Alfredo M. Cepero, Director de la Nueva Nación.
FotoEl número de aspirantes a la postulación por el Partido Republicano es el mayor jamás registrado desde que Abraham Lincoln fue postulado en la Convención Nacional Republicana de 1860, en la ciudad de Chicago.
Ahora, casi dos docenas de candidatos republicanos de distintas ideologías, religiones, fortuna personal, sexos y razas aspiran a enfrentarse a Hillary Clinton, la candidata con mayores probabilidades de ser postulada por el Partido Demócrata. Sin embargo, lo que cuenta para estos aspirantes republicanos son las probabilidades que cada cual tenga de ser postulado por su partido, así como de ser lo suficientemente atractivo a los electores independientes--que son quienes decidirán las elecciones--como para resultar electo en las presidenciales de 2016.
Dentro de esta literal sopa de letras han destacado nombres de candidatos con cuantiosas fortunas personales, largas trayectorias políticas y amplia experiencia en la administración de gobiernos estatales. Hace un año muy pocos analistas y consultores políticos consideraban al senador republicano por la Florida, Marco Rubio, como un aspirante con probabilidades de resultar postulado por su partido.
Marco no es un hombre acaudalado, su trayectoria política ha sido relativamente breve y jamás ha administrado una demarcación política o una empresa privada. Sus detractores han llegado a endilgarle el "San Benito" de ser una versión cubana de la elocuencia y la inexperiencia de Barack Obama. Han dicho incluso que su "cara de bebé" le resta fuerza y credibilidad a sus aspiraciones presidenciales.
Dicho en términos simples: Marco Rubio ha sido subestimado por detractores y por adversarios como un candidato presidencial viable, algo que seguramente lo ha hecho feliz. Porque esta no es la primera vez que Marco Rubio ha convertido el error de sus adversarios de percibirlo como un "perdedor potencial" en un arma para salir victorioso en campañas políticas. Para comprobarlo sólo hay que pasar revista a la paliza que le propinó al ex gobernador floridano Charlie Crist durante la campaña por un escaño senatorial en las parciales de 2010.
Crist lo tenía todo. Experiencia administrativa, fondos de campaña, conocida imagen política, altos niveles de popularidad y hasta el apoyo de la maquinaria del partido. Mientras los adversarios de Marco lo subestimaron sus amigos le aconsejaron que no se apurara y que esperara su "turno", porque tenía la juventud para esperar. Pero este joven ha demostrado no estar dispuesto a esperar "turnos" porque le sobran habilidades con las cuales crear las condiciones para triunfos electorales inesperados y relámpagos. Como Don Quijote contra los molinos, se lanzó a la arena política en una campaña tripartita donde compitió contra Christ--que aspiró como independiente-- y el demócrata Kendrick Meek. El resultado: Rubio 49, Crist 30 y Meek 20. Misión cumplida y nació una estrella.
Esa estrella brilla ahora con luz propia en el firmamento republicano y se propone proyectar su luz sobre unos Estados Unidos embargados por las sombras de la ineptitud, la pusilanimidad y el fanatismo de Barack Obama. En enero de este año, una encuesta conducida por Zogby Analitics se ubicaba a Marco Rubio en tercer lugar entre los aspirantes presidenciales republicanos con un nivel de aprobación de 13 por ciento, superado únicamente por los acaudalados ex gobernadores Mitt Romney y Jeb Bush.
Abundando sobre encuestas, hace escasamente una semana, según Real Clear Politics, Romney había desaparecido, Bush mantenía un nivel de aprobación de 14.8 por ciento y Marco ocupaba un tercer lugar con un 12.2 por ciento, superado únicamente por el Gobernador de Wisconsin, Scott Walker, con un 13 por ciento. Y más allá de las encuestas, un analista político de la perspicacia de Charles Krauthammer, de la Cadena Fox News, considera que, en estos momentos, Marco Rubio es el aspirante con más probabilidades de ser postulado por el Partido Republicano y de ganarle a Hillary Clinton. De hecho, fuentes cercanas a esta señora afirman que Rubio es el candidato que la mantiene despierta en sus noches de megalomanía y avaricia.
Por otra parte, ustedes y yo sabemos que estos niveles de popularidad están sometidos a variaciones constantes y a veces inexplicables. Que en los 17 meses que nos separan de las presidenciales de 2016, seremos testigos de docenas de cambios en los niveles de popularidad de los candidatos. Pero, como lo ha demostrado antes, Marco Rubio es un hombre con una misión que no presta atención a las encuestas, no teme a los obstáculos, ni se deja intimidar por los adversarios. En el 2010, le ganó la partida a Charlie Crist. En estas presidenciales de 2016 le presentará batalla a sus adversarios, incluyendo a su antiguo mentor Jeb Bush.
Todo indica además que va a competir para ganar, no para mitigar el aburrimiento o satisfacer ansias de notoriedad como hacen algunos de los que integran la larga y estrambótica lista de aspirantes republicanos. Y yo creo que tiene grandes probabilidades de ganar porque Marco Rubio despliega una inusual seguridad en mismo, no teme asumir riesgos, tiene una habilidad especial para escoger sus temas de campaña, muestra una marcada ecuanimidad para responder preguntas controversiales y no pierde tiempo en recuperar el terreno perdido, tal como lo hizo en el tema de la inmigración.
Resulta asimismo revelador que, en sus declaraciones de campaña, Marco no diga "si soy electo presidente" sino "cuando sea electo presidente". Él lo da por hecho y anda de prisa con su característica velocidad de meteoro. Porque sabe que la situación es desesperada y que la tarea será difícil y prolongada. Que tendrá que desenredar la madeja de errores y claudicaciones de un presidente que se ha empecinado en transformar a la primera potencia del mundo en una inocua nación tercermundista. Esto equivale nada menos que a dejar a merced de una manada de hienas a un león al que le arrancaron las garras y los colmillos. En este caso, las hienas se llaman Rusia, China, Irán, Corea del Norte, Cuba, Hezbollah, ISIS, al Qaeda, Boko Haram y otras que harían la lista demasiado larga.
En Marco vemos, por otra parte, una especie de simbiosis de John Kennedy y de Ronald Reagan, la frescura del primero y los principios del segundo. Y como los dos un carisma extraordinario para granjearse la simpatía del gran público norteamericano. Incluso antes de ser electo, ha tenido la audacia de ofrecer una "Doctrina Rubio" sobre política exterior. Ha dicho que la misma está basada en tres pilares que son: Poderío Militar Norteamericano, Protección de la Economía Norteamericana en un mundo globalizado y Claridad Moral a la hora de aplicarla. En este sentido ha dicho:"El objetivo del poderío militar de EEUU es prevenir la guerra en vez de promoverla". Despliega su orgullo de este país diciendo que: "Los Estados Unidos son la primera potencia en la historia motivada por el deseo de expandir la libertad en vez de por conquistar territorios".
Y quizás lo más emotivo para nosotros los cubanos es que Marco Rubio se siente orgulloso de sus padres cubanos y que quiere para Cuba la misma libertad que disfrutan los Estados Unidos y que él se propone defender frente a los enemigos de este país. En unas declaraciones con motivo del 20 de mayo, aniversario de la independencia de Cuba, Marco dijo: "Nunca debemos de olvidar que la única forma de verdadera independencia para el pueblo de Cuba consiste en un régimen de libertad y democracia, y nosotros debemos de dedicar los esfuerzos de esta nación a ayudarlos a lograr ese objetivo vital". Tomen nota los tiranos y aquellos que contribuyen a prolongar su tiranía porque se les acaba el tiempo.
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