Por Alberto Martín
¿A qué saben, por ejemplo, Las Hilanderas de Velázquez? ¿Y a qué huelen? ¿Cuál podría ser su tacto? ¿Cómo las podríamos mirar sin ver? ¿Cómo sonarían? Esta práctica cercana a lo imposible y aplicable a cualquier obra de arte se ha llevado a cabo durante cinco martes seguidos en la Facultad de Geografía e Historia. “Se trata de reflexionar sobre los límites experienciales del arte”, señala en la inauguración de las sesiones el profesor de Historia Medieval Ángel Pazos-López y secretario científico del Consorcio MUSacces, en el que participan la UCM, la Autónoma, la UNED, el Museo del Prado, la Comunidad de Madrid y la Unión Europea. Él es el coordinador de estas sesiones tituladas “El Museo del Prado a través de los cinco sentidos”. “Disfrutemos con los cinco sentidos de las obras de arte”, propone. “Dejémonos dilatar nuestro punto de vista. Reinterpretemos desde nuevas lecturas nuestra forma de acercarnos a las obra de arte”, pide a las 250 personas que han dejado pequeño el salón de actos de la Facultad para asistir a la primera experiencia sensorial, la del gusto. El profesor de Historia del Arte II Jesús Cantera y el cocinero Mateo Sierra, finalista de la II edición de MasterChef, el concurso que emite TVE, son los encargados de conducir la experiencia.
Antes de entrar en la primera experiencia sensorial, la del gusto, los profesores Ángel Pazos-López y José María Salvador, coordinador científico de MUSacces, explican que este consorcio, creado en enero de este año, busca abrir la contemplación y experimentación del arte, de los museos, en especial de El Prado, a todas las personas, a acercar las obras artísticas a quienes no pueden oír o ver o simplemente a quienes por estar cumpliendo penas de privación de libertad no pueden acercarse a contemplar las obras en primera persona. Para el decano de Geografía e Historia, Luis Enrique Otero, es una buena noticia que “desde el ámbito de las humanidades afrontemos el reto de acercar el patrimonio cultural a todos”. Para Mercedes García, delegada del rector para la Unidad de Apoyo a la Diversidad e Inclusión, este consorcio, esta iniciativa, es una muestra de una universidad “abierta” que da pasos hacia la inclusión y que se ha dado cuenta que sumar las capacidades de todos es la mejor manera de avanzar.
Y entramos en la experiencia, en el papel del gusto en el Museo del Prado y en la experimentación del arte. El profesor Jesús Cantera relata cómo en los fondos del Prado se ha tratado y contemplado el sentido del gusto. Hay obras que dedican su título al gusto. Ahí está la serie dedicada por Rubens y Jan Brueghel el Viejo a cada uno de los sentidos o la que el propio Brueghel dedicó a El gusto, el tacto y el oído. Pero si algo hay en el Prado, hasta provocar “la excitación de las papilas gustativas”, son los bodegones. Los hay de todo tipo de alimentos, animales o vegetales y algunos de increíble realismo, “a los que sólo les falta oler”. También se prodigan en las salas del Prado las obras en las que la comida, el banquete, centran la atención -Banquete de Aqueloo, de Hendrick de Clerck, muestra el profesor Cantera como ejemplo- o simplemente como acompañamiento -ahí está Cristo en casa de Marta y María, de Beuckelaers-. La escuela flamenca, según explica el profesor complutense, elevan a su mayor expresión este uso del banquete en la pintura.
Como una buena comida debe ir acompañada de un buen vino, son precisamente “los placeres del vino” otra categoría destacada por el profesor Cantera en su recorrido por los fondos del Prado relacionados con el gusto. Por supuesto, ahí están La bacanal de los andros, de Tiziano (donde el río en vez de agua lleva vino); Los borrachos, de Velázquez o El bebedor, de Goya. La charla del profesor complutense concluye alertando de los efectos dañinos que también puede comportar la comida, como ya describió El Bosco en su Mesa de los pecados capitales, en el espacio dedicado a la gula, o Rubens en su Adán y Eva.
Terminado el repaso visual, llega el momento de dar el siguiente paso. Para ello toma la palabra Mateo Sierra, cocinero de profesión y exponente del salto mediático que han dado estos profesionales en los últimos años, en su caso al participar en el televisivo concurso MasterChef. La primera parte de su exposición es también teórica y visual, aunque ya deja entrever un paso más. Habla de la nouvelle cousine y de Ferrán Adriá, como máximo representante en España, de esa nueva manera de entender la gastronomía como una actividad artística que supera a su vertiente artesanal. Habla Sierra de cómo desde siempre, desde las cuevas de Altamira, la relación del arte y de lo que se come ha sido y es constante. Así, tras pasar por el Medievo, renacimiento, barroco llega hasta el siglo XX y Andy Warhol, con sus series sobre alimentos o el arte de la cartelería que se ha desarrollado para publicitar las marcas y sus productos.
¿Qué tiene que decir el cocinero Mateo Sierra? Él prefiere cocinar. Ha aceptado el reto. Ha elegido cuatro obras del Prado y ha creado sendos platos que, a su entender, contienen la esencia de las obras que toman como referente. Así, Los borrachos de Velázquez se convierten en sopa de tomate, higos al moscatel y queso de romero. La fragua de Vulcano, también de Velázquez, es para Sierra una codorniz ahumada y agridulce, calabaza, queso y Périgord. Las hilanderas, no salimos de Velázquez, inspiran un postre de esponja de aromáticas y avellana, algodón, aguacate y chocolate. La última receta es la marcada por El jardín de las delicias, de El Bosco. El plato lo denomina, cómo no, “El jardín”, y sus ingredientes son parmentier de patata y trufa, crumble de avellana y cacao, y sobre ellas el jardín: tomates, berenjena, pimiento de padrón, ajetes y albahaca.
Sierra tiene una última sorpresa y ante el asombro de los asistentes se comienzan a repartir pequeñas raciones de cada uno de estos platos. La idea es, como explica el coordinador de las sesiones, Ángel Pazos-López, que cada semana el profesional que acompañe al experto en su acercamiento al sentido en cuestión comparta con los asistentes su propuesta. El martes 29 toca la vista.