El 25 de enero de 2016, tendrán lugar las elecciones generales de Grecia. En ellas se disputarán los 300 escaños del Parlamento griego. Todas las encuestas señalan como vencedor a la Coalición de la Izquierda Radical (SYRIZA) liderada por Alexis Tsipras.
El partido de izquierda, promete renegociar el paquete económico impuesto por la troika integrada por el Banco Central Europeo, Comisión Europea (Bruselas) y Fondo Monetario Internacional.
El espectacular ascenso en votos de Syriza (partido izquierdista que defiende el fin de la austeridad); las medidas de choque contra la pobreza; las reformas administrativas públicas y la reestructuración ordenada de una deuda impagable.
No obstante, burócratas de Bruselas y gobernantes de la Unión Europea, opinan que la única forma de que Grecia se salve sin contagiar al sur del continente, es que mantenga a raya las cuentas públicas aunque se agudice el ya dramático e insostenible empobrecimiento general.
Las trágicas consecuencias del plan de rescate, inclinarían a muchos votantes hacia la formación política con posibilidades de victoria que ofrece una esperanza real de cambiar el rumbo; bastaría un moderado desplazamiento de los sufragios a favor de Syriza, para que la prima que el sistema electoral otorga al partido más votado le otorgue mayoría absoluta en el Parlamento, allanándole el camino al Gobierno.
Considerando el complejo mapa político, se vislumbra un período de inestabilidad con capacidad de negociar alianzas de Gobierno, que exigirá a todas las formaciones una medicina escasa: pragmatismo.
Sin embargo, deberán flexibilizar su programa para demostrar a la Unión Europea, que una tercera vía es aún posible, que no se apuesta a todo o a nada la partida, sino que hay margen para maniobrar dentro de una escala de grises.
Discretamente, los numerosos contactos de Tsipras con políticos e instituciones comunitarios, se dirigen a alcanzar un compromiso aceptable para ambas partes sin negociar una ruptura de la salida del euro. Ello implicaría la permanencia en la moneda única, permitiendo paliar la situación de los griegos sin que ello signifique otra humillación para el país.
La Comisión Europea y el Euro-parlamento, han logrado salir de veladas amenazas recordándoles frente al alarmismo alemán dos cosas: que los griegos son libres de votar a quien deseen sin presiones externas; y que la pertenencia de un país a la zona euro es irrevocable según los tratados comunitarios. Ni siquiera existe un mecanismo para la salida de un país, pero ello no es imposible.
Europa cada día se convierte paulatinamente en una dictadura; cuando sus responsables amenazan y se dan determinados resultados electorales, o si la gente respalda políticas que no sean las que quieren aplicar los grandes poderes.
La mayoría de personas perciben que cuando se debilita la democracia, como ocurre actualmente en Europa, se hace muy difícil que la voluntad popular, por mayoritaria que sea, pueda realizarse.
Además de los fondos adicionales procedentes del Banco Central Europeo, la troika querrá aprovecharse de las necesidades de financiamiento que requiere Grecia para pagar parte de su deuda, valuada por algunos economistas en 20.000 millones de euros y tratar de evitar el colapso de las entidades financieras.
Su programa esta articulado en cuatro pilares: aliviar la “crisis humanitaria” de la población más afectada; revitalizar la economía; fomentar el empleo; reformar el Estado y las administraciones.
Alexis Tsipras, recurrió al ejemplo alemán de 1953, cuando borró la mayor parte del valor nominal de su deuda, para defender lo que su partido quiere hacer nomás llegue al gobierno. Las elecciones podrían cambiar abriéndose a una renegociación basada en la remisión de la deuda y en un innovador programa de recuperación del ámbito social.
Las encuestas pronostican, una probable victoria de Syriza. Frente a tal perspectiva los ataques de la troika y de la prensa internacional de negocios no se harán esperar para amedrentar al electorado. Banqueros y financistas vuelven a temblar de pánico.
*Diplomático, Jurista y Politólogo.