Más allá de estos eventos ubicados a lo largo del día, el evento central del día es la ceremonia de encendido de antorchas realizada en la explanada de Har Herzl, en Jerusalén, frente a la tumba que contiene los restos del padre del sionismo político y en el principal cementerio militar del país. Este evento es asistido por las máximas autoridades políticas, militares y religiosas del país, y es organizado a partir de una estructura tradicional de doce antorchas, representando a las doce tribus de Israel. El acto es una fuente digna de análisis en tanto contiene discursos ricos en narrativa sobre la nación, las prioridades nacionales y necesariamente una selección de personalidades de distintos ámbitos de la sociedad a las que el gobierno designó dignas del honor de ser invitados a encender una antorcha. A modo de ejemplo, hace 2 años la ceremonia acentuó el rol de las mujeres en la sociedad israelí, quienes estuvieron a cargo del encendido de las luminarias, en una ceremonia que puso el énfasis en la integración a la sociedad y al mercado laboral de las mujeres ultraortodoxas y árabes. Es por eso que vale la pena analizar la ceremonia, disponible para todos los hebreoparlantes en YouTube.
Entre el diálogo y el heroísmo
El lema de la ceremonia de este año fue “Heroísmo ciudadano” o “Heroísmo civil” (Gvurá Ezrajit). La parte inicial de la ceremonia, dedicada siempre a Iom Hazikaron (el Día de Recordación a los Caídos de Israel en la defensa del país o en atentados terroristas, conmemorado el día anterior a Iom Haatzmaut) incluyó la lectura del Izkor por Iosef Shiloni, cuyo hijo Almog, sargento en el Tzahal, fue asesinado a fines del 2014 por múltiples puñaladas a manos de un palestino que buscaba llevarse su arma. Durante la presentación de Shiloni, se anunció que la resistencia de Almog a dar su arma había salvado la vida de otros con el costo de su propia muerte, marcando así el tono que tomaría el resto de la ceremonia.
El portavoz de la Knesset, Yuli Yoel Edelstein, comenzó la ceremonia con un discurso que advirtió sobre las divisiones en la sociedad israelí, advirtiendo sobre las tensiones existentes en una sociedad profundamente heterogénea donde, según su opinión, a menudo se excede los límites válidos de la libertad de expresión, citando como evidencia las críticas por Internet contra políticos, funcionarios públicos, jueces y otros. “Debemos cuidar nuestras palabras… y evitar las palabras ofensivas para quien no piensa como yo. No es un traidor ni es un infiltrado. No es un fascista ni es un fanático”. Este fue el tema elegido por Edelstein al encender la primera antorcha, “en honor al debate amparado por el derecho de expresión sano y respetuoso, y por nuestra posibilidad de sostener discusiones basadas en responsabilidad mutua y lenguaje responsable”.
Pasando a las antorchas, tres de los honrados fueron seleccionados en conexión con actos de heroísmo frente a la reciente oleada de atentados en el país: Herzl Biton, chofer de colectivo que luchó contra un palestino que buscaba apuñalar a pasajeros; y Alison Bersan y Roberto Para Osa, ambos soldados que evitaron atentados terroristas en Cisjordania durante la reciente oleada de ataques.
El concepto de heroísmo también se definió en temas no militares, al ser invitada a encender una antorcha Rona Ramon, la viuda del primer austronauta israelí Ilan Ramon, fallecido en el 2003 durante la explosión del transbordador espacial Columbia, y madre de Asaf Ramon, piloto de la Fuerza Aérea que falleció en un accdente áereo en el 2009; así como Avi Toibin, docente de 62 años que salvó a la campeona israelí de kayak de ahogarse en el río Yarkon en Tel Aviv en el 2009; Gaby Barshishat, socorrista voluntario; Halel Bareli, residente de la ciudad de Sderot, ciudad cercana a la Franja de Gaza, que ayudó como voluntaria durante la situación de emergencia vivida en la ciudad durante el último operativo militar israelí en el 2014 a ancianos y niños a ingresar a refugios; y Yaacov Erenfeld, sobreviviente de la Shoá sordomudo de nacimiento, cuyas palabras fueron pronunciadas por su nieta de 14 años. Nili y Moish Levy, fundadores de una iniciativa educativa para promover el diálogo entre ortodoxos y laicos en Israel y ambos donantes de órganos a personas que no conocían, fueron invitados por su contribución a la sociedad.
Los invitados incluyeron a tres mujeres que luchan por la igualdad entre géneros en distintos ámbitos: Rotem Elisha, activista social de 18 años que fue víctima de violación a sus 12 años y que, al compartir públicamente su historia años después, desató un debate nacional sobre los derechos de las mujeres ante la violación y el abuso sexual; Feiny Sukenik, activista femenina ultraortodoxa que, luego de atravesar un proceso complejo de divorcio, fundó una ONG que brinda apoyo psicológico, social y legal a mujeres ultraortodoxas y ortodoxas modernas en situaciones similares; y Anan Falaj, primera mujer dentista proveniente de la comunidad drusa de Israel.
