LA JORNADA

Falsa y peligrosa ventaja de deshonestos en el deporte

Por Pablo Bargueño de Retes
La globalización actual todavía favorece el consumo de nuevos componentes químicos con efectos similares al de las drogas en el deporte profesional. El sentido primitivo del deporte se ha transformado desde que se descubrió que este podía ser un negocio muy rentable para las grandes empresas multinacionales. El actual modelo no tiene en cuenta las múltiples formas deportivas que enriquecen el mundo y ofrecen una diversidad social y cultural que la globalización está eliminando.

El deporte es un componente más del mercado económico global. Los deportistas son ahora profesionales, pertenecen a una élite creada por los medios de comunicación y la industria del entretenimiento. Hay una inmensa frontera entre los deportistas aficionados y los profesionales. La línea divisoria la marca, en muchos casos, el consumo de sustancias dopantes.

La máxima del “todo vale y cuanto más mejor” se cumple también en el deporte. Los grandes ídolos deportivos tienen contratos publicitarios millonarios y están sometidos a grandes presiones para amortizar los costes. Por eso, todo parece ser lícito en el deporte globalizado para conseguir una victoria. Lo importante no es participar y esforzarse, sino vencer al adversario.

El traficante de los círculos deportivos no tiene escrúpulos, para él no existe la ética deportiva. Su objetivo es seleccionar deportistas de élite que se puedan convertir en súper atletas agigantados por el apoyo económico de las grandes transnacionales y la ayuda de productos químicos e incluso genéticos.
“Combinando el deporte con la cultura y la educación, el olimpismo busca crear un estilo de vida basado en el placer que surge del esfuerzo, el valor educacional de los buenos ejemplos y el respeto por principios éticos fundamentales”. Los “Principios fundamentales” de la Carta Olímpica hace tiempo que han sido desvirtuados. Ahora, los países occidentales con grandes excedentes invierten cientos de millones de dólares en infraestructuras para aspirar a ser las sedes de los grandes eventos deportivos, con manifiestas corruptelas entre intermediarios de ricos países árabes, asiáticos y otros que participan en esa pugna.

La industria del entretenimiento parece justificar el dopaje en algunos casos. Los ciclistas necesitan complementos químicos para enfrentarse a las durísimas etapas de más de doscientos kilómetros sin descanso. En otros casos, se justifica la presencia de sustancias químicas en los cuerpos de los atletas con la excusa de que es el propio cuerpo del deportista el que lo produce de forma natural.

La Comisión Europea encontró las causas del dopaje deportivo en la propia idea de globalización que defiende: “los contratos cada vez más exigentes de las cadenas de televisión y de los promotores deportivos, la carrera suicida por el índice de audiencia, las excesivas recompensas económicas por la obtención de nuevos récords del mundo empujan a los atletas a prácticas contrarias a la ética deportiva”.

Mientras se producen avances científicos, los médicos deportivos buscan estrategias para que los nuevos fármacos no levanten sospechas al utilizarlos en los cuerpos de los atletas. La opinión pública observa como cada año mueren deportistas en los terrenos de juegos, fulminados por el rayo del infarto. Detrás de muchas de estas muertes están los equipos médicos, los complejos vitamínicos y el sobreesfuerzo al que son obligados muchos deportistas para sostener con sus goles, puntos, canastas y plusmarcas los grandes negocios.

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