La revolución desatada por Donald Trump en el 2016 ha venido a rescatar la revolución de Ronald Reagan de 1980, traicionada por quienes le siguieron en el liderazgo del partido
Pacotilla no es una palabra que se utiliza todos los días. Por eso me fui al Diccionario de la Lengua Española para buscar las distintas acepciones que se otorgan a la misma. El significado con el cual la utilizo en este trabajo es el que se le atribuye en sentido figurado: “Ser de inferior calidad. Una cosa hecha sin esmero”. En idioma inglés, los que yo califico de ‘republicanos de pacotilla’ son descritos como “RINOs”, (Republicans in name only).
Con su política de ‘drenar el pantano’, su agresividad, su transparencia y su desenfado para enfrentar a sus críticos, Donald Trump los ha sacado de la cueva desde la cual han operado por muchos años. Una cueva donde demócratas y republicanos han hecho causa común para repartirse privilegios y prebendas, muchas veces en detrimento de los intereses de los ciudadanos que los habían elegido.
La revolución desatada por Donald Trump en el 2016 ha venido a rescatar la revolución de Ronald Reagan de 1980, traicionada por quienes le siguieron en el liderazgo del partido. En los últimos 30 años los republicanos adoptaron una agenda sobre economía, inmigración y beneficios sociales donde el estado omnipresente y benefactor asumía prioridad sobre las fuerzas de mercado y la capacidad de generar riqueza de la empresa privada.
Se llegó al punto de que resultaba muy difícil diferenciar a un demócrata de un republicano. El ejemplo más notorio fue el gasto excesivo incurrido por la administración de George W. Bush en los beneficios sobre medicamentos del programa de Medicare. Hasta su lema de “Compassionate Conservatism”, ‘conservadorismo compasivo’, mostraba su renuencia a ser considerado un hombre de derecha. Los Bush–padre, hijo y el espíritu santo de la matriarca Bárbara–son gente compasiva pero no tienen un adarme de conservadores.
Por otra parte, esa derecha despreciada e ignorada por los republicanos encontró su refugio en la agenda de un improbable candidato. Donald Trump, un hombre pragmático sin ideología definida y hasta volátil en sus posiciones políticas, carecía de credenciales conservadoras. Tampoco había mostrado grandes inclinaciones religiosas durante una vida que muchos calificarían de licenciosa.
Pero su perspicaz instinto político le indicó que había un gran segmento de la ciudadanía inconforme con la dirección del país. Su buque bandera fue la lucha contra la inmigración desenfrenada pero otros temas como el aborto, la posesión de armas y la libertad religiosa completaron una agenda que lo condujo a la victoria. El revolucionario Donald Trump se convirtió en el heredero de la Revolución de Ronald Reagan. Los que Trump ha llamado “americanos olvidados’ acudieron a las urnas en forma masiva y lo pusieron en la Casa Blanca. Con ello, les ‘aguo la fiesta’ a los republicanos de pacotilla y eso no se lo han perdonado todavía.
La campaña de descrédito contra Trump empezó desde el mismo momento que anunció su aspiración a la presidencia. El grupo de los ‘Never Trump’, liderado por Mitt Romney, lanzó contra él todo tipo de improperios. Lo acusaron de ser un ‘fraude’ y un ‘farsante’; al igual que dedicaron cantidades millonarias para descarrilar su postulación por el partido. Se discutió incluso la posibilidad de crear un tercer partido para oponerlo a Trump, lo que habría sido una garantía de victoria para el binomio gansteril de los Clinton.
Pero la lista de estos judas republicanos sería tan larga que me limitaré a señalar a los más notorios, no por su importancia política sino por la bajeza de sus motivos y la pequeñez de su carácter. Me concentraré en quienes califico de trilogía de las “meretrices políticas”: John McCain. Lindsey Graham y Jeff Flake. Primero lo que tienen en común y después sus características específicas. Los tres comparten una ansiedad enfermiza de ser aceptados por la extrema izquierda y aclamados como rebeldes a su partido por la prensa promotora de esa ideología de la envidia.
JOHN MCCAIN
Desde su fracasada campaña por la presidencia en el 2008, este señor ha demostrado una debilidad supina para enfrentarse a la izquierda. Lo prueba el hecho de haber prohibido a su compañera de boleta, Sarah Palin, que calificara a Barack Obama como un socialista solapado. Los hechos han confirmado que la Palin estaba correcta y que el ‘valiente’ del Hanoi Hilton es un cobarde a la hora de luchar en el campo de las ideas.
Pero lo peor ha sido su conducta vengativa contra Donald Trump. Cuando McCain expresó disgusto ante su postulación, Trump ripostó: “Él es un héroe de guerra porque fue capturado. A mí me gusta la gente que no se deja capturar”.
Hace sólo tres meses McCain le pasó la cuenta cuando votó en contra del proyecto de ley encaminado a derogar el Obamacare, una de las principales promesas de campaña del presidente. En el umbral de la muerte, McCain prefiere saldar cuentas personales antes que apoyar al presidente de su partido y defender los intereses del pueblo norteamericano. La medida exacta de un miserable.
JEFF FLAKE
Este sujeto afirma ser un ‘libertario’ más que un republicano, pero yo digo que es un ser estrafalario. Un personajillo con un ego tan inflado que le impide reconocer sus propias limitaciones. En su última intervención ante las butacas vacías del senado norteamericano acusó al presidente de ser más peligroso y dañino que Hitler o que Stalin. Acto seguido, consciente de que sería derrotado, retiró su aspiración a la reelección en el 2018 como senador por el estado de Arizona.
Pero. como cubano, lo que más me molesta de este ente despreciable es su defensa de la tiranía que oprime a mi patria. Desde su llegada al congreso en el año 2000, Flake ha estado defendiendo los intereses de los Castro y fundó en el año 2002 el “Cuba Working Group”. Su despedida como senador se fue a hacerla con sus amigos de La Habana, donde declaró que la tiranía no tenía responsabilidad alguna en los ataques acústicos contra diplomáticos norteamericanos. Vaticino que su próximo empleo será como analista en esa sentina de la mentira que es MSNBC.
LINDSEY GRAHAM
Este señor ha cojeado por mucho tiempo de su pierna izquierda. Si bien ha sido un halcón en política internacional, en política doméstica ha sido un simple tomeguín. En una entrevista para la CNN (Clinton News Network) Graham declaró que aceptaría de buen grado el apoyo de Caitlyn Jenner, el atleta Bruce Jenner que se cambió de sexo, y dijo que le agradaría un Partido Republicano más abierto a ideas progresistas. En el 2013, fue parte de la Banda de los Ocho, quienes redactaron un proyecto de ley sobre inmigración ofreciendo ciudadanía a millones de inmigrantes ilegales.
Todo esto explica la trampa que, unido al demócrata Dick Durbin, y al apóstata republicano Jeff Flake, le puso hace varios días al Presidente Trump, encaminada a lograr una amnistía para los miembros de DACA. Como ya sabemos, el presidente rechazó el proyecto, pero esta jugada traicionera ha complicado el proceso de aprobación de un nuevo presupuesto. Parafraseando una frase conocida, con republicanos como Lindsey Graham no necesitamos demócratas para destruir al Partido Republicano.
EN CONCLUSIÓN
No quiero terminar dando la impresión de que considero a Donald Trump un parvulito al que han atacado sin motivo. Durante su campaña por la presidencia, este gallo de pelea la emprendió contra casi todos sus adversarios. Le dijo a Jeb Bush que tenía una “baja energía’, bautizó a Marco Rubio como “el pequeño Marco”, calificó a Ted Cruz de “mentiroso” y dijo que su padre había estado implicado en la muerte de Kennedy, dijo que Mitt Romney se habría “arrodillado” si el se lo hubiera pedido y que Rand Paul no tenía derecho a participar en los debates por su escaso apoyo en las encuestas. Llegó al extremo de sugerir que la cara de Carly Fiorina era tan repulsiva que la inhabilitaba para ser presidente de los Estados Unidos.
Para cualquier otro candidato el ataque a esta dama refinada e inteligente habría sido el beso de la muerte. Pero no para Donald Trump, cuyos partidarios, como yo, no estaban buscando a un hombre de modales finos y expresiones amables, sino a alguien que derrotara a la mafia de los Clinton y devolviera al pais a quienes pagan impuestos y generan su riqueza.
Aunque Donald Trump no merezca ganar un concurso de simpatía, este es el momento de cerrar filas ante una izquierda que quiere añadir fracasos a los fracasos de Obama. Sin darle más vueltas a la noria, la realidad es que los aciertos de Donald Trump benefician a la nación y hay que ignorar sus malcriadeces por el bien del pueblo norteamericano. Los “republicanos de pacotilla” tuvieron su momento y no supieron aprovecharlo. Es hora de que se vayan a casa y dejen trabajar a los verdaderos patriotas.