LA JORNADA

Profetas de nuestros días

Por Raúl González García
El profeta, Nabi, no era el que adivinaba el futuro sino quien nos daba el sentido de nuestro ser trascendente. Por eso, en las palabras de los Nabis hay armonía, poesía y sosiego. Impresiona ver en informativos de televisión y en los periódicos que lo que priman son noticias de desgracias, como si sólo sucedieran cosas negativas y desastres en el mundo y que no hubiera nada bueno que contar. Se diría que no hay nadie que hable en favor de los demás… Pero sí que los hay. Ofrecen esperanza, fuerza, ánimo, ganas de seguir adelante y de vivir con alegría y paz.

Duele que achaquen a jóvenes de nuestro tiempo desinterés, apatía, no preocuparse por los problemas de los demás y por la situación de desconcierto y de sufrimiento que imperan en una sociedad dominada por un capitalismo salvaje. Por eso se reúnen en espacios abiertos que tienen por bóveda las estrellas, al fondo una especie de altar bien iluminado con oficiantes que celebran estar vivos, una especie de rito misterioso. Hay humo aunque no sea de incienso y luces que encienden con sus mecheros en ciertos momentos de magia y de misterio, alzan sus brazos y saltan o guardan conmovedores silencios.

“Pisa fuerte al caminar y brillarás cada día más, creo tanto en ti. Siempre tendrás mi mano, mi amistad, cruza el puente sobre aguas turbulentas, no te dejes arrastrar. Deja que yo sea ese puente cuando decidas cruzar”. Simon and Garfunkel. “Quédate junto a mí. Si el cielo que vemos arriba se derrumbara y cayera; o la montaña se desmoronase hacia el mar. Yo no tendré miedo mientras tú estés conmigo” canta Lenon. O Joe Cocker “Por favor, desencadena mi corazón, déjame ir por mi camino. Desencadena mi corazón. Por favor, libérame”.

O se emocionan en busca de un unicornio azul que ayer se les perdió, que buscaba una canción, poderla compartir era su vocación, de Silvio Rodríguez.

Aunque uno los escuche parece que sean ellos quienes te están escuchando a ti y que acogen y comprenden tus problemas conscientes de que algo no va bien. Por eso la música es tan importante para tantas personas, porque se sienten comprendidas, expresadas y liberadas en su compañía. Se trata de ritos arcaicos y que no precisan de la luna llena o de templos cerrados.

Canciones que apoyan a los adolescentes que sufren acoso y tienen miedo a contarlo pero es en esa música en donde intuyen la luz al final del túnel. “Ellos van a borrar tu apariencia, intentan destruir tus sueños, vigilan siempre lo que haces, y no les importa que alguien lo pase mal. Pero no te preocupes, quizás ellos te abandonen, pero yo no lo haré”, canta Gerard Way que convirtió esta canción en el himno de muchos jóvenes que sufrían bullying.

O Pink Floyd con “I wish you were here”, que pone voz a lo que sienten muchas personas cuando echan de menos a alguien. “Cómo desearía que estuvieses aquí, somos dos almas perdidas nadando en una pecera año tras año, que corren sobre el mismo viejo suelo. ¿Qué hemos encontrado? Los mismos viejos sueños. Cuánto desearía que estuvieras aquí”.

Bob Marley fue un auténtico profeta para toda una generación, un poeta que acunó tantas veces nuestras vigilias al lado de un ser querido bajo los efectos de la quimio. Y lo que para algunos fue una sombra del hermano mayor vigilante, para otros fue un mensaje de protección y de compañía. Sting sigue conmoviendo “Cada vez que respiras, cada movimiento que hagas, cada vínculo que rompes… Cada paso que das, voy a estar mirando. Puesto que te has ido me siento perdido… Sueño en la noche, sólo puedo ver tu cara. Miro a mi alrededor, pero nadie te puede sustituir. Me siento tan frío y lejos de tu abrazo. ¿O no lo ves? Cómo duele mi pobre corazón con cada paso que das lejos de mi”.

“El amor es sentir, sentir el amor. El amor es desear ser amado. El amor es pedir ser amado. El amor es saber que podemos ser. El amor es necesitar ser amado. “, canta John Lennon.

Y así, melodías con letras vivas que hieren y salvan, una tras otra, en esas noches sin fin mientras nuestros mayores se preguntan por dónde andaremos. ¿Y cómo se lo vas a explicar si no es con un beso o media sonrisa antes de echarte a dormir?

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