Por eso, estoy convencido de que aquí está la mano sigilosa y pusilánime de quienes promueven una transición a medias donde los tiranos y sus matarifes sigan ejerciendo influencia en una Cuba futura
La semana pasada el Presidente Donald Trump pronunció un elocuente y emotivo discurso ante el exilio histórico de Miami en el emblemático Teatro Manuel Artime, de la Pequeña Habana. Vino a cumplir una promesa de campaña que hizo meses anteriores en la sede de la Brigada 2506. Ese gesto por parte de un hombre asediado por múltiples problemas externos y por el odio vitriólico de sus enemigos internos debe ser motivo de agradecimiento y yo estoy entre quienes se lo agradecen.
Después de todo, lo apoyé en la campaña presidencial contra Hillary Clinton y lo sigo apoyando en este momento. Pero no lo apoyé ni lo apoyo haciéndome la ilusión de que va a liberar a Cuba por su cuenta y sin nuestro concurso. La liberación de Cuba es la labor que reclamamos los cubanos que no aceptamos ni aceptaremos jamás, como lo han hecho los tiranos, injerencias foráneas en nuestra política nacional. Lo apoyé y lo apoyo por su defensa de la seguridad nacional de los Estados Unidos, por su lucha contra el terrorismo islámico, por su aplicación de las leyes de inmigración, por su oposición al aborto, por su política de reducción de impuestos y gobierno pequeño, por su programa de salud fuera del control del gobierno y por su defensa del derecho de las personas decentes a portar armas para defendernos de los delincuentes.
Regresando al acto de Miami, después de un atronador aplauso de un público exuberante de alegría y hasta de optimismo, el presidente se dirigió a la multitud en su característico estilo bombástico. Comenzó diciendo: “Ha nacido una nueva política. Doy por cancelado el acuerdo de Obama. No apoyaremos al monopolio militar que oprime a los cubanos”. Después fue más específico cuando dijo: “Sabemos lo que pasa ahí y no lo olvidamos. Cuba debe legalizar los partidos, permitir elecciones supervisadas, liberar los presos y entregar a los fugitivos. Mientras no haya libertad, habrá restricciones”.
Todo muy bien pero no totalmente convincente para quienes hemos sido testigos de las falsas promesas de los 11 presidentes que han precedido a Donald Trump. Ninguno de ellos o sus testaferros locales se dirigieron a los exiliados o visitaron Miami en tiempo de elecciones para elogiar a la tiranía castrista. Era el momento de hacer promesas para ganar votos y esperar que los cubanos, notorios por nuestra de mala memoria, nos olvidáramos de ellas. Pero yo me niego a olvidar y por eso lo digo con la esperanza de que todos los cubanos nos mantengamos alerta y exijamos a Trump que esta vez , este presidente, cumpla sus promesas.
Pasando una breve revista a un discurso que ha sido analizado en distintas formas según el analista, considero que, para quienes trabajamos por una solución radical y perdurable a la pesadilla cubana, hay muchos puntos problemáticos en los pronunciamientos de Trump. El presidente dijo a los congregados en el Artime que no planea romper las relaciones ni deshacer los mecanismos diplomáticos que estableció su predecesor en la Casa Blanca, Barack Obama. Y todavía más preocupante, agregó: “Nuestra esperanza es que el régimen cubano vea esto como una oportunidad para implementar las reformas que prometieron hace un par de años”. También siguió por el camino equivocado cuando, entre las regulaciones para prohibir transacciones con los servicios militares de Cuba, eximió de ellas a las aerolíneas y cruceros que llevan estadounidenses a Cuba.
