Nuestros barrios
Campo Bruce con la “Caimana” lanzando sus mejores cohetes y bombas, la cantina “El Cuervo”, donde los bolos eran tus mejores aliados en las noches de bohemia. Campo Bruce donde un gringo, viajando en un avión, cayó su nave sobre ese hermoso campo al sur-este de nuestra Capital y de allí el Bruce, Campo Bruce. El Barrio Largaespada por Tiscapa creciendo, embelleciéndose con buenas familias que venían del lado del Barrio Santo Domingo y San Sebastián. El Profesor Justo Pérez Mora con su familia adornaban, al igual que don Carlos –Chale- Sevilla al naciente barrio Largaespada.
Santo Domingo, San Sebastián con los “Yokotas” –Admirable familia- y sus motos ronroneando, con su gente preciosa, en donde la solidaridad se burlaba de la política para convivir en paz, en armonía, compartiendo el pan nuestro de cada día. Algo así era como se vivía en el barrio San Sebastián allá por los Dormitorios Públicos, muy entrelazado con la Hormiga de Oro, Las Brisas, Monseñor Lezcano con sus cebadas bien heladitas y sus fritangueras hermosas ofreciendo la rica carne asada como queriendo competir con la carne asada del Gran Hotel. ¡Jamás! Carne asada como la del Gran Hotel o mejor dicho la carne asada frente al Gran Hotel, casi cerca del hermoso edificio de la Inmobiliaria. ¿Cuántas veces estuvo de pie comiendo usted su carne asada en ese sitio, precisamente, en la Carne Asada? Observando la Avenida Roosevelt, mirando hacia el lago y con el rabillo del ojo observando al Gran Hotel en donde Cantinflas, Agustín Lara, Dámaso Pérez Prado, Pedro Infante y otros grandes de la canción popular consumieron aguardiente Santa Cecilia a orilla de la piscina en ambiente tropical.
Muy cerca del cine Tropical “La Riviera” con su rica Chicha de Maíz y doña Adela Martínez de Gutiérrez –propietaria del negocio- soportando la necedad de los estudiantes que religiosamente llegábamos a consumir refrescos y a poner y escuchar música en la Grundig. Música de Leo Dan, Javier Solís, Leonardo Fabio y Trini López, sin faltar Jorge Paladino con “Las Flores del Jardín” y Daniel Santos –El inquieto Anacobero- con su “Despedida” salida de la cosecha inmortal de Don Pedro Flores, entre otros. ¡Inolvidable!
Barrio San Antonio, el Eskimo, el Lacmiel, Cafetería la India en donde esta ultima los poetas, cuentistas, pintores y bohemios literatos discutían, discutían y entre sorbos de cerveza fresca estructuraban los mejores versos sin faltar los cuentos cortos y largos que adornan gran parte de nuestra literatura nacional. Cafetería la India vive en nuestra mente, en nuestro diario vivir. Es eterna.
El Club de Clases al solo iniciar la Avenida Bolívar, más abajo, sobre la calle Colón el Restaurante Almendarez junto a éste la Galletería Cristal, un poquito arriba la Embotelladora Cristal propiedad de don Aroón Guerrero Salomón, un poco hacia el lago el Doctor Fernando Agüero Rocha-qepd-. El Cementerio San Pedro con sus muertos y los vivos recordando las historias de sus inquilinos.
El Bóer, el mercado Bóer, con la farmacia Pataky de Laszlo, los buses de Carazo, Granada y Rivas, las comiderias ofreciendo a tres córdobas la “tamuga” de comida rica, riquísima hecha por la propia esposa de Jorge Hernández, el famoso “Conejo Hernández” cátcher del equipo de base ball “Cinco Estrellas” y estrella del deporte rey por esos días. Hacia el sur del Bóer “Juan Culón” con su cantina y sus “rielazos”. Frente a don Juan “Culón”, sentado en una “perezosa” por las tardes de la caliente Managua, un gran compositor: Capitán Edmundo Shuman, autor de “Corn Island Tropical” “Eres toda mi Alegría” y “Guichita”, temas musicales interpretados magistralmente por Saadia Silú haciéndose acompañar de los inolvidables “Solistas del Terraza”.
“Juan Culón” era todo un espectáculo por las calles de la vieja Managua. Mirarlo caminar. Señorial, con unas nalgas hermosas. Muy hermosas, siendo chiquitín se miraban más hermosas, cintura alta, serio, circunspecto, hacia honor a su apodo. ¡JUAN CULON! “Cebollón”, Papá de Alexis Argüello-q.e.p.d-, allá por Monseñor Lezcano, era competencia de Juan “Culón”, Pedro “Tuco”, Pedrito García, eran parte de la oferta etílica popular de la inolvidable Managua. Quien brindara el mejor trago y el mejor trato. Había mercado para estas tres cantinas populares.