Las poblaciones minoritarias de Israel también estuvieron representadas por el padre Gabriel Nadaf, árabe israelí y dirigente de la rama griega ortodoxa de la religión cristiana en Israel, quien encabeza una campaña para que jóvenes árabes cristianos se alisten al Ejército de Israel. La designación de Nadaf había generado polémica debido a recientes denuncias de abuso sexual en su contra, realizadas luego de ser anunciado como invitado, pero que sin embargo no impidieron que sea uno de los agasajados. En su introducción en el acto, Nadaf fue designado como dirigente de la comunidad aramea cristiana, una denominación relativamente reciente que designa a cristianos en Israel que buscan una definición étnica separada de los árabes de Israel y que recibió recientemente el reconocimiento oficial del Estado. Nadaf enfatizó lo que veía como el lugar protegido de los cristianos en Israel que los diferencia de la situación de los cristianos en el resto de la región y despertó aplausos al reafirmar a Israel como Estado judío y democrático.
Uno de los puntos extraños del acto fue, hacia el final, formaciones sucesivas de abanderados y soldados del ejército que formaron con sus cuerpos símbolos visibles desde las cámaras áereas. Una de ella fue la expresión “un pueblo, un Estado”. La frase despertó polémica por dos razones: una es que desde el discurso oficial, el Estado de Israel cuenta con una ciudadanía compuesta principalmente por dos pueblos y no uno. Raramente, al hablar de “pueblo” (am, en hebreo) se incluye en la misma categoría a judíos y árabes. De hecho, la expresión “am Israel” (pueblo de Israel) pronunciada hoy en Israel se refiere siempre al pueblo judío y no a todos los ciudadanos del Estado de Israel. La segunda razón es que la frase sonó a muchos muy similar a la fórmula utilizada durante el nazismo “Un Estado, un pueblo, un líder” (Ein reich Ein volk Ein führer), para muchos sinónimo de la visión fascista sobre la sociedad. Aunque este segundo elemento probablemente sea una coincidencia, cabe preguntarse con respecto al primero si es un intento voluntario de redefinir la noción de pueblo tal como se la entiende hoy en Israel, o si es sin en cambio una adhesión a los lemas de la extrema derecha israelí que buscan definir de forma excluyente al Estado de Israel como el Estado del pueblo judío, sin consideración por las consecuencias que esto genere para su población minoritaria.
Buscando un nuevo mito nacional
En su estudio sobre el contenido particularista y universalista sobre la educación israelí, la investigadora Julia Resnick identifica cuatro “imágenes nacionales” que sirven como sustento para la narrativa nacional israelí y fuente de legitimación y lealtad del Estado: el Estado de Israel como expresión del derecho nacional del pueblo judío, el Estado como expresión de un derecho proveniente de las fuentes y la religión judía (estas dos narrativas están presentes desde los orígenes del Estado), el Estado como refugio para una nación perseguida (que toma protagonismo en el sistema educativo en la década de 1970) y una imagen menos desarrollada y presente que veía al Estado como propiedad de todos sus ciudadanos. Este diagnóstico también puede ser corroborado en la ceremonia de conmemoración: mientras que hubo numerosas expresiones que hacían referencia a la particularidad judía, las únicas dos instancias donde se representaron minorías fueron en condición de subordinación o para celebrar su adhesión a la causa sionista (tanto en el caso de Nadaf, árabe cristiano que busca reclutar jóvenes al ejército y proclama a Israel como Estado judío; como el de Falaj, quien se expresó sobre el pacto histórico de los drusos con el pueblo judío en el Estado de Israel).
Además, el acto demuestra los esfuerzos por revitalizar el ethos sionista de sacrificio por una causa nacional, la cual, a 68 años de creación del Estado, ya no se refiere a la construcción de una nueva sociedad sino, principalmente, la disposición al sacrificio para la defensa del Estado y sus ciudadanos y, de forma secundaria, el voluntariado en la sociedad civil en torno a causas percibidas como apolíticas y que cuentan con un grado considerable de legitimidad social. En este sentido, no es difícil trazar una conexión entre el llamado de Edelstein al diálogo nacional y el tema elegido para el acto: a 68 años de la fundación del Estado, la sociedad marcadamente dividida del Estado de Israel busca espacios comunes a nivel nacional. A falta de una ideología política claramente hegemónica y con diferencias culturales, nacionales y políticas claras, la ausencia de una misión nacional que podría haber servido quizás hasta fines de la década de 1960 para unificar una comunidad política ahora obliga a designar nuevos mitos. La cuestión del heroísmo cívico, una resignificación de la figura del pionero sionista llevado al siglo XXI, quizás pueda servir para llenar ese vacío.
*Lic. En Sociología (UBA) y docente, maestrando en Sociología Política Internacional (UNTREF).
Otras opiniones