Aceptar negociaciones hechas por el apaciguador Barack Obama que le regaló 150,000 millones a los clérigos iraníes para que siguieran financiado a los terroristas de Hezbollah y desarrollando su programa nuclear es un acto soberana tontería. Y Donald Trump será muchas cosas menos tonto. Todo indica que, como el presidente no lo puede hacer todo, ha delegado la cuestión cubana a otros políticos y funcionarios dentro de su círculo interno. Que esos políticos y funcionarios conceden prioridad a las opiniones y posiciones de quienes califico como “oposición domesticada” por la tiranía. Que Cuba se encuentra en una baja prioridad dentro de la agenda del presidente. Por eso, estoy convencido de que aquí está la mano sigilosa y pusilánime de quienes promueven una transición a medias donde los tiranos y sus matarifes sigan ejerciendo influencia en una Cuba futura.
Hasta el tema de las elecciones fue tratado en forma incoherente cuando Trump dijo que el proceso de normalización “no seguirá progresando hasta que haya avances democráticos como “elecciones libres” en la isla”. ¿Se refirió el presidente a unas elecciones bajo el régimen de Raúl Castro? ¿Estableció un plazo para la realización de las mismas? ¿Describió las condiciones en que ellas serían celebradas y supervisadas? Son condiciones mínimas que debieron de haber sido establecidas y que brillaron por su ausencia. Pero, ni con esas condiciones se deben de realizar elecciones, plebiscitos ni referéndums controlados por unos mentirosos y tramposos congénitos. En Cuba y Venezuela se han celebrado docenas de elecciones donde siempre han ganado los tiranos. Concurrir a ellas sería hacerles el juego y permitirles ganar el tiempo que ya no puede resistir el oprimido pueblo cubano.
Como maestro en el arte de negociar, Donald Trump debió de borrar en su totalidad la monserga firmada por Obama y abrir una cuenta nueva con la tiranía cubana. Una cuenta donde se estipulara con claridad y firmeza que Raúl Castro y sus esbirros tienen 90 días para hacer sus maletas y dejar libres al pueblo cubano. De lo contrario, los Estados Unidos utilizarían todo su poder e influencia para:
1- Exigir que la tiranía permita la entrada y salida libre del país de todos los ciudadanos cubanos.
2- Demandar la inmediata liberación de los presos políticos, el establecimiento de la libertad de prensa y un final a la represión contra manifestantes pacíficos.
3- Cerrar todo flujo de recursos financieros hacia la Isla procedentes del gobierno de los Estados Unidos, de las empresas y de los ciudadanos norteamericanos.
4- Poner fin a las remesas a la Isla de cubanos residentes en los Estados Unidos.
5- Negar acceso al mercado norteamericano a países y empresas que negocien con la tiranía cubana.
6- Reducir la contribución norteamericana a todo organismo internacional que preste asistencia técnica o financiera al régimen comunista de Cuba.
7- Negar visa a los Estados Unidos a ejecutivos de empresas de otros países que mantengan operaciones en Cuba o hagan negocios con la tiranía.
8- Y si estas medidas no funcionan, imponer un verdadero bloqueo naval y aéreo para impedir que a la Isla de Castro entren o salgan mercancías o personas mientras permanezcan los tiranos en el poder.
Unas medidas que Washington podría adoptar sin tener que contar con una corrupta comunidad internacional que se ha negado a cooperar con el embargo norteamericano y que sigue apoyando a los tiranos en todos los foros internacionales. Una agenda sin dudas ambiciosa y drástica pero necesaria para arrancar el poder a unas alimañas que siempre han dicho que se aferraran al mismo hasta el último momento de sus miserables vidas.
Con estas medidas el tiempo de la tiranía estaría contado y sería el momento de iniciar un proceso de transición hacia una Cuba en libertad y democracia. Donde una fuerza militar multinacional garantice unas elecciones honestas y transparentes bajo la supervisión de países amigos o de organismos internacionales.
Esa es la única ayuda que debemos exigir y aceptar los cubanos de honor que rendimos culto a nuestros mártires y nos llamamos discípulos de Martí, Gómez y Maceo. Lo demás lo haremos nosotros sin pedir ayuda a nadie.