Contaminación mental
Es importante librarnos de la contaminación mental
Por Herminio Otero
Muchas personas no viven felices, aunque quisieran: para ellos todo son problemas porque todo les preocupa. Sin embargo, ante una situación determinada, distintos protagonistas del mismo suceso reaccionan de forma distinta. La diferencia radica no en el acontecimiento externo, sino en el punto de vista que cada uno tiene de él. Ya en el siglo I antes de Cristo decía Epicteto que “la gente no se perturba por los acontecimientos, sino por la opinión que tiene sobre los acontecimientos”.

En el ser humano se relacionan de forma intima los pensamientos, los sentimientos o emociones y la conducta. Cada uno de ellos influye en los demás, pero el pensamiento “crea” la emoción correspondiente y determina la acción en cada momento. Por eso es importante detectar los signos de contaminación mental.

Nuestros pensamientos fluyen como la sangre en nuestro interior, sin que a veces seamos conscientes de su presencia. Pero sí notamos sus consecuencias, pues alimentan un diálogo interno que provoca en cada momento unos sentimientos y emociones concretos. Estos pensamientos pueden ser adecuados a la realidad. En ese caso, lo serán también las emociones o sentimientos que provocan. Pero otras veces también pueden resultar distorsionados, con lo que se produce una contaminación mental peligrosa, pues se movilizan nuestros sentimientos más dolorosos o perturbadores.

Es necesario sacar a la luz estos pensamientos distorsionados para reconocer los principales errores de pensamiento que utilizamos en nuestros diálogos internos y así librarnos de la contaminación mental. Algunos de los más frecuentes según el psicólogo Ramiro J. Álvarez, se basan en focalizar nuestra atención en los detalles negativos y olvidar el contexto, creer que todo es “blanco o negro” y olvidar los matices intermedios o generalizar a partir de un hecho aislado. También en creer que sabemos lo que piensan otros, en ser catastrofistas, sentirnos el centro del universo o dirigidos y controlados por factores externos. Así como en tratar de imponer nuestro código de justicia e influir al resto, sin tener en cuenta que la única persona de la que podemos estar seguros de poder cambiar en algún aspecto somos nosotros mismos.

Por otro lado, el psicólogo Albert Ellis ha propuesto la teoría del A-B-C, que constituye el fundamento de su terapia racional-emotiva: cuando nos enfrentamos a un acontecimiento activador (A), reaccionamos con una determinada emoción o conducta (C), provocada no por el acontecimiento en sí sino por nuestros propios pensamientos, derivados del sistema de creencias (B) o valores que hemos adoptado. Muchas de las ideas que hemos adquirido desde la infancia (códigos culturales) no las hemos cuestionado nunca seriamente, aunque a veces sean completamente irracionales.

Por eso es importante librarnos de la contaminación mental. Ellis plantea algunos principios que pueden ayudar a liberarnos de muchos pensamientos automáticos e ideas irracionales que nos llevan a ver el mundo con una visión negativa y nos hacen sufrir: No creer que “para ser feliz, es necesario que todo el mundo nos aprecie, nos apruebe y nos trate con simpatía”. No sentirse en la obligación de tener que demostrar que uno entiende de todo y que es competente en todo. También rechazar el pensamiento de que “algunas personas son malas y merecen un escarmiento o la reprobación social”, incluido uno mismo. Liberarse de la opinión de que “es horrible que las cosas no salgan como a uno le gustaría” o que “muchas desgracias se originan por causas ajenas y porque así está escrito”. Tampoco estar siempre preocupado y esperar lo peor por si algo puede salir mal o resulta peligroso, ni pensar que es mejor evitar las responsabilidades que enfrentarse a ellas. De igual forma que llegar a pensar que lo ocurrido en el pasado nos ha afectado de tal manera que no se puede borrar, y que eso determina nuestra conducta pasada y futura. Ni pensar que “debemos sentirnos muy preocupados por los problemas y perturbaciones de los demás” o que “existe un solución precisa y concreta para cada situación y que si no la encuentra sobreviene la catástrofe”. Estas son algunas de las claves, que si nos damos cuenta, habremos iniciado el camino para liberarnos de la contaminación mental.




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