En la foro aparece el poeta José Cuadra Vega, “Don Josecito”.
Foto Al cumplirse un año más del natalicio del poeta José Cuadra Vega (21 feb. 1914- 20 dic. 2011), he querido escribir el siguiente texto a manera de homenaje. ¡A su memoria, mi querido “Don Josecito”!
Fue en el 2008 cuando tuve el privilegio de conocer a este emblemático personaje de la poesía conyugal nicaragüense. Aún conservo en la memoria lo acontecido aquel día en su domicilio: Colonia Centroamérica, Nº L-835.
… Es de tarde. ¡El sol luce imponente y abrasador! Al verme llegar, se levanta de su mecedora y, apoyándose de un bastón, camina hacia la puerta, la abre con especial gracia y me saluda con tanta calidez que me hace sentir como si fuese un viejo amigo o algún familiar que había perdido el camino a su hogareña morada.
Una sonrisa pura y diáfana dibujada en su rostro atrapa rápidamente mi cariño. En ese semblante apacible se advierten el amor, la alegría y la paz intrínseca que todo ser humano ansía tener y que él parece poseer en abundancia.
Desde que pongo el pie en su casa, me siento atraído por el perfume que ésta destila; es penetrante y enajenante; místico, se dirá. Debe de ser por el sentimiento que los cónyuges que la habitan han logrado mantener, por casi ocho décadas, terso y fresco como un rosal y que ha invadido la atmósfera del lugar. (Me dije)
Inicia la charla contándome lo que sufre por culpa de la ancianidad: se cansa rápido, padece de presión baja y recurrentes dolores lumbares… Su hablar es pausado: las palabras salen de su boca con mucho esfuerzo y agitación.
Durante la cuarta visita -13 días después de la primera- los estragos de las enfermedades -la arteriosclerosis coronaria, las afecciones en el riñón y otras propias de su edad- han menguado sus fuerzas, más su humor se mantiene intacto.
-“¡Ay!, ¡Uy!”…-(Suspira). -“Escribí, Henryto, entrevista inconclusa. Ya no puedo más. Estoy liquidado. Escribí: palabras pre mórtem. Estoy cansado… (Resuella)… La ancianidad es terrible. Ya no tiene sentido vivir a esta edad. Ya no puedo con esta agonía. Ya no hay nada que hacer. Sólo queda esperar a que Diosito me lleve ante su presencia”-.
De repente, la vivacidad de sus ojos renace como una chispa; una sonrisa muy tierna que emana de su alma buena desemboca en sus labios y se postra en su rostro, impregnándolo de serenidad; y su aura vuelve a relucir, inundando la sala.
A pesar de todos sus males, la mayor parte del tiempo me parecía que no hablaba con una persona de 94 años de edad, sino con un hombre en plena juventud, lleno de vigor y deseos de vivir. Incluso, entre mis contemporáneos se cuenta por montones los que caminan con el ceño fruncido, el rostro tenso, los labios torcidos y la mirada intimidante, como si quisieran arrojarse encima de uno. Pero, “Don Josecito” era distinto; tenía un humor blanco, una sonrisa franca y sincera que le brotaba de lo más profundo de su ser.
-“Haló, haló. Buenas tardes. Paz en cristo. Está hablando con el poeta José Cuadra Vega, ¿Con quién tengo el gusto de parlamentar?”…-decía al otro lado de la línea telefónica.
Pensé que si aún seguía en pie, cargando con la cruz de la vejez, era gracias a su capacidad de reír; cual mortal se burla de las enfermedades, el tiempo, la muerte, la edad y el mundo; por el amor de su doña Julia, “su amorosísima y amantísima esposa”, y sobre todo, por voluntad del Creador, con quien don “Josecito” dialogaba, comía y hasta dormía, al menos en su mundo de imaginación: la poesía.
El amor y el humor eran sus fieles y omnipresentes compañeros. Estos parecían custodiarlo desde que el canto de los gallos anunciaba la salida del sol hasta que la oscuridad se apoderaba del firmamento.
Si las enfermedades comenzaban a aguijonear su cuerpo que languidecía irrefrenable, aquellos dos amigos acudían seguramente a su rescate, renovando su alma de niño, su corazón de poeta y su sensibilidad humana encarnada en sus versos.
En la segunda parte de este merecido homenaje post mórtem a “Don Josecito”, abordaré algunos aspectos de su vida.
Partes I, II y III
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