LA JORNADA

¿A dónde vas Venezuela?

Pregunta de Pedro a Cristo: ¿«Quo vadis Domine»? (¿Adónde vas, Señor?) a lo que Cristo contesta: «Romam vado iterum crucifigi» («Voy hacia Roma para ser crucificado de nuevo»). Hechos de Pedro

Hace cuatro meses, un mundo al mismo tiempo consternado y solidario era testigo de la lucha heroica del pueblo de Venezuela por la restauración de la libertad y la democracia en la cuna de Simón Bolívar. Un centenar de muertos, varios centenares de presos y millares de víctimas eran testimonio elocuente de que los venezolanos no se resignaban a vivir en esclavitud. Desde todos los rincones del mundo llegaban mensajes de solidaridad con la oposición y de rechazo a la dictadura de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y el resto de los herederos de Hugo Chávez, discípulos de Fidel y cipayos de Raúl Castro.

Pero en las últimas semanas el panorama venezolano ha cambiado de manera radical. La represión se impuso sobre el heroísmo, los rifles ahogaron en sangre al patriotismo y las balas fueron más poderosas que las palabras. Los líderes opositores, incluyendo a esos tránsfugas de la MUD, se horrorizaron ante la carnicería desatada por los matarifes del chavismo y pidieron que cesaran las manifestaciones de protesta. Demostraron que son tan cobardes que no tienen siquiera el coraje de hacerse responsables de los muertos.

Yo expresé esa preocupación en un artículo que publiqué el pasado 23 de agosto donde dije: “El pueblo venezolano ya ha pagado con creces su cuota de sangre y existe el peligro de que las masas se cansen. Esa sería la prolongación indefinida de la tiranía”. Con una frase similar y lapidaria también lo advirtió ese líder genuino del pueblo venezolano que es Leopoldo López cuando dijo: “El que se cansa pierde.”

Todo indica que los venezolanos han aprendido lo que los pueblos aprendemos únicamente por amargas experiencias. Como dice el refrán, “nadie aprende por cabeza ajena”. Lo que los cubanos aprendimos hace 58 años. Que los tiranos y dictadores se burlan de los procedimientos democráticos y los utilizan para prolongar su poder absoluto sobre sus víctimas. En Venezuela se han celebrado docenas de elecciones nacionales y regionales en los últimos 20 años, la mayoría fraudulentas, que sirvieron para vestir de democracia lo que era una dictadura manejada por los titiriteros del castrismo.

Por lo que queda demostrado que participar en elecciones amañadas es colaborar con nuestros opresores. Y lo peor, que abandonar ahora las calles es renunciar a la única arma que le queda a la oposición venezolana para recuperar la libertad de su patria. Es innegable que la sangre y las lágrimas son un alto precio que se paga por la libertad; pero es el único detonador que haría explotar la bomba de una acción militar, ya sea doméstica o foránea, contra la dictadura de Maduro. La experiencia demuestra que la fuerza es la única forma de derrocar a los sátrapas. Hitler, Mussolini, Sadam Hussein, Omar Gadafi, Ladislau Ceausescu, Batista y Pérez Jimenez son los ejemplos más elocuentes.

Pero, como toda regla tiene excepciones, a los cubanos nos tocó ser la excepción que la confirma. Miles cayeron ante los paredones de fusilamiento, otros miles fueron diezmados por falta de recursos en las montañas y centenares de miles sufrieron prisión en las condiciones más deplorables. Pero nuestra fuerza fue debilitada por la traición de nuestros aliados en Bahía de Cochinos el 17 de abril de 1961 y el ignominioso pacto de John Kennedy con Nikita Kruschev durante la Crisis de los Misiles en octubre de 1962.

Estas dos victorias regaladas a la tiranía por la cobardía de Kennedy, la agresividad expansiva del entonces poderoso Imperio Soviético y el contubernio de un mundo indiferente a las tragedias ajenas dieron luz verde a los Castro para arreciar la represión y consolidar el terror sobre el pueblo cubano. Con el desbande del ejército de Batista el primero de enero de 1959, los Castro disfrutaron de la ventaja de un nuevo ejército ignorante, político e incondicional. Y en menos de dos años, las escuelas, los centros de trabajo, las iglesias y hasta los hogares fueron invadidos por los ojos y oídos de los delatores del régimen.

Ya fuera por realidad o por una paranoia generalizada , dondequiera que se reunían tres personas se presumía que una de ellas era agente del gobierno. En esas condiciones, era inconcebible ponerse de acuerdo no ya para conspirar sino hasta para convocar a una marcha contra la tiranía. La protesta multitudinaria bautizada como “El Maleconazo” en 1994 fue aplastada en unas pocas horas por las fuerzas represivas del régimen. En la actualidad, los residentes de cada cuadra de todas las ciudades de Cuba son vigilados constantemente por delatores al servicio del gobierno.

Dejo bien claro que no hago el recuento de las tragedias del pueblo cubano en estos 58 años para inspirar lastima o justificar nuestros errores que han sido muchos. Lo hago como un servicio a los hombres y mujeres de una nación por la que siento una profunda simpatía y una genuina solidaridad. Si se retiran a sus casas y le dejan las calles a estos sicarios al servicio de Castro les vaticino que les espera una suerte tan negra como la nuestra. Si no escuchan nuestra advertencia o se burlan de nuestra tragedia peor para ustedes.

La realidad es que muy pronto el capo de Diosdado Cabello habrá convertido en una mafia incondicional a todos los miembros de las fuerzas armadas de Venezuela. Muy pronto los espías venezolanos entrenados por los espías cubanos de Ramiro Valdés habrán invadido las escuelas, los centros de trabajo, las iglesias y hasta los hogares de Venezuela tal como lo hicieron en Cuba. No habrá marcha que no sea detenida con la violencia antes de salir de los barrios ni conspiración que no sea aplastada con el paredón de fusilamiento o el asesinato alevoso.

Todavía están a tiempo pero no tienen tiempo que perder. Si quieren recuperar la libertad de Venezuela, los líderes opositores que mandaron al pueblo a las casas deben mirarse en el ejemplo e imitar la conducta de Pedro en su revelador diálogo con Cristo. El discípulo huyó de Roma porque estaba aterrado ante la sangrienta persecución de los cristianos por Nerón en el año 64 d.C. pero en el camino se encuentra con Jesucristo que iba cargando una cruz.

Cuando Pedro le pregunta al Maestro: ¿«Quo vadis Domine»? (¿Adónde vas, Señor?) Cristo contesta: «Romam vado iterum crucifigi» («Voy hacia Roma para ser crucificado de nuevo»).
Pedro, avergonzado de su actitud, vuelve a Roma a continuar su ministerio, siendo posteriormente martirizado y crucificado cabeza abajo. El pueblo de Venezuela ha demostrado con su coraje estar dispuesto a ser crucificado a cambio de ser libre. Quienes pretendan ser sus líderes no pueden hacer menos si no quieren demostrar que son indignos de liderarlo.

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