En marzo pasado, Li Keqiang, (primer ministro de China), solicitó ante el Fondo Monetario Internacional (FMI), la incorporación del yuan a los Derechos Especiales de Giro (DEG); son activos de reserva internacional creados en la década de los 60 por el FMI, para complementar las reservas de los bancos centrales y apoyar el sistema de paridades fijas establecido en 1944.
Fueron vinculados a un valor equivalente de 0.888 gramos de oro. Sin embargo, una vez que el presidente estadounidense Richard Nixon, finiquitó los acuerdos de Bretton Woods a inicios de la década de los 70, estos se definieron basados en un abanico de monedas.
Para cumplir con sus obligaciones, los países miembros del FMI compran los DEG y en otros casos los venden para ajustar la composición de sus reservas internacionales. En tal contexto, el FMI actúa como intermediario entre sus miembros y los tenedores autorizados de los DEG, garantizando los intercambios en monedas de libre circulación cada cinco años. La revisión de los DEG por el FMI teóricamente determinará la importancia de sus divisas en los sistemas financieros y comerciales mundiales.
Pese al creciente protagonismo de los países emergentes en la economía mundial, la composición de los DEG se mantiene inalterable: el dólar estadounidense tiene 42% de la cartera, el euro 37.4%, la libra esterlina 11.3%, y el yen japonés 9.4%.
El dólar bajó en un 60%, en la composición de las reservas de los bancos centrales de los últimos 15 años, no se ha modificado; la cuota de poder de Estados Unidos en el FMI continua intacta.
En general, habría que valorar los criterios para incluir una moneda en los DEG: primeramente la economía debería participar activamente en las exportaciones mundiales (China cumple dicha consideración); en segundo lugar, la moneda debía ser plenamente convertible, el país emisor mantendría abierta la cuenta de capital (incluyendo créditos e inversiones de cartera), donde los inversionistas internacionales compren-vendan activos financieros en la moneda pautada, siendo las “libres fuerzas del mercado” las que establezcan sus cotizaciones. Este último aspecto es el más controversial para China.
En 2010, los funcionarios del FMI rehusaron la incorporación del yuan, argumentando que estaba sujeto a controles de capital, enfatizando que pocos países realizaban transacciones bajo su denominación. Según ellos, el Banco Popular de China subvaluaba el tipo de cambio, apuntalando con ello la supremacía manufacturera del gigante asiático en el mercado mundial.
No obstante, China aprendió bien las lecciones de la historia económica. Exitosamente, ha evitado caer en las provocaciones del Departamento del Tesoro y el Sistema de la Reserva Federal, las instituciones que a través del presidente del FMI como vocero global, la acusan de manipular el tipo de cambio y, en consecuencia, insisten en la indiscriminada apertura de su cuenta de capital.
Los chinos concentran sus esfuerzos en mirar introspectivamente e impulsar, gradualmente, el proceso de liberalización financiera. Al mismo tiempo, promoverán el proyecto “Stock-Connect”, el mecanismo piloto que desde noviembre de 2014, permite comprar y vender acciones empresariales de China continental a través de la plaza financiera de Hong Kong.
China aumenta sus flujos de comercio e inversión en América Latina y el Caribe, los países del Norte de África, Medio Oriente, Europa, etcétera. Incluso con Estados Unidos, ha visto incrementados sus vínculos en materia económica.
En tanto Estados Unidos actúa unilateralmente en los ámbitos de las finanzas y la geopolítica, China se abre brecha a través del exorbitante aumento de su comercio exterior, que dicho sea de paso, constituye la fuerza más importante de la internacionalización del yuan.
En las últimas dos décadas, el ascenso de China ha sido, probablemente, el hecho de mayor relevancia geoestratégica. Empero, Occidente no la ha ubicado ni al resto de emergentes, en los esquemas de gobernanza global acorde a su peso geopolítico y económico. Sin lugar a dudas, el ascenso del yuan se ha tornado imparable.
*Diplomático, Jurista y Politólogo.
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