Aislamiento, enemigo de la salud
“La soledad y el aislamiento social están relacionados con el declive de las funciones cognitivas y el riesgo de desarrollar enfermedades mentales”
Por Laura Zamarriego Maestrer
El daño producido por la soledad es equiparable a fumarse quince cigarrillos diarios. Lo sostiene Julianne Holt-Lunstad, autora del estudio Social Relationships and Mortality Risk: A Meta-analytic Review. La razón, apunta, se encuentra en que la falta de relaciones sociales y afectivas hace aumentar el estrés y empuja a la persona a un estilo de vida menos saludable. Por el contrario, “cuando alguien se siente conectado a un grupo, se sabe responsable de otras personas y ese sentimiento de tener un objetivo, de tener un propósito, se traduce en cuidarse más y tomar menos riegos”, afirma.

La investigación de la profesora Holt-Lunstad alerta sobre la gran cantidad de personas que viven solas en los países occidentales, en su mayoría ancianas. Solo en España, la cifra asciende a 1,5 millones, según datos de la Fundación Amigos de los Mayores.

“El derecho a un envejecimiento activo y saludable choca con la soledad a la que muchos se enfrentan y con las barreras arquitectónicas que tienen que sortear”, señala Carlos Miguélez, responsable de Comunicación de Solidarios para el Desarrollo, una organización con programas de convivencia intergeneracional. “Estas barreras, el aislamiento y el miedo a que les pase algo les impide salir de su casa para dar un paseo, hacer la compra u otras actividades que cualquiera da por sentadas en su vida diaria. Al aislarse, se van distanciando de la vida real”.

Es el caso de Jesús, que lleva 13 años sin salir de su casa por problemas de movilidad que le impiden bajar o subir escaleras. “Debido a mi patología paso mucho tiempo desconectado de la vida. Me ayuda una azotea grande que hay aquí, desde la que me asomo a la calle y respiro. Así es como conecto con el espacio exterior”, cuenta.

Según concluye una investigación recogida en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), las personas mayores que apenas reciben visitas tienen un 50% más de posibilidades morir de forma prematura que aquellas que mantienen lazos sociales. El estudio pone el foco en el efecto que tiene la soledad sobre el cerebro.

“La soledad y el aislamiento social están relacionados con el declive de las funciones cognitivas y el riesgo de desarrollar enfermedades mentales”, alega Andrew Steptoe, del University College London (UCL) y responsable de la investigación. “Debemos empezar a entender que la salud no es solo algo relativo al cuerpo, de si todos los órganos funcionan como deben, sino que también depende de la actividad social”.

Los expertos aseguran que la comunicación humana es la esencia del normal funcionamiento del cerebro.

“La soledad impide una buena estimulación cerebral y el cerebro necesita de estímulos para fomentar la aparición de espinas sinápticas y generar plasticidad neuronal”, explica José Luis Molinuevo, coordinador de la Unidad de Alzhéimer en el Hospital Clínic de Barcelona y director científico de la Fundació Pasqual Maragall.

Las relaciones sociales, advierte, son un poderoso estímulo tanto intelectual como emocional. Carecer de ellas, sin embargo, aumenta el riesgo de sufrir depresiones. Además, los efectos sobre el metabolismo y el sistema nervioso pueden empeorar la calidad del sueño.

A nivel fisiológico, la soledad también afecta el sistema cardiovascular. Se ha demostrado que sentirse aislado aumenta el riesgo de padecer enfermedades coronarias y que las personas solitarias tienen mayores valores de tensión arterial y frecuencia cardiaca. Los niveles de cortisol (hormona implicada en el estrés) también muestran valores superiores. Las personas con un menor apoyo en su entorno quizá precisen estar en alerta para controlar las posibles dificultades que surjan. Si a esto le sumamos las pérdidas de capacidades propias del envejecimiento, las posibilidades de que la persona mayor perciba soledad y desamparo se intensifican.

Para la psicóloga Andrea Henning “el calor humano es como el alimento. Los vínculos son esenciales para el desarrollo. Desde que somos niños necesitamos los cuidados de otros seres humanos para sobrevivir. Si no tienes ese estímulo, merman tus capacidades cognitivas y no nace la motivación”, sostiene la especialista, quien repara en que la soledad en la que viven muchas personas mayores nos concierne a todos: “Nos afecta también a nosotros, a los jóvenes, porque nos estamos perdiendo un tesoro, que es su experiencia, sus biografías”.
“Jamás hallé compañera más sociable que la soledad”, decía el filósofo británico Henry David Thoreau. Así pues, la soledad es agradable cuando se tiene a alguien con quien compartirla.




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