Más de 1,2 millones de personas en el mundo pierden cada año la vida en la carretera. La Organización Mundial de la Salud (OMS) asegura que si esta tendencia continúa, las muertes por accidente de tráfico superarán en número a las causadas por el VIH, la malaria o la tuberculosis.
Las carreteras se han convertido en un arma de doble filo. Ejemplo de progreso y desarrollo, pero también causa de millones de muertes. El número de fallecidos por accidentes de tráfico aumenta cada año, sin medidas y políticas destinadas a poner freno a esta tragedia, en 2030 el número de víctimas se triplicará, así lo asegura el estudio “Road Kills”, amparado por el Pulitzer Center.
La mayor parte de las carreteras y autopistas se encuentran en los países más ricos. Las regiones empobrecidas albergan el 50% del tráfico a nivel mundial. Sin embargo, el 90% de las muertes en carretera se registran en estas zonas geográficas. Las cifras demuestran que estas tragedias guardan una fuerte relación con la falta de recursos. Se trata de “un problema que induce a la pobreza”, afirma Jose Luis Irigoyen, experto en seguridad de carreteras del Banco Mundial. Los accidentes de tráfico en “países de bajos y medios ingresos cuestan, por regla general, entre el 1 el 3% del PIB, una cantidad que puede compensar los mil millones de dólares de ayuda humanitaria que estos países reciben en la actualidad”.
En 2010, la dimensión del problema obligó a la Asamblea General de la ONU a adoptar la resolución “Década de Acción” para la seguridad en las carreteras. Así, por unanimidad, todos los miembros de la ONU se comprometieron a mejorar y promover la seguridad en todo tipo de vías. Estabilizar y reducir el número de muertes por accidentes de tráfico son los principales objetivos de este acuerdo mundial. Sin embargo, desde la fecha cerca de 5 millones de personas han perdido sus vidas en carreteras, autopistas y autovías.
Para el Banco Mundial, así como para otras organizaciones comprometidas con el desarrollo a nivel regional, la seguridad vial en una prioridad. A pesar de la toma de conciencia y la promoción de diferentes iniciativas para poner freno a esta tragedia, las ayudas y donaciones llegan con retraso y “están muy por dejado de los 24 millones de dólares destinados al Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA, la malaria y la tuberculosis”, apunta Irigoyen.
Los accidentes de tráfico se han convertido en una noticia habitual en los medios de comunicación. Las víctimas, convertidas en cifras y despojadas de cualquier tipo de humanidad, pasan inadvertidas. La falta de visibilidad de este problema explica la carencia de subvenciones y políticas destinadas a poner fin a esta crisis de salud pública. Una crisis que en 2030 podrá ser responsable de 3,6 millones de muertes anuales.
Estados Unidos, país pionero en seguridad vial, registra una media de 11,4 muertes por accidente de tráfico por cada 100.000 habitantes. Desde 1970, el gobierno norteamericano ha invertido en la mejora de autopistas, ha apostado por aumentar las medidas de seguridad estándares y ha endurecido las condenas para los conductores ebrios. Sin embargo, estas medidas no parecen suficientes para frenar la pandemia. En otras partes del mundo el problema se repite, pero la situación es muy diferente. Según el proyecto “Road Kills”, en muchos países no saber conducir no es un obstáculo para ponerse al volante. Kenia o Nigeria, donde el transporte público no existe o no es seguro, registran elevadas tasas de mortalidad, 20,9 y 33,7 muertes por cada 100.000 habitantes respectivamente. En el otro extremo se sitúa Suecia con 266 fallecidos por accidentes de tráfico, una tasa de 3 muertes por cada 100.000 habitantes. Un ejemplo, de que las políticas y medidas necesarias permiten afrontar con éxito esta crisis.
Gracias a “Roads Kill”, las muertes en la carretera no son sólo una cifra. Tomar conciencia de la dimensión e importancia del problema es el principal objetivo de este proyecto. Dar visibilidad y humanizar esta crisis que afecta a todos el mundo es imprescindible para ponerle freno. Carreteras sí, pero siempre hacia el progreso.