del populacho a las minorías alemanas que residían en la misma. Un año después Hitler pulverizó al ejército polaco en una campaña militar relámpago, se adueñó del país y las potencias aliadas no tuvieron otra alternativa que ir a la guerra.

En 1977, un iluso y recién estrenado Presidente Carter decidió darle una oportunidad a Fidel Castro para superar la confrontación con los Estados Unidos por el despojo de propiedades de ciudadanos norteamericanos en un monto superior a los 1,000 millones de dólares. Castro, siendo el rufián que ha demostrado ser, le pagó con enviar a más de 40,000 soldados cubanos a Angola para promover la hegemonía de la Unión Soviética en África. Aunque las cifras varían según la ideología de la fuente, entre 1975 y 1992, el conflicto angoleño arrojó las estadísticas macabras de 100,000 muertos en combate, entre ellos 10,000 cubanos. Hasta el usualmente mentiroso régimen cubano ha admitido la cifra de 2,000 cubanos muertos en Angola.

Regresando al conflicto de Ucrania, Putin ha tomado una página del libro de simulación de Hitler cuando afirma que ha enviado 16,000 soldados rusos a Crimea para proteger a una minoría que habla ruso y estaba siendo hostigada por los ucranianos. Esa es sólo una excusa para ocultar su verdadero propósito. La verdadera razón ha sido afianzar su control sobre la Península de Crimea. La importancia estratégica de esta península radica en que en su territorio, en la ciudad de Sebastopol, está la principal base de la flota rusa en el Mar Negro, además de una población de 2 millones de habitantes cuyo idioma principal es el ruso. El control de dichas aguas ha sido clave para Moscú desde la época de los zares, pues desde allí pueden dominar el este de Europa y el oeste de Asia.

El objetivo ulterior de Putin es restaurar el poderío del antiguo imperio soviético, una especie de tataranieto de Iván el Terrible y nieto de Vladimir Lenin. Por eso ha manipulado alrededor de Obama hasta convertirse en dueño y señor del Medio y partes de Lejano Oriente con su influencia en Siria, en Irán y en Corea del Norte. Ha utilizado incluso la opción nuclear diplomática del veto ruso en el Consejo de Seguridad de la ONU para paralizar las iniciativas de los Estados Unidos.

La erosión del prestigio de Obama como líder mundial ha llegado a tales extremos que una encuesta reciente de la empresa Gallup arroja un ominoso resultado para el mandatario. Solamente el 41 por ciento de los norteamericanos consideran que su presidente es respetado por líderes extranjeros. Una caída descomunal con respecto al 67 por ciento que lo creía respetado en el 2009. Hasta un periódico que cojea de la pierna izquierda como The Washington Post ha llegado a afirmar que: "La política exterior de Obama está basada en una fantasía".

Opiniones y datos como estos confirman que Putin ha contado con la ayuda de Obama para poner en marcha su estrategia de restauración de la hegemonía rusa (ya no puede llamarse soviética) en lo que apunta a ser una versión más sofisticada de la guerra fría. Lo está logrando a base de intimidar a Obama sin disparar una sola bala. Desde su toma de posesión, Obama culpó a Bush por la congelación de las relaciones con Rusia e instruyó a Hilary Clinton a poner en vigor una nueva política que ellos calificaron como "reset" de la comunicación entre Washington y Moscú. De ahora en adelante, ya no serían competidores sino aliados en la preservación de la paz mundial. Como muestra de sus intenciones pacifistas Obama ordenó el desmantelamiento de las bases de misiles en Polonia y la República Checa que apuntaban a Rusia. Por su parte, Barack Obama no pidió concesión alguna a Vladimir Putin.

Ante el escándalo de la invasión de Crimea, Obama recurrió a su arma favorita del palabreo ampuloso y leguleyo. Amenazó a Moscú con consecuencias adversas sin precisar cuales sería. Tomo el teléfono y habló durante 90 minutos con el hombre de andar gorilesco que lo intimida desde Moscú. Según la Casa Blanca, Obama le dijo a su homólogo ruso durante la llamada telefónica que Moscú había violado las leyes internacionales con su incursión en Ucrania, al tiempo que le advirtió de represalias por parte de Washington y de sus aliados.

Esa es la versión oficial. Pero, teniendo en cuenta la personalidad y el "modus operandi" de ambos personajes, yo me imagino la llamada de la siguiente forma: "Vladimir, yo retiré los misiles en Polonia y de la República Checa para demostrarte que quiero ser tu amigo. Por favor suspende la invasión de Ucrania hasta pasadas las elecciones del 2014. Después haz lo que te venga en ganas". Respuesta de Putin:"Barack, ni me conmueve tu súplica ni me intimida tu verborrea porque mientras tú fumabas marihuana en Columbia y en Harvard ya yo estaba mandando al infierno a los enemigos de la madre Rusia."

Es cierto, sin embargo, que una solución militar está fuera de toda consideración. Ninguno puede desencadenar una agresión militar contra el otro, ya sea nuclear o convencional, sin correr el peligro de sufrir daños descomunales. Pero eso no quiere decir que Obama esté maniatado. El gobierno de los Estados Unidos puede utilizar su enorme poderío económico para desestabilizar una economía rusa cuyo rublo anda por los suelos. Puede suprimir las visas y congelar las cuentas en dólares de los oligarcas del Kremlin en bancos norteamericanos y poner a Putin a pelear con sus compañeros de fechorías. No son una estocada mortal pero son eficientes banderillas que, bien colocadas, podrían frenar futuros desafueros de Putin.

No podemos, por otra parte, esperar que Putin recapacite en cuanto a su agresión actual. Ya se tragó a Crimea y no dará marcha atrás. Pero si es importante impedir que en las próximas semanas o meses decida ocupar la tercera parte oriental de Ucrania donde reside una considerable población que habla ruso. Y también es de gran importancia desanimar a otros enemigos de los Estados Unidos como China Comunista de que imiten a Putin en el logro de sus ambiciones hegemónicas.

Para buscar inspiración y ejemplo Obama no tiene que ir muy lejos. Que le eche una mirada a las palabras de Ronald Reagan el 12 de junio de 1987 en la Puerta de Brandeburgo cuando dijo: "Secretario General Gorbachov, si busca paz, si usted busca la prosperidad de la Unión Soviética y Europa oriental, si busca la liberalización, venga aquí a esta puerta. Sr. Gorbachov, abra esta puerta. Sr. Gorbachov, derribe este muro." Una sola cosa. Gorbachov sabía que, además de palabras, Reagan tenía la capacidad y la decisión de utilizar el poderío militar. Por el bien de mis nietos y de los Estados Unidos no pierdo la esperanza de que Obama, aunque nunca será un Ronald Reagan, nos sorprenda poniéndose los pantalones.

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