Por Francisco De Palacio
Esta misma pregunta surgió hace ya unos años en una charla con un grupo de conocidos prebostes de Catalunya en la que nos contaron sus motivos para apoyar un hipotético referéndum de independencia. Escuché argumentos lingüísticos, culturales, emocionales, reivindicativos, históricos, comparativos, patrióticos… pero ¿los negocios de los autónomos serán más boyantes en una Catalunya independiente? Cuando pregunté sobre ello nadie me supo contestar.
Después de leer a unos y a otros, me parece que un porcentaje altísimo de lo que dicen los promotores del independentismo es pura filfa, con todo el cariño a la cultura e identidad catalana que conozco bastante bien después de haber trabajado 20 años para el Periódico de Catalunya. Hay muchas medias verdades y muchas medias mentiras que algunos han mezclado intencionadamente para avivar la llama de la sedición, para arrastrar a muchos catalanes gravemente afectados por una crisis económica cruel, sabiendo que con ello dejaban abierta una grave fractura social dentro de la propia Catalunya. Argumentos que sólo han pretendido distraer sobre lo que les preocupa a los autónomos, sobre las verdaderas soluciones que necesitan para crecer y generar empleo.
Y creo que, al final, sólo quede un postrero motivo para soñar con la independencia: la emoción que produce el hecho de convertirse en un estado diferente y diferenciado, con sus cosas particulares (todas muy respetables, dignas de fomentar y proteger), su idiosincrasia, su lengua y sus costumbres. Esa emotividad y ese romanticismo fue la tierra fértil donde nacieron los nacionalismos del S.XIX. Pero los nacionalismos fueron también inspiración de personajes como Hitler o Mussolini y es un movimiento que se da de tortas con la modernidad o con el internacionalismo progresista: caminamos hacia la integración de los pueblos, hacia la eliminación de barreras, hacia los mercados comunes, hacia el derrumbe de los muros y las fronteras. Y la mayoría de los nacionalismos han quedado desfasados.
Pero los autónomos no estamos para romanticismos sino para sacar nuestros negocios adelante. ¿De qué nos va a servir una Catalunya independiente, más allá de ir por la calle enseñando el nuevo pasaporte? Catalunya no se va a convertir pasado mañana en Bélgica u Holanda. Estos países cuentan con una gran influencia económica y política internacional derivada de su larga trayectoria como antiguas potencias europeas. No sirve intentar colocar a Catalunya en el ranking de la UE en función del PIB o la población. Una hipotética nueva nación independiente estaría más próxima al de Lituania o Eslovaquia.
¿Los autónomos catalanes venderán más en la nueva república? No hay argumentos objetivos a favor de esa tesis y sí muchos en contra. Sobre todo si Catalunya arranca con un bono considerado basura; con el hándicap de probables aranceles comunitarios que complicarán mucho la exportación; sin los fondos de la UE (1.500 millones de euros comprometidos hasta el 2020) ni las ayudas públicas del Estado español; con la previsible huida de algunas empresas de las que los autónomos son proveedores; con escaso atractivo para atraer inversión de fuera; con mayores trabas a la hora de comerciar con el resto de España; con el problema de la moneda; con unos presupuestos que partirán de cero y que deberán revisar contratos públicos, ayudas y subvenciones ahora en vigor… sin hablar de lo hagan las entidades financieras.
Los impuestos. Lo más lógico es que suban por más que Catalunya recupere los ingresos fiscales que algunos dicen que España les roba. Habrá que financiar el coste de la transición con una deuda exterior de 75.000 millones de euros, crear una nueva administración con sus funcionarios y financiar a pelo las infraestructuras públicas necesarias, sin las actuales sinergias con el resto de España.
¿Mejorarán las pensiones? Nadie sabe quién las va a pagar y si habrá suficiencia financiera para los años venideros. La negociación con el Gobierno sería complicada y Catalunya sola no puede hacer frente a ese gasto. Está bien eso de llenarse el corazón de amor patrio, pero cantar Els Segadors no hará crecer las ventas. Para los que esperen tener un salario público en el nuevo régimen quizá estas cosas no les preocupe. A los que viven de la política y no saben nada de pagar nóminas, seguro que no les quita el sueño lo que les suceda a los autónomos cuyos negocios pueden verse zarandeados.
A mí esto de las independencias me suena a lío de virreyes que quieren ser reyes, de visires que quieren ser califas. Apelan al corazón de la gente, al lógico amor que tienen por su tierra para ponerse ellos la corona, aunque el resultado sea crear un hábitat donde sea complicado sacar adelante un negocio. Esto último es lo que preocupa a los autónomos.