Break Free: La creciente ola de resistencia al cambio climático
Mientras haya gente que lleva adelante acciones hay esperanza
Por Amy Goodman y Denis Moynihan
“Bienvenidos a Fort McMurray. Aquí tenemos la energía”, es lo que dice el cartel que se ve al ingresar a esa ciudad ubicada en los bosques del norte de Alberta, Canadá, en el corazón de la zona de extracción de arenas alquitranadas. Los bosques que rodean Fort McMurray arden en llamas desde hace más de una semana, lo que ha provocado la suspensión de las operaciones en la vasta zona de arenas alquitranadas. Más de 90.000 personas han sido evacuadas, la mayoría de ellas de Fort McMurray, pero también miles más de los campamentos situados en los yacimientos de arenas alquitranadas, de donde se extrae lo que se considera como el petróleo más sucio del planeta, mediante la remoción de la arena alquitranada en minas a cielo abierto. Mientras tanto, más al sur del hemisferio, la importante compañía petrolera Shell ha iniciado operaciones de limpieza en el Golfo de México, donde hubo filtraciones en una plataforma petrolera que provocaron el vertido de más de 2.000 barriles de petróleo al mar, a unos 150 km de la costa de Louisiana.

La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica informó esta semana en su índice anual de gases de efecto invernadero que la “actividad humana ha incrementado el efecto directo de calentamiento por dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera en un 50% por encima de los niveles preindustriales durante los últimos 25 años". La agencia espacial de Estados Unidos, la NASA, informó que este último mes de abril fue el abril más caluroso desde que se lleva registro, por el margen más amplio de la historia. Esto se da tras una sucesión de doce meses en la que cada mes rompió el récord de temperatura establecido para el mismo mes en el pasado.

La respuesta oficial al catastrófico cambio climático tomó forma en el llamado Acuerdo de París, el documento de 31 páginas acordado hasta el momento por 175 países. El acuerdo alcanzado en París en diciembre y firmado en abril fue la culminación de años de negociaciones que muchos criticaron por estar lejos de ser justas, ambiciosas o vinculantes. El acuerdo es supervisado por la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, o CMNUCC, que en este momento lleva a cabo una reunión de alto nivel en Bonn, Alemania. Se trata de la primera reunión desde que se alcanzó el Acuerdo de París.

Kumi Naidoo, exdirector de Greenpeace International, nos dijo en París en vísperas de la publicación de la versión definitiva del acuerdo: "Hay tantos vacíos en ese texto que el avión en el que viaja el presidente de Estados Unidos podría pasar por uno de ellos. La conclusión, yo diría, es que hay huellas de la industria de los combustibles fósiles en demasiadas partes de ese texto". Y agregó: “La mayoría de los que formamos parte de las organizaciones de la sociedad civil, nunca hablamos del ‘camino hacia París’, siempre hablamos del 'camino que pasa por París'”.

Como parte de ese camino y previo a la cumbre de Bonn, se lanzó la campaña Break Free (Líberate de los Combustibles Fósiles, en español). Coordinadas a nivel internacional, se llevaron a cabo toda una serie de audaces acciones motivadas por la urgencia de la crisis climática. En diferentes partes del mundo se realizaron bloqueos y sentadas, cuelga de pancartas y toda una constelación de acciones de desobediencia civil. La siguiente es solo una muestra de algunas de las manifestaciones llevadas a cabo en las últimas dos semanas, según un resumen de la organización sin fines de lucro de acción contra el cambio climático 350.org:

En el Reino Unido, activistas bloquearon el funcionamiento de la mayor mina de carbón a cielo abierto del país durante un día. Una acción de protesta similar detuvo cargamentos de carbón en Newcastle, Australia. En Estados Unidos, la gente ocupó vías de trenes durante toda la noche para detener los llamados “trenes bomba”, vagones cisterna cargados de petróleo que han explotado en el pasado, provocando la muerte a cientos de personas. En Alemania, 3.500 personas cerraron una mina de lignito y una central eléctrica cercana durante más de 48 horas. En Filipinas, 10.000 personas marcharon contra una planta de carbón proyectada. Organizaciones sociales y comunidades indígenas de Brasil obstruyeron el tránsito frente a las puertas de una de las mayores centrales térmicas de carbón del país. Por tierra y por mar, hubo personas que obstruyeron la entrada a las instalaciones de arenas alquitranadas de Kinder Morgan en Vancouver y, en Turquía, 2.000 personas marcharon hacia un gran vertedero de carbón y lo rodearon con una gigantesca cinta roja.

El reconocido lingüista y disidente político Noam Chomsky escribió recientemente un nuevo libro titulado “Who Rules the World?” (¿Quién gobierna el mundo?, en español). Chomsky afirma que los dos temas críticos que enfrenta actualmente la humanidad son las armas nucleares y el cambio climático y que resulta impactante ver lo poco que se tocan esos temas en la campaña electoral de cara a las elecciones de 2016 en Estados Unidos.

Chomsky dijo a Democracy Now!: “Cuando los republicanos de la Corte Suprema revocaron hace poco una normativa bastante moderada propuesta por Obama para regular la industria del carbón, fue como decirle al mundo: ‘No se molesten en hacer nada’. Al país más grande y más poderoso del mundo no le interesa, así que ‘sigan adelante y hagan lo que quieran’. Todo esto equivale literalmente a decir: ‘Corramos hacia el precipicio’”.

No obstante, mientras haya gente que lleva adelante acciones hay esperanza. En el estado de Massachusetts, hogar del profesor Chomsky, cuatro estudiantes de secundaria demandaron al Departamento de Protección Ambiental del estado, alegando que ese estado estaba infringiendo su propia norma de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 80% para 2050 al no tomar medidas con la rapidez necesaria. Esta semana, el máximo tribunal del estado estuvo de acuerdo y Massachusetts deberá ahora implementar un plan orientado a reducir las emisiones.

Desde hace tiempo se escucha el llamado a salvar el mundo para las generaciones futuras. Pero resulta cada vez más claro que es la generación de los jóvenes la que nos va a salvar.




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