El rostro de Dios es un rastro de amor
Perdónanos si no te llevamos dentro
Por Víctor Corcoba Herrero 
Víctor Corcoba Herrero/Escritor

Foto
I.- ¡Ven, Señor!

Hoy más que nunca necesitamos despertar,
es tan fuerte el congoja de las noches,
que hemos de reanimarnos con el verso
de los ángeles, para poder discernir
los caminos y hallar la paz en los días,
en nuestra conciencia tantas veces eclipsada.

Todo parece estar poseído por la maldad,
dominado por los falsos dioses, endemoniado,
forzado por tanta rigidez doctrinal, maldito,
pero hemos de negarnos a caer en sus trampas;
rechacemos por siempre las sendas de los hombres,
abrámonos a Dios para siempre en su bondad.

Esta mundanidad que nos acorrala como tormento,
nos está dejando sin ánimo para poder sentir,
lo que nos impide concertar la mente a la acción,
e injertar la fuerza del corazón al pensamiento,
pues aquel que piensa tampoco se deja engañar,
que si el engaño ahorca, el desengaño ahoga.

Son tantas las seducciones vertidas a diario,
tantos los egoísmos cultivados en abrazos,
tantas las codicias cautivas del ser humano,
tantos los narcisismos sujetos a uno mismo,
que pido a Dios nos ayude a reencontrarnos,
a ser nosotros, un alma que ansíe: ¡ven, Señor!.

II.- ¡Somos tu fruto!

Dulce Jesús, tú que fuiste hombre
de gestos, más que de gestas,
que te dejaste crucificar para redimirnos,
injértanos de paciencia para que esta vida
de gemidos, se perfume de tu amor,
y podamos respirar el incienso de los clavos.

Sabemos que el rostro de Dios es un rastro
redentor, de infinita misericordia,
que permanece en nosotros
a la espera de nuestra llamada,
que se desvive por cada uno, como fuente
de esperanza, como manantial de luz.

Perdónanos si no te llevamos dentro,
auxílianos en todo momento,
propicia nuestro encuentro con el Padre,
despéjanos la puerta del cielo, claréanosla,
para percibir el infinito amor del Creador,
donado en gratuidad, a pesar de nuestros pesares.

Aparta de nosotros la afrenta de este ahogo;
vos, Señor, el plenamente encarnado,
decaído en la Cruz, pero glorificado después,
pues nuestras llagas son tus llagas,
nuestros dolores son tus dolores,
y tu gloria es nuestra gloria: ¡somos tu fruto!

corcoba@telefonica.net





NOTA DEL EDITOR: El diario La Jornada insta a los lectores a dejar sus comentarios al respecto del tema que se aborda en esta página, siempre guardando un margen de respeto a los demás. También promovemos reportar las notas que no sigan las normas de conducta establecidas. Donde está el comentario, clic en Flag si siente que se le irrespetó y nuestro equipo hará todo lo necesario para corregirlo.



Otras opiniones