Escrito por Andrés Kogan Valderrama
La reciente aprobación de la acusación constitucional de parte de la cámara de diputados de Chile en contra de Sebastián Piñera, luego de lo aparecido en los Pandora Papers, en donde el presidente de Chile sale mencionado por vender su parte de la minera Dominga en las Islas Vírgenes Británicas, con la condición de que no hubieran cambios regulatorios para su instalación en el país, no solo es un escándalo a nivel internacional, sino que se suma a un verdadero prontuario del primer mandatario.
Un prontuario lleno de conflictos de interés, negociados y delitos, que comienzan en 1982 con el fraude en contra del Banco de Talca, pasando luego por el caso cascadas, caso chispas, colusión Lan Cargo, caso Penta, caso SQM, triangulaciones en CHV, Forwards con Bancorp, Milicogate, sociedad en Panamá, autopréstamos para evadir impuestos, coimas en LAN, caso Exalmar, sobornos de pesqueras, entre otros (1).
Una larga lista de acciones ilícitas de parte de Sebastián Piñera, que no solo no están a la altura de un presidente de un país, sino de cualquier ciudadano honesto, como la gran mayoría, que no buscan saltarse la fila, robar o estafar a nadie, al no tener tal niveles de ambición, como si la tiene Piñera, el cual tiene una fortuna que alcanza actualmente los 2.8 mil millones de dólares.
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En consecuencia, Piñera se ha convertido en un símbolo del especulador sin escrúpulos, acaparador, magnate y abusador, dentro de un modelo económico neoliberal que favorece la concentración brutal de los ingresos y el endeudamiento extremo de las personas, el cual con la revuelta social del 2019, quedó en evidencia para los millones de personas que optaron por un cambio profundo en el país, luego de aprobar la redacción de una nueva constitución.
Por si fuera poco aquello, Sebastián Piñera mostró su peor cara para la revuelta, ya no solo por seguir enriqueciéndose, sino declarándole la guerra a todo un país movilizado en el 2019, construyendo la idea de un enemigo interno, al más estilo de las peores experiencias dictatoriales y autoritarias, en donde el toque de queda y las violaciones a los derechos humanos durante ese período, quedará como uno de los episodios más trágicos de la historia del país.
Por lo mismo, aunque parezca paradójico, la pandemia fue un salvavidas para su gobierno, luego de la primera acusación constitucional y la baja gigantesca en su aprobación como presidente, llegando al 4,6% (2), ya que le permitió desviar la atención con las políticas sanitarias implementadas y el temor de las personas por contagiarse, lo que obviamente aprovechó para instalar un toque de queda por todo el 2020 y buena parte del 2021.
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Seguramente Sebastián Piñera creerá que podrá salir de esta nueva acusación constitucional, al igual que la primera del 2019, pudiendo así terminar con su mandato, pero no debiera estar tan confiado, ya que una vez que deje de ser presidente, no le bastarán los miles de millones de dólares que tiene, ya que estará completamente solo políticamente, tanto por izquierda como por derecha.
El costo de gobernar para sí mismo, le pasará la cuenta algún día, sea en Chile o en algún otro país, como le pasó a Pinochet en Londres en 1998, solo que no tendrá a nadie quien lo defienda, a diferencia del dictador. Su figura extremadamente individualista, oportunista, torpe y sin habilidades sociales básicas, lo hacen alejarse de sectores conservadores y progresistas, ya que se le ve como un personaje no confiable, sin convicciones claras y que es capaz de vender hasta su propia madre con tal de quedar bien y salir del paso.
Una vez le preguntaron a Sebastián Piñera, que libro lo ha marcado en su vida, y nombró Momento estelares de la humanidad de Stefan Zweig, el cual muestra a distintos personajes claves de la historia (Cicerón, Handel, Tolstói, Scott, Lenin, Wilson, Vasco Nuñez de Balboa), idealizando posiblemente que él también será recordado como un gran gobernador de Chile.
Lamentablemente para Sebastián Piñera, será recordado, aunque crea lo contrario, pero no por sus aciertos, sino por su mal gobierno y caída política estrepitosa, la cual ha servido como un detonante para que todo un país se levante para exigir un trato digno y pida más y mejor democracia.