“Peyeyeque” –personaje popular,- que era barrendero del Distrito Nacional-hoy Alcaldía Municipal capitalina- cuya picardía inspiró a Don Alberto Aguilar -“Gato Aguilar”- fundador de Ciudad Sandino antes Open 3- quien le compuso una canción llamada “la Manguella de “Peyeyeque” era parte del escenario de Managua. Don Melico,-Masayés- el Santa Claus Nica, cuya barba frondosa, bien cuidada y arreglada, vestido de Santa hacia la vida feliz a niños y adultos en el corazón de Managua. La calle Quince de Septiembre, Avenida Roosevelt, Calle Momotombo, Candelaria entre otras calles y avenidas fueron la cuna de Mélico el Santa Claus de carne y hueso nicaragüense cuya imagen aun está fresca en la memoria de los que nunca olvidamos a nuestra querida Capital.
La calle Momotombo, Candelaria, Adlon Club en donde su azulado ambiente quien de la época no compartió los mejores momentos de juventud, edificio de la Financiera un poco arriba, al sur El Plaza –Discoteque-, la Roosevelt con sus “Coyotes” –Cambistas-, las minifaldas en las escaleras eléctricas de Tienda Carlos Cardenal- novedosas- era todo un espectáculo.
De la cantina el Chilamate a la Costillita de allí para el Luky Seven-salón cervecero-, el 747 del Hotel Balmoral-sobre la Avenida Bolívar-, de este último sitio admiré a la Managua deslumbrante por última vez -sin querer-, coqueta, bella, bellísima. En el Hotel Balmoral me sorprendió el temblor de las diez y treinta de la noche del viernes veinte y dos de diciembre de 1972. Bailé en el 747 de dicho Hotel, antes había pernoctado brevemente por casi todas las cantinas y bares más representativos de aquella Managua inolvidable.
Todo era cerca, caminando visitabas una y otra cantina para saborear buen trago con buena boca. El temblor de las diez y media de la noche no lo sentí. Alguien lo comentó. Bajé en el ascensor a la planta baja del Hotel Balmoral. Observé el cielo. Feo. Sentí el frio de Diciembre. La Avenida Bolívar resplandeciente, Managua más viva que nunca, estaba cerca de mi residencia. (Vivía del Hospital del Seguro Social dos y media cuadra abajo, mano derecha) A Lo feo del cielo no le hice caso, no le puse atención.
El hambre salvó mi vida
Alquilaba un modesto apartamento de trabajador-estudiante frente a Pedro “Tuco” –Don Pedro García-, en las cercanías del Mercado Bóer y apenas a escasos metros del viejo Hospital del Seguro Social en donde por primera vez mi hija Irilene del Carmen miró la noche estrellada de un siete de noviembre de 1968. Me acosté, esperé a varios compañeros de apartamento inútilmente, Raúl Tijerino Sandoval, un bluefileño blanco que jamás volví a mirar hasta el recién pasado diez de diciembre del 2011-39 años después-, un salvadoreño que era locutor de una radio capitalina, incluso nunca volví a mirar. Cuarenta y tres años de no saber de él por tanto ignoro si vive aún.
La Abuelita-una noble anciana- que nos alquilaba el apartamento, si mal no recuerdo, era la Madre de Auxiliadora Moncada, una bella mujer que animaba programas de televisión en el canal 6 de Anastasio Somoza Debayle. Esta bella dama había sido en algún momento Candidata a “Mis Nicaragua”. Un palo de hembra que a través de ella conocí y traté personalmente a Armando Manzanero. “Parece que fue ayer”.
Allá en la lejanía se escuchaba aquella bonita e infaltable canción de la Sonora Matancera en época de Navidad: “Otra Navidad, otro año más de recordación/ yo estaré muy triste/ para mí no habrá fiesta ni alegría...”
Acostado en un catrecito de esos que llaman “sándwich”, con algunos tragos consumidos, solo en un cuarto del segundo piso de una vetusta casona. Sentí hambre, bajé al refrigerador de la Abuelita y no había siquiera un tomate estudiantil. Abordé la Avenida del Ejército buscando comida. Nada.
Todo cerrado. Decidí ir al Ron Ron Club, ubicado éste ultimo frente al Benemérito Cuerpo de Bomberos, muy cerca del Estadio Nacional Somoza, después “Rigoberto López Pérez” Hoy Denis Martínez, donde servían un rico bistec entomatado por siete cincuenta córdobas.
Una cerveza en mano, junto a la barra del Bar, solo, cuando de repente José Muñoz,-Contador Público- ex compañero de labores en la Nabisco Cristal me tomó del hombro y procedió a presentarme a una hermosa mujer, muy joven como yo, me comprometió a bailar con la dama una canción popular del momento. “La Negra Celina”.
Nunca supe cual era el nombre de esta mujer simpática. Muy hermosa y joven. Sé que enfrentó el terror igual que yo y cuando menos en el Ron Ron Club no murió. Una vez bailé incompleta una canción con ella. ”La Negra Celina”. Una vez la miré en mi vida. No sé si aún viva o esté ya en la presencia del Señor. Donde se encuentre que Dios la guarde.
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