LA JORNADA

De Donald Trump a Donald Duck

El tigre Donald Trump perdió los colmillos y se presentó como un indefenso e inofensivo Donald Duck.

alfredo-ceperoMillones de personas en los Estados Unidos y en el mundo rompieron su rutina diaria para ver y escuchar el primer debate televisado de esta contenciosa compaña política norteamericana de 2016. Todos esperaban una confrontación intensa entre dos adversarios notorios por su agresividad, por su duplicidad y por su habilidad para manipular los hechos según sus intereses políticos. Se esperaba una batalla sin cuartel y sin prisioneros. Pero todos quedaron defraudados ante el espectáculo de un Donald Trump circunspecto, incómodo y a la defensiva. Una imagen contradictoria del hombre que a pura verborrea beligerante había pulverizado las aspiraciones presidenciales de sus 16 contendientes en las primarias republicanas. El tigre Donald Trump perdió los colmillos y se presentó como un indefenso e inofensivo Donald Duck.

Hillary por el contrario se apoderó de la iniciativa casi desde el inicio del debate. Hizo despliegue de su vasta experiencia en asuntos de gobierno en sus más de tres décadas de su convulsionada y parásita vida pública. Mantuvo la compostura, nunca alzó la voz y desplegó una sonrisa entre sardónica y sarcástica durante los 90 minutos del debate. Pero su arma más poderosa fue la sorprendente agresividad que desplegó a la hora de destacar lo que calificó como las grietas en el temperamento y hasta en la vida personal de Donald Trump. Todos esperaban una Hillary cautelosa y un Donald Trump agresivo pero resultó ser todo lo contrario. Una reversión de papeles que resultó en un evento muchas veces aburrido en que todos los disparos venían de una sola trinchera y que le dio un triunfo rotundo a Hillary Clinton.

La buena noticia para Trump es que defraudó a quienes esperaban que perdiera los estribos y se comportara como un energúmeno. Quedó como un verdadero caballero que llegó a aceptar los insultos de la maledicente señora sin corresponder con la misma saña. Para un hombre famoso por sus exabruptos y su belicosidad esto fue un verdadero triunfo. Demostró que sí tiene temperamento para ser presidente y que sabe mantener la ecuanimidad ante el ataque cuando lo aconsejan las circunstancias.

La mejor noticia para Trump es que este fue sólo el primer round de una pelea a tres asaltos. Que en 1980, Ronald Reagan perdió el primer debate contra el entonces candidato independiente John Anderson pero salió victorioso en su segundo debate, en este caso contra el presidente Jimmy Carter. Lo demás es historia conocida y contada innumerables veces. Ronald Reagan, el hombre acusado de ignorante y de guerrerista que hasta el debate con Carter estaba detrás en las encuestas, le pasó la planadora a Jimmy Carter. Lo mismo podría pasarle a Hillary Clinton con Donald Trump.

La mala noticia para Hillary es que ya gastó lo mejor de su artillería en el primer debate y que el Donald Trump del segundo no será el mismo Donald Duck inofensivo y pacífico del primero. Si algo sabemos de este hombre, y lo he dicho con anterioridad, es que le repugna perder. Vendrá empeñado en ganar y preparado para ripostar a los ataques tal como lo hizo durante las primarias. Además, en esta era de los medios sociales y de un corto ciclo de noticias de 24 horas, las victorias que perduran en la mente de quienes reciben las noticias son las últimas que se producen.

Ahora bien, sería un error que Trump atacara a Hillary en el ámbito personal porque perdería el terreno ganado como hombre moderado y arriesgaría cualquier ganancia entre las mujeres. Por eso los asesores que le aconsejaron moderación en el primer debate tienen que insistir en ella pero deben de venir con una nueva estrategia. Una versión donde exista espacio para la personalidad y el modo de operación del Trump tradicional, sin caer en los excesos que le han hecho antipático a muchos independientes y hasta a algunos republicanos.

Sugiero que lo sometan a un curso intensivo de los videos del Ronald Reagan que atacaba con voz modulada, desplegando una sonrisa amable y sin intimidar con su mirada al adversario. Algo así como el “There you go again”, la frase lapidaria con que Reagan hizo picadillo a Jimmy Carter. El millonario tiene que deshacerse de las muecas que lo exponen a ser ridiculizado como un payaso por los múltiples medios de prensa que promueven a su adversaria. Una verdadera proeza para Trump pero la estrategia más segura y el purgante que tiene que beberse si quiere llegar a la Casa Blanca porque, si pierde el segundo debate, puede despedirse de ella.

Estoy seguro de que todo esto se lo han dicho sus asesores. Gente como Rudy Giuliani y Newt Gingrich que han recorrido con éxito los caminos minados de la política norteamericana por muchos años y a todos los niveles. Se lo tienen que haber ratificado los hijos y amigos que lo rodearon después del debate con caras compungidas. Porque la derrota fue tan obvia que no pudo haber sido explicada ni ocultada. La solución es aprender de la derrota y prepararse mejor para la victoria. Porque en ese escenario intensamente iluminado y ante la mirada de millones de personas, Trump y Hillary se sentirán inmensamente solos. Nadie podrá venir en su ayuda. Ganará el que esté dispuesto a pagar el alto precio de la victoria.

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