actualizado 23 de enero 2015    
En nombre de la humanidad
La esperanza está en el corazón de cada hombre que lucha por la humanidad
Por José Carlos García Fajardo
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Hay cansancio de las cosmovisiones tradicionales. Padecen fatiga las escuelas de filosofía y de economía erigidas en metafísica.

La lógica paradójica, el principio de incertidumbre, la física cuántica, la ingeniería genética, la revolución de la biología transforman nuestro imaginario que se conmociona con la revolución de la comunicación y de la informática.

Negroponte habla de la contracultura que emerge del paisaje digital. “La tecnología digital puede ser una fuerza natural que atraiga a una mayor armonía mundial”. Los ricos son hoy los jóvenes y los desprotegidos los viejos. Hay un culto desaforado a lo joven, quizás para dominarlos mejor.

Philippe Breton subraya los puntos de conexión entre el culto de Internet y el movimiento contracultural que animó las revueltas estudiantiles de los sesenta. Buscan propuestas alternativas como pretendieron la beat generation o los hippies. No han muerto (del todo) Ginsberg, Kerouac, Watts, Kesey, Cassady, Leary o Dylan.

Observa Breton una continuidad entre el movimiento underground e Internet. En la ruptura con el mundo (drop out), experiencias iniciáticas, vida en comunidades, deseo de igualdad y adhesión a una cultura no violenta y solidaria que obliga a echarse a las calles contra “la bota que pisa un rostro humano”, de Orwell.

Los vagabundos celestes de Kerouac navegan por las autopistas (on the road) de la comunicación para no ser devorados por el consumismo de un mundo que no les gusta pero de cuyas conquistas se sirven.

“El descubrimiento, por experiencia personal, de que existen otros estados de percepción suele ser revolucionario; cambia la vida porque cambia la visión del mundo. El descubrimiento de la relatividad de la realidad y la existencia de estados diferentes al sueño y al estar despierto, es la revolución intelectual del siglo; una revolución mental comparable a la de Copérnico, pero más importante, porque puede cambiar la vida humana y la relación entre los hombres y la naturaleza. La realidad ya no es este estado impuesto como único válido por el racionalismo y la ciencia mecanicista; la realidad es relativa: existen realidades diferentes, cualitativamente tan distintas entre sí como el soñar y estar despiertos”, escribe Luis Racionero.

François Brune, escribe “siempre habrá presión de las instituciones para llamar al orden a los que deciden vivir a su manera”. Habrá conflictos lejanos para hacernos olvidar las injusticias cercanas. En nombre del hombre debemos rechazar la tentación de aullar como lobos por miedo a ser corderos, porque no hay liberación colectiva sin reconquistar la libertad interior.

La esperanza está en el corazón de cada hombre que lucha por la humanidad.

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