LA JORNADA

Debemos impedir que nuestro impulsivo Presidente comience una guerra nuclear

El Presidente Donald Trump amenazó esta semana con desatar una guerra nuclear, a apenas seis meses de haber asumido la presidencia

Trump advirtió desde su lujoso complejo de golf en Bedminster, Nueva Jersey: “Más vale que Corea del Norte no lance más amenazas a Estados Unidos, porque responderemos con fuego y furia como el mundo jamás ha visto. Corea del Norte ha utilizado un tono muy amenazante, sus declaraciones han ido más allá de lo normal. Y, como dije, nos enfrentaremos a ellos con fuego, furia y, honestamente, una fuerza que el mundo nunca antes ha visto. Gracias”.

Trump lanzó esta amenaza al responder a una pregunta sobre la noticia de que Corea del Norte había logrado fabricar ojivas nucleares en miniatura, que supuestamente podrían impactar el territorio continental de Estados Unidos. Tras la amenaza de Trump, Corea del Norte respondió advirtiendo que estaba evaluando planes para lanzar un ataque nuclear contra Guam, un territorio de Estados Unidos en el Pacífico sur que alberga importantes bases navales y de la Fuerza Aérea estadounidenses. La declaración decía además: “El ejército de la República Popular Democrática de Corea convertirá el territorio continental de Estados Unidos en el escenario de una guerra nuclear antes de que el territorio impenetrable de la República Popular de Corea se convierta en uno”.

Las palabras importan. Así empiezan las guerras

Cuando el Presidente de Estados Unidos promete “fuego y furia como el mundo jamás ha visto” debemos tomarlo en serio. El arsenal nuclear de Estados Unidos posee una capacidad letal insuperable. Las únicas bombas atómicas utilizadas en una guerra, las que Estados Unidos lanzó en Japón hace 72 años, provocaron la muerte y destrucción horrorosas de poblaciones civiles enteras. Aún hay sobrevivientes del “fuego y la furia” de aquellas primeras bombas atómicas. La amenaza bélica de Trump de esta semana coincidió con el aniversario del lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima, el 6 de agosto, y en Nagasaki, el 9 de agosto de 1945. Más de 200.000 personas murieron como consecuencia de esos ataques, ya sea al instante o como consecuencia de las quemaduras mortales o enfermedades provocadas por la radiación. Los sobrevivientes son personas muy respetadas en Japón, a las que se denomina “hibakusha”. Estas son las voces que deberían escucharse en las cadenas de noticias esta semana, para permitir reflexionar sobre el horror de las guerras nucleares.

Hace algunos años, Koji Hosokawa, un “hibakusha”, nos acompañó en una visita guiada al Parque y Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima. Hosokawa tenía 17 años el día que se lanzó la bomba. Volvió caminando a su casa en los suburbios rodeado de muerte y destrucción. Su hermana, Yoko, tenía 13 años. “El mayor dolor de mi vida es que mi hermana menor haya muerto por la bomba atómica”. Mientras caminaba junto a nosotros en el Parque Conmemorativo de Hiroshima recordó, con lágrimas en los ojos: “Antes de que lanzaran la bomba atómica había gente que vivía donde hoy está el Parque Conmemorativo de Hiroshima. Todo fue destruido. Todas las personas que estaban en esta zona murieron. Hoy el Parque Conmemorativo de Hiroshima es un hermoso parque arbolado. Plantaron árboles pequeños y después de varias décadas los árboles crecieron y hoy en día es un parque hermoso. Eso les digo siempre a los visitantes que vienen aquí. Quiero que entiendan que había gente que vivía aquí. Díganle a las personas que aquí vivía gente. La guerra vuelve loco a todo el mundo”.

Otra “hibakusha”, Setsuko Thurlow, tenía 13 años el día del ataque: “Vi un destello de luz de color blanco azulado en las ventanas. Estaba en el segundo piso de un edificio de madera, que se encontraba a un kilómetro y medio del lugar de la explosión. Tuve la sensación de estar flotando en el aire. Todos los edificios quedaron en ruinas por la explosión y comenzaron a desmoronarse. Y, obviamente, el edificio en el que yo estaba se estaba cayendo y mi cuerpo caía con él”. Setsuko perdió el conocimiento y, cuando lo recobró, sus compañeros de clase estaban pidiendo ayuda en la oscuridad: “Luego comencé a escuchar los susurros de mis compañeros de clase que estaban a mi alrededor en la misma habitación. Decían: ‘Mamá, ayúdame. Dios, ayúdame’. De pronto, escuché la voz grave de un hombre que dijo: ‘No se den por vencidos. Estoy tratando de liberarlos. No dejen de moverse, sigan empujando. …Gateen’. Eso es lo que hice en medio de la oscuridad absoluta”. Setsuko logró salir y vio la masacre provocada por el primer lanzamiento de un arma nuclear, vio cómo su ciudad fue eliminada de la faz de la tierra, mientras los cadáveres ardían en todas partes.

Las amenazas de Trump de utilizar “fuego y furia” hacen recordar a las palabras del Presidente Harry Truman, que autorizó el ataque con la bomba atómica en Japón. El 6 de agosto de 1945, después del ataque contra Hiroshima y antes del lanzamiento de la bomba sobre Nagasaki, Truman exigió a Japón que se rindiera: “Si no aceptan nuestras condiciones ahora, se encontrarán con una lluvia de ruina lanzada desde el aire como nunca jamás se ha visto en la Tierra”. Japón no se rindió hasta después del ataque sobre Nagasaki, cuando el lanzamiento de la bomba atómica dejó a la ciudad en ruinas y provocó la muerte de al menos 70.000 civiles.

El periodista de investigación Allan Nairn ha descrito a Trump como “el Presidente gatillo fácil”, en referencia a su peligrosa impulsividad. Nairn dijo en el programa Democracy Now!: “El sistema nuclear de Estados Unidos ya era peligroso, irresponsable y demencial porque muchas de las armas de Estados Unidos están siempre listas para ser disparadas. Los misiles en los silos, los misiles de los submarinos pueden ser disparados en cuestión de minutos. Ahora tenemos a un presidente que está listo para disparar”. Nairn añadió: “En tiempos más racionales, las declaraciones de Trump ayer habrían sido motivo para iniciar un juicio político en su contra”.

Corea del Norte dice que está vigilando de cerca el “discurso y el comportamiento” de Estados Unidos. Es hora de que Trump modere su discurso, deje de tuitear y nombre a diplomáticos serios, que trabajen junto con otros países, incluida China, para contribuir a lograr una paz duradera en la península de Corea.

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