"He regresado a este pueblo de Comala, para ver si todavía vive alguien. Está más sólo que nunca. El polvo se levanta y cubre los recuerdos que antes fueron casas habitadas por viejos y viejas que me pedían favores… y yo se los daba sin pensar en que me devolverían algo. Pedían y pedían.
Aquí en Comala sólo muertos hay. Bien decía yo , antes de morirme, que la Susana San Juan – mi gran amor- se iba a reunir conmigo en esta etapa de la muerte llamada El Purgatorio. La Dolores Preciado, quien tanto me odia por lo que le hice, Juan Preciado; uno de mis hijos, y otros tantos hijos que tuve con mujeres cuyos nombres ya no me acuerdo, pero sí de la época cuando yo era el poder y mandaba a matar a quien se me ponía enfrente con ganas de joderme, de eso si me acuerdo, y de mi mayordomo que muertito está en el mismo campo santo de la Media Luna y que por nombre se llamaba: Fulgor Sedano.
¿Se acuerda del Tilcuate, aquel hombre bandolero que siempre estaba a mis órdenes, se acuerda? De él no tengo idea de cómo murió. Esperaba encontrarlo de nuevo cerca de mi hacienda. Para allá voy, ¿no quiere venir?..."
Pedro Páramo se acercó a una piedra para sentarse y para pensar: "El pueblo acudía a mí diciéndome: don Pedrito, usted es la justicia de Comala, usted nos puede ayudar con su poder que tiene en estas tierras olvidadas, ya secas por tanto calor y falta de agua. Pues aquí no llueve y si llueve alguna vez, es para remojar los cerros donde la hierba buena es lo único que se sabe dar, y que antes de transportarla al mercado en esos burros sedientos y grisientos por el polvo; ya se las han comido las lagartijas o los zopilotes, esas aves negras que vuelan en círculos en el cielo siempre que hay algún muerto en Comala.
Primera parte
Domingo expresa que es una recreación en la que ha trabajado para dejar constancia de su admiración por este escritor, que con dos libros y nada más, ha subido donde otros, con montones, no han podido.
Rulfo es un fenómeno dentro de la literatura actual, acota Urbano, y no sólo esa es la razón para la recreación, sino, que hay otras vertientes que como ríos de inspiración creadora, le dieron a Juan Rulfo la fama merecida.
Segunda parte
El Tilcuate esta allí frente a Pedro Páramo. En la plaza de la hacienda, el polvo levantado por los 30 caballos de los hombres del Tilcuate, habían cubierto la entrada de la casona.-"Patroncito, Patroncito…oí rumores que usted estaba enfermo y por eso vine a cuidar lo que otros no pueden cuidar" –El Tilcuate, cada vez que hablaba se le encendían los ojos como brazas y se le hinchaban los cachetes de indio. Después se pasaba la mano sobre el ralo bigote sobándolo muy despacio.
"No se porqué se te encienden tantos tus ojos Tilcuate, me gusta decirte mejor: "Tilcuache", suena más bonito, ¿no te parece?...
"El tal Tilcuate llevaba en vez de agua en su cantimplora, una buena cantidad de Mezcal y que la bebía a cada rato frente a Pedro su patrón. Por eso sus ojos se encendían como brazas que a sus mismos compañeros les daba miedo cuando este los miraba y les daba alguna orden. Así era el tal Tilcuate, hombre de confianza de Pedro Páramo, quien lo substrajo de un grupo revolucionario que se había quedado abandonado y sin jefes y sin esperanza por volver a la vida normal allá en las tierras baldías donde no se cultivaba nada y los días pasaban entre cielos grises de tristeza y silencio y de calores infernales. Allí, entre matorrales había vivido el Tilcuate hasta que Pedro Páramo lo sacó de esas tierras que para muchos revolucionarios sólo servían para el descanso temporal de aquellas bestias ya sin crines y cascos gastados. Eran bestias cansadas, apenas podían caminar por aquellos senderos de polvo y piedra donde las lagartijas salían a tomar el poquito aire que por allí pasaba, pues el sol siempre estaba oculto tras aquellas nubes casi negras, que no dejaban pasar un rayito para calentar aquellas lagartijas extendidas sobre las piedras.
Los ojos colorados del Tilcuate, encendidos como brazas, miraban a Pedro Páramo de frente y sin "pispileo" y su mano derecha puesta sobre el pistolón y las piernas abiertas, denotaban del indio revolucionario, un hombre preparado para la acción militar o para castigar a cualquiera que se pusiera en contra de su patrón Pedro Páramo. Quien también es mi patrón. Siendo yo el Mayordomo de La Media Luna, no podría olvidar este detalle sobre El Tilcuate, quien se aparece por las noches con sus hombres alrededor de la plaza del casco de la hacienda, donde los murmullos se han comenzado a oír nuevamente. Los quejidos de los muertos de Comala se vienen con el viento caliente que llega como un suspiro de mujer enamorada desde una de las casas de la Comala abandonada."
Fulgor Sedano escuchaba ese suspiro con atención, pensando que podía ser el sentimiento de Susana San Juan guardado tanto tiempo en la tumba que le construyó el gran patrón o patroncito, como decía El Tilcuate. Susana San Juan, en su locura, nunca dejó d suspirar y nunca se quejó después de muerta.
"La soledad en Comala se acrecentaba a medida que iba cayendo la tarde. Las palomas pasaban en vuelo raso ante aquel azul del cielo donde Pedro clavaba la vista como la de un niño queriendo encumbrar su piscucha. No había seres vivientes y de las casas sin puertas ni ventanas, sólo se escuchaban rumores como de quejidos de almas en penas. Un caballo solitario, sin jinete y relinchando, era lo único que se veía venir por la calle de La Media Luna, La gran soledad cubría de pies a cabeza a Pedro Páramo. Hasta el Tilcuate lo había abandonado, suponiendo que su patroncito ya estaba loco, pues no hablaba con nadie y lo único que se le alcazaba a oír de su boca, era un no como ronquido, como cuando alguien se quiere dormir para seguir soñando con la mujer de sus ilusiones, pero el relincho del caballo no le permitía cerrar los ojos del todo…- Entonces yo le dije a Pedro Páramo: anímese señor, yo, como su mayordomo estaré con usted hasta la muerte y no como ese tal por cual llamado el Tilcuate a quien el gobierno le entregó grandes tierras en tiempos de la reforma agraria y él no quiso cultivarlas aduciendo que, "Para qué queremos estas tierras secas, desoladas, donde ya no llueve y donde el arado sólo tropieza con piedras y con animales muertos que no sirven para abono. Cómo las vamos a trabajar, no basta que nos den la tierra, se necesita construir un gran canal a manera de río para usarlo como regadío y no tenemos el dinero para invertirlo en esa obra…"
Mientras Fulgor Sedano pronunciaba estas palabras, a lo lejos se escuchaban las notas de un corrido popular del grupo "Los Tigres del Norte".En el cielo estallaban los cohetes de vara que un cipote lanzaba.
Continuará el lunes 12...