Los terribles ataques en París del pasado 13 de noviembre han generado fuertes reacciones contra los refugiados de las guerras de Siria, Irak y Afganistán. En las redes sociales está circulando una caricatura de un indígena estadounidense que le dice a un peregrino: “Lo lamento, pero no aceptamos refugiados”. Mientras los estadounidenses nos preparamos para celebrar una de las fiestas nacionales más importantes de Estados Unidos, el Día de Acción de Gracias, se ha desatado una ola de xenofobia en todo el país. Paradójicamente, el Día de Acción de Gracias conmemora la ayuda y los alimentos proporcionados por los indígenas a los refugiados ingleses que llegaron en busca de una vida mejor, libre de toda persecución religiosa.
En el Congreso de Estados Unidos se presentaron al menos seis proyectos de ley diferentes para impedir que se destinen fondos federales al reasentamiento de refugiados de Siria e Irak, y para otorgar facultades a los estados para que les impidan ingresar a “su territorio”. Es como si de pronto hubiera 50 “miniestados” que crean sus propios puestos de control fronterizos y detienen a todos los viajeros en busca de un sospechoso, es decir, de todos los sirios. Esto es básicamente lo que han solicitado hasta ahora 31 gobernadores de Estados Unidos. El gobernador de Kansas, Sam Brownback, emitió una orden ejecutiva que prohibe a los organismos del gobierno estatal cooperar de cualquier forma con las iniciativas de ayuda a refugiados sirios. El presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, y el líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, con el apoyo del senador demócrata Chuck Schumer, solicitaron que se suspendiera el programa para refugiados sirios.
En Europa, se están proponiendo políticas similares. Polonia anunció que ya no cumpliría con el compromiso asumido por la Unión Europea de aceptar refugiados sirios. Los partidos de extrema derecha de Francia y Holanda también han ganado terreno con el discurso en contra de la inmigración.
Peter Bouckaert, director de emergencias de Human Rights Watch, dijo en el noticiero Democracy Now!: “Es moralmente condenable y a la vez erróneo desde el punto de vista de los hechos equiparar a estas personas con terroristas”. Bouckaert ha estado los últimos meses en los Balcanes y Grecia siguiendo de cerca la crisis de los refugiados. “De hecho, ellos están huyendo de los terroristas y han tenido que sufrir los horrores de las guerras de Irak, Siria y Afganistán. Muchos de ellos vienen con sus familias, intentando darles seguridad y un futuro mejor en Europa, y deberían ser bienvenidos. Ellos contribuirán a nuestra sociedad y tienen derecho al asilo”, afirmó.
Si bien la caricatura del hombre indígena y el peregrino puede resultar graciosa, la crisis no lo es y las imágenes de las guerras y el éxodo de los refugiados son escalofriantes. Bouckaert fue una de las primeras personas que compartió la foto de Aylan Kurdi, el niño de tres años de edad que apareció tirado boca abajo en una playa de la localidad costera de Bodrum, en Turquía, tras haberse ahogado luego de que el precario bote en el que viajaba junto a su familia y otros refugiados sirios naufragara. En el mes de septiembre, la familia Kurdi estaba intentando llegar a Grecia desde Turquía, a tan solo unos 20 kilómetros de distancia al otro lado del Mar Egeo. Compraron pasajes en el bote de un contrabandista, que naufragó. Aylan, su hermano y su madre murieron ahogados junto con al menos otras dos personas. Las fotos del pequeño cadáver de Aylan, primero tirado en la arena y, luego, en brazos de un soldado turco, sacudieron la conciencia del mundo. Bouckaert indicó: “Esa sigue siendo la realidad de las playas de Europa, se siguen ahogando dos Aylan Kurdi por día”.
Uno de los principales argumentos utilizados por quienes quieren negar el ingreso de refugiados sirios es que en la escena del crimen de los atentados de París se halló un pasaporte sirio, que presuntamente pertenecía a uno de los atacantes suicida, lo cual contribuye a la creencia de que yijadistas violentos pueden ingresar a Europa haciéndose pasar por refugiados.
Bouckaert explicó: “Si cerramos la puerta a estos refugiados, estaremos contribuyendo a la propaganda de victoria del ISIS. Y creo que es justamente por ese motivo que dejaron un pasaporte sirio falso en la escena de los ataques, porque les encantaría que le cerremos las puertas a la gente que está huyendo de su llamado califato islámico. Los valores estadounidenses se basan en acoger a refugiados. Nuestra herramienta más poderosa en la guerra contra el extremismo islámico son nuestros valores. No son nuestros aviones de combate ni nuestras bombas. La única forma de combatir esta brutalidad y esta barbarie es mediante nuestros valores”.
Sin embargo, la respuesta de Estados Unidos, Francia y Rusia al terrorismo es destruir la ciudad de Raqqa, considerada la capital del autodenominado Estado Islámico, pero también el lugar donde viven cientos de miles de civiles que ahora se convertirán en refugiados atemorizados que seguirán a los millones que ya han huido para darse cuenta de que no tienen un lugar a donde ir. Además, están los refugiados de países como Irak y Afganistán, personas que huyen de las guerras libradas por Estados Unidos.
Han pasado casi 400 años desde aquel primer banquete de Día de Acción de Gracias en Massachusetts. Si se permite que continúen en pie políticas xenófobas como las que amenazan con impedir el ingreso de refugiados de estas guerras, éstas se convertirán en el vergonzoso centro de mesa de las celebraciones del Día de Acción de Gracias de este año.
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