Los Castro están interesados solamente en su propio enriquecimiento y en aferrase al poder hasta el último segundo de sus miserables vidas.
Tanto eruditos como personas de todos los niveles intelectuales y académicos se han preguntado durante años cómo es posible que una nación que se encontraba entre las tres más desarrolladas y prósperas de la America Latina se encuentre víctima de la más abyecta miseria. Que su Habana se haya transformado de la París del Caribe en la Cenicienta de América.
En 1959, Cuba superaba incluso a España e Italia en ingreso per cápita. Cincuenta y siete años después Cuba compite con Haití por el deplorable título de ser uno de los países más miserables del continente. Regalo de una tiranía que no solo fusila, encarcela, tortura y reprime sino que utiliza la miseria como instrumento de control de la voluntad y la mente de un pueblo domesticado y resignado ya a la esclavitud.
Un hombre o una mujer obligados a hacer largas y prolongadas colas para obtener los más elementales y limitados alimentos, que carecen de ropa, zapatos y jabón para el aseo personal, que son asediados por la inclemencia del tiempo en viviendas precarias por falta de materiales para arreglarlas y que no tienen otro medio de locomoción que sus propios pies no tienen tiempo para reclamar libertad a sus tiranos. Esa ha sido la política de estado desatada sobre mi infortunada Cuba por los monstruos sanguinarios y vengativos de Birán.
¿Por qué he decidido hoy destacar este ángulo de la estrategia diabólica de nuestros tiranos? Respuesta: Una conversación con un antiguo compañero de estudios que anda todavía en los trajines de crear prosperidad económica por medio del capitalismo, de la libre empresa y del mercado libre.
El amigo en cuestión fue determinante en la construcción hace más de veinte años de una fábrica norteamericana de productos para el hogar en una región de México. Esa fábrica produce hoy 1500 unidades diarias de un producto que prometí no mencionar por razones éticas y que emplea a 2,500 mexicanos, de más está decir que con salarios superiores a los que reciben quienes trabajan para empresas nacionales. Resulta irónico que el México nacionalista y hasta xenófobo haya superado sus fobias y optado por los beneficios de la inversión extranjera.
Dicha inversión extranjera es mayoritariamente norteamericana con un monto superior a los 107,000 millones de dólares que en el 2012 daba empleo a más de UN MILLÓN de mexicanos. Pero ahí no termina toda la historia. Ese millón de mexicanos y sus familias son consumidores de todo tipo de productos y servicios, desde alimentos y vestidos hasta artículos de lujo, entretenimiento y turismo. El efecto multiplicador lo dejo a la imaginación del lector porque soy alérgico a los números y los utilizo únicamente para apoyar argumentos políticos como éste.
¿Cómo es posible entonces que los Castro no hayan aprendido la lección de sus compinches y aliados anti imperialistas mexicanos? Muy simple, los gobiernos mexicanos, a pesar de no ser una democracia transparente y de padecer de muchos de los defectos de otros gobiernos latinoamericanos, si están interesados en la prosperidad de su país y en el bienestar de su pueblo. La miseria mexicana es estructural, no intencional. Es producto de la corrupción y de la ineptitud de sus gobernantes, no un instrumento de control y terror de una tiranía como la de Cuba. Los Castro, por el contrario, están interesados solamente en su propio enriquecimiento y en aferrase al poder hasta el último segundo de sus miserables vidas. Y yo vaticino que así será, ya sea que se despidan del mundo por vía natural o mueran arrastrados por un pueblo harto de tanto crimen, tanta miseria y tanto maltrato.
Prueba al canto. El recién elaborado proyecto de "Conceptualización del Modelo Económico Cubano", elaborado por el gobernante Partido Comunista, deja bien claro que su objetivo principal es blindar el socialismo y reafirma que Cuba no es un país para ciudadanos ricos. De esta manera, el proyecto barre con las esperanzas de una economía de mercado libre. Según el orden de prioridades, la empresa privada no está en primer plano. Sin embargo, lo más revelador es su condena de la riqueza personal cuando estipula: “No se permite la concentración de la propiedad y la riqueza en personas naturales o jurídicas, no estatales, conforme a lo legislado, de modo consecuente con los principios de nuestro socialismo”.
Todo esto ha traído como resultado estadísticas alucinantes. Según "NationMaster", una página web que recopila todo tipo de estadísticas a nivel mundial: "Los cubanos tienen el salario disponible más bajo en una lista que comprende a 176 países". Por debajo incluso de países miserables como Nepal, Camboya, Gambia y Samoa. Por su parte, la Fundación Heritage publicó en el 2007 un "Índice de Libertad Económica" donde enumera a 161 países del mundo. Cuba fue ubicada en la posición 160, superando únicamente a los trogloditas de Corea del Norte, que invierten miles de millones de dólares en armas atómicas mientras matan de hambre a su pueblo. El diablo los cría y ellos se copian.
Cierro con una última y determinante pregunta. ¿Cómo es posible que Barack Obama y esa cohorte de empresarios, norteamericanos y cubanos, que promueven inversiones en Cuba comunista y proponen una apertura con la tiranía no tomen en cuenta esta reveladora historia de más de medio siglo? La respuesta es simple: fanatismo por Obama y avaricia por los inversionistas.
Barack Obama, tal como lo ha demostrado en estos ocho años de desastre económico, es un ideólogo cuyo propósito no es la prosperidad del país sino un gobierno omnipotente donde los ciudadanos sean parásitos y siervos del estado. Los empresarios que apoyan su política son gente que ha tenido éxito en el mundo empresarial, que leen las mismas estadísticas que he citado y que cuentan con asesores inteligentes y bien informados. Esta gente no actúa por ignorancia y mucho menos por generosidad. Lo he dicho antes y lo repito ahora, actúan para engordar sus arcas y porque han sustituido la patria con la cuenta bancaria.
Los tiranos, por su parte, contemplan a esta gente como los sustitutos de Obama y de Maduro cuando ambos ya no puedan ser fuentes de financiamiento. Los miran además como los aliados que harán posible la institucionalización de la dinastía castrista que andan preparando a paso desbocado. Ahora bien, para quienes no aceptamos otra solución que no sea la salida total de los tiranos y de sus herederos, estos sujetos son cómplices con los Castro de la prolongación de nuestra pesadilla nacional. Y, como los Castro, un día tendrán que rendir cuentas al pueblo que han traicionado en su hora de mayor dolor.
Otras opiniones