Ni el hacker más adiestrado, ni el Gobierno más totalitario, ni el servicio de inteligencia más sofisticado podrán espiar los mensajes que circulen por WhatsApp. La compañía de mensajería instantánea promete que con su nueva política de privacidad estarán blindados los textos, fotos, vídeos e incluso las llamadas telefónicas; únicamente tendrán acceso a los contenidos el emisor y el receptor. Desde esta semana, el sistema de encriptado de extremo a extremo garantiza el secreto total de las comunicaciones. WhatsApp se reviste de una capa de invulnerabilidad que aspira a poner coto a todo tipo de fisgones informáticos, incluso a aquellos que pinchan las líneas con una orden judicial en la mano.
Hasta tal punto la firma propiedad de Facebook confía en su protocolo de codificación que proclama alto y claro que ni siquiera la propia compañía puede descrifrar los contenidos. La idea, según la empresa, es simple: cuando se envía un mensaje, sólo pueden leerlo la persona o el grupo de chat al que es enviado. “WhatsApp asegura que solo tú y el receptor pueden leerlo”, afirma con solemnidad. Los usuarios han comenzado a recibir esta semana en sus móviles un aviso con un simbólico candado para informarles de que ahora los mensajes son “seguros” gracias a la nueva arquitectura de cifrado, de la que se beneficiarán los mil millones de cuentas que tengan activa la última versión de la aplicación. Sus ingenieros advierten de que es imposible desactivar la opción de codificación.
No es casualidad que el encriptado de los mensajes se ponga en práctica poco después de que el FBI solicitara a Apple los datos del iPhone de uno de los terroristas de San Bernardino (California) y la compañía tecnológica hiciera caso omiso escudándose en que estaría vulnerando el compromiso de preservar la privacidad de sus clientes. Pero el FBI logró acceder finalmente a los contenidos almacenados en el móvil, demostrando así que la seguridad de la firma de la manzana es vulnerable.
En realidad, el paso que acaba de dar WhatsApp para proteger las comunicaciones de sus millones de usuarios viene obligado por la competencia. Otras aplicaciones, como Telegram, llevan inscrita en su tarjeta de visita que su sistema es infranqueable y sus mensajes inaccesibles ante hipotéticas intromisiones de terceros. El blindaje de esta marca parece realmente inmune a las operaciones de rastreo porque es la utilizada por el autodenominado Estado Islámico. Telegram tiene tal confianza en la inviolabilidad de su seguridad que ha ofrecido una recompensa de 260.000 euros a la primera persona que sea capaz de abrir una vía de agua en su software de cifrado.
En un tiempo en el que las autoridades de protección de datos luchan por preservar la privacidad, algunos gigantes tecnológicos han dado un paso firme. Más allá de los derechos del usuario, lo que está en juego es su negocio.
NOTA DEL EDITOR: El diario La Jornada insta a los lectores a dejar sus comentarios al respecto del tema que se aborda en esta página, siempre guardando un margen de respeto a los demás. También promovemos reportar las notas que no sigan las normas de conducta establecidas. Donde está el comentario, clic en Flag si siente que se le irrespetó y nuestro equipo hará todo lo necesario para corregirlo.