La Voz de América visitó la comunidad de Cayo Rama, en el Atlántico Sur nicaragüense, para constatar el estado en que se encuentran las comunidades indígenas, las que no solo durante esta pandemia, sino que por varias décadas, han estado abandonadas por las autoridades gubernamentales. Según los habitantes, solo hay una farmacia y un médico que no está a tiempo completo
BLUEFIELDS, NICARAGUA – Alejados del bullicio de las ciudades y espantados por las noticias locales, las comunidades indígenas que habitan en el Caribe Sur de Nicaragua enfrentan el nuevo coronavirus con temor y el hermetismo de las autoridades sanitarias.
Una de ellas es la comunidad de Cayo Rama, ubicada en una pequeña isla de la ciudad de Bluefields, la cual se encuentra a unos 300 kilómetros de la capital, Managua. En este lugar habitan en su mayoría descendientes de la etnia indígena de los ramas.
Cayo Rama es el claro ejemplo del desamparo estatal que viven los indígenas en el país, según activistas consultados por la Voz de América, quienes relatan que el miedo y la falta de recursos económicos agobian a los comunitarios.
En la comunidad solo hay una farmacia que pertenece a un pequeño centro de salud público. Cuenta con un doctor que no se mantiene de forma permanente. No existen consultorios privados, ni ambulancias. La solidaridad entre ellos y los remedios caseros son su respaldo.
El reverendo Cleveland McCrea, quien es el pastor de la Iglesia Morava, confirma que persiste el temor entre los lugareños y lo atribuye a la nula información que brinda el gobierno central y la municipalidad.
En esta comunidad los indígenas son guiados por sus líderes religiosos, quienes hace tres meses decidieron declarar una autocuarentena, la cual implica la suspensión de los servicios religiosos y las actividades masivas.
“Yo como pastor de la comunidad estuve muy preocupado desde el inicio por esto. Los demás líderes no querían (…) porque decían que era mentira, pero por último tenía que tomar una decisión y no habían otras autoridades, así que tomamos nuestra propia decisión de no tener clases, ni cultos”, dice Cleveland.
El religioso rememora que cuando era niño, en la comunidad enfrentaron otras enfermedades y fenómenos naturales que impactaron a la población: “El sarampión, por ejemplo, atacaba mucho a nuestra comunidad; después de eso hubo un huracán que arrasó acá y ahora es el coronavirus. La gente tiene más miedo y preocupación por esto que por las otras situaciones que te decía”.