LA JORNADA

No dañemos a las mujeres

No dañemos a las mujeres
En el Imperio Romano las féminas eran propiedad de sus maridos, en el Islam tradicionalista se las debe pegar si no obedecen a los segundos y en el Cristianismo según la Biblia deben quedar sometida a los hombres.

Escrito por Xavier Paya
Desde el Neolítico ha estado normalizado causar daños a las mujeres, incluso con violencia física y sexual. De hecho, ha sido generalizada en la mayor parte de regiones del mundo y de épocas, desde el Neolítico, basada en el dogma de que la mujer es una pertenencia más de su marido, como lo puede ser un buey, una cabra, un arado o sus hijos. Incluso a veces a ido acompañado de la creencia de que se puede hacer con ella lo que quiera. Se trata de una construcción mental muy a la medida egoísta de los hombres, que tenían (y en algunos lugares todavía tienen) el poder que les otorgaba su fuerza y agresividad.

Por ejemplo, en el Imperio Romano las féminas eran propiedad de sus maridos, en el Islam tradicionalista se las debe pegar si no obedecen a los segundos y en el Cristianismo según la Biblia deben quedar sometida a los hombres.

En las culturas asiáticas ha sucedido lo mismo. Así, en el hinduismo tradicionalista se la considera alguien (o algo) al servicio de su marido y que está para complacerlo. Por ello cuando muere aquél deja de tener su razón de ser y se las quemaba vivas en la pira funeraria junto al cadáver de su esposo. En la actualidad ello está prohibido y se dan muy pocos casos, pero los conservadores reducen a las viudas a simples deshechos y las echan de sus casas, sin ningún derecho de herencia, para que vivan en la calle de limosnas.

Incluso Gandhi afirmaba que si una mujer era violada perdía su honra y por tanto le parecía bien que su familia la asesinase para salvar el honor de ésta y de su comunidad.

En China encogían los pies a muchas niñas, lo que provocaba gran dolor, roturas de huesos, infecciones, gangrenas y una drástica reducción de la movilidad, todo ello porque agradaría a sus futuros maridos. También se mataban a hijas al nacer porque eran minusvaloradas por no tener la “etiqueta adecuada”, a diferencia de los hijos.

En Japón educaban a las geishas para complacer a hombres. El nivel de cosificación de la mujer era tal que durante la Segunda Guerra Mundial secuestraron entre 200.000 y 400.000 esclavas sexuales chinas, coreanas, europeas, etc. para satisfacer las necesidades sexuales de sus 6 millones de soldados. Normalmente tenían entre 14 y 19 años, aunque algunas eran niñas que todavía no habían llegado a la pubertad. Eran violadas de 5-30 a 10-40 veces al día, lo que suponía varios millones de violaciones al día.

Vivían encarceladas en condiciones miserables. Los japoneses las denigraban, llamándolas coloquialmente “baños públicos” o “munición femenina” y oficialmente “unidades de suministros de guerra”, es decir, simples objetos de los que abusar. Los médicos también aprovechaban sus reconocimientos médicos consistentes en ver si tenían enfermedades venéreas para violarlas.

Eran sistemáticamente golpeadas y maltratadas; a veces torturadas y matadas, ya que los soldados tenían derecho a hacer todo eso si lo deseaban. Eran violadas tantas veces que al final era doloroso para su vagina y otros órganos. Las violaban incluso con infecciones y enfermas, a pesar de que les suplicaban y lloraban. Y si se negaban, las agredían.

Como mínimo murieron el 75%, parte de ellas por suicidio. Cuando lo japoneses estaban perdiendo guerra y se tuvieron que retirar mataron a muchas o las obligaron a suicidarse (usar y tirar). De las pocas que sobrevivieron muchas tuvieron traumas y buena parte se suicidaron. De las pocas que sobrevivieron a tanto horror la mayor parte quedaron infértiles

Hasta medio siglo más tarde no se disculpó el gobierno japonés y los nacionalistas siguen estando en contra esta disculpa.

Y en África ha sucedido lo mismo, donde todavía está extendida la ablación (extirpación) del clítoris de las mujeres o coserles la vagina, con el fin de mantenerlas vírgenes y castas y así constituyan un objeto sexual exclusivo de su futuro marido. De hecho, todavