La democracia tiene enormes retos que alcanzar para consolidarse como una efectiva forma de gobierno en los países en desarrollo. La enorme falta de credibilidad y confianza que experimentan los gobiernos alrededor del mundo, aunado a la insatisfactoria respuesta política para solucionar las demandas ciudadanas ha generado que desde la administración pública se busquen alternativas innovadoras para recuperar la venia del ciudadano.
Hay diversas razones que explican este déficit de credibilidad y confianza, entre ellas sobresalen la falta de efectividad de los gobiernos para resolver problemas básicos como la pobreza, el hambre o la seguridad. Otra de las razones es el alejamiento que perciben los ciudadanos de sus gobiernos, quienes solamente son tomados en cuenta en el momento de la elección, nunca más allá.
Una de las respuestas que han brindado los estudiosos de la administración pública para resolver ambos problemas (el de efectividad e inclusión) ha sido el modelo de “política centrada en el ciudadano”, el cual reconoce a los ciudadanos como actores activos en el proceso de las políticas públicas, privilegiando sus demandas y necesidades en el centro de la toma de decisiones.
Mas allá del discurso político, que pretende convencer con la promesa de gobernar para el ciudadano, una política centrada en los ciudadanos debe contar por lo menos con cinco características generales: ser personalizada, enfocarse en la creación de valor público, utilizar evidencia científica para la toma de decisiones, incluir mecanismos de participación ciudadana en todas las etapas de una política pública, así como conminar al individuo a tomar decisiones racionales.
Una política centrada en el ciudadano reconoce que existen diversos públicos en los que la política tendrá alguna incidencia, por lo que es indispensable diferenciar a los actores directos e indirectos a convocar, identificando la multiplicidad en su rol social. En este tenor, por ejemplo, si se realiza una política de transporte se convoca obviamente a transportistas, pero también a los consumidores, con el fin de encontrar los elementos comunes entre ellos para realizar una política con mayor consenso y legitimidad.
En el caso de la creación del valor publico, se reconoce la necesidad de que toda institución y programa gubernamental debe sustentarse en las aspiraciones de los ciudadanos, en el interés general. Lejos de lo que se hacía tradicionalmente, donde el interés general era definido por el grupo en el poder, en una política centrada en el ciudadano el gobierno se convierte en un facilitador, para que sean los ciudadanos (aquellos con mayor interés) los que definan el valor público de las políticas gubernamentales.
Ello se logra justamente mediante la participación ciudadana, en este caso mediante la consulta. Sin embargo, existen otras formas de participación como las encuestas, los comités ciudadanos, los referéndums o los plebiscitos, que empoderan al ciudadano para tener incidencia en todas las etapas de una política púbica; en su diseño, implementación, evaluación y monitoreo.
Para que una política pública sea exitosa el gobierno debe hacer uso del conocimiento y la experiencia de los ciudadanos, en específico de los expertos. Los países exitosos en sus modelos de gobierno han sido aquellos que empoderan a la academia para tomar las mejores decisiones, favoreciendo a la mayoría de ciudadanos. Este proceso requiere de imparcialidad ideológica y objetividad científica, pues su fin no es la persuasión político-electorera, sino la efectividad basada en la evidencia científica.
El gobierno como facilitador puede generar incentivos para que los ciudadanos tomen decisiones racionales, esto es, aquellas decisiones que les traigan los mejores resultados (en su salud, alimentación, estilo de vida, etc.). Ello puede lograrse con medidas “paternalistas libertarias” un termino acunado por Richard Thaler y CassSunstein que se refiere a modificar el contexto (arquitectura de decisión) para que las personas tomen las mejores decisiones. Un ejemplo sencillo es incluiren los envases de vidrio o plástico el valor económico de este material para fomentar el reciclaje.
El gran caballo de batalla de esta nueva tendencia en la administración pública es que usted, estimado lector, como ciudadano cuestione al gobierno en su actuar, le pregunte cómo consultaron a la población para elegir X o Y política pública, qué valor público genera, cómo se monitorea, qué base científica la sustenta; era la mejor opción o habían otras. El gran reto de una política centrada en el ciudadano es que los actores torales de la democracia crean en su empoderamiento, y se organicen para ser un contrapeso efectivo ante la política y sus actores, para contagiarlos en nuestra legitima defensa del interés general.
Twitter @Nacho_Amador
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