Demos tiempo y espacio al verso,
o al verbo de Dios,
para que sea la estela que ilumine nuestra existencia.
I.- DETESTO
Detesto ser un prisionero del tiempo,
censuro a los que se mueren en savia,
e injertan lágrimas en vez de baladas,
para alentar el alma y abatir la muerte.
Maldigo a los que se dejan encerrar
en ellos mismos, y admiro a las gentes
que se dejan cautivar por el camino,
y que paso a paso cultivan la poesía.
Si la rosa que es rosa cohabita por mí,
y la luz se enciende cada día por ti,
es hora de pensar más en nosotros,
y en la herencia que vamos a legar.
Prosigamos la obra de ser maestros
compasivos, siempre dispuestos
a tejer auxilio en las noches sin luna,
y a tener clemencia hasta de las piedras.
II.- AÑORO
Añoro el edén en el que todo era belleza,
en el que la pureza nos ceñía por dentro,
hasta configurarnos un rostro de sosiego,
que alimentaba todas nuestras miradas.
Por eso, cuánto más atrás puedo echar
el ojo, más adelante me veo el corazón,
que un corazón que siente, transita siempre,
y recorre todo aquello que ama, la vida.
La vida, siempre ahí, sorprendiéndonos,
siempre ahí, a la espera de abrazarnos,
ahí siempre para vivirla, amando sin más,
que se ha hecho para revivirnos la pasión.
Que la ternura es la puerta de entrada
en el paraíso, la ventana que nos da aire,
y nos pone alas, para perder el miedo
a no ser amor, cuando el amor nos hace.
corcoba@telefonica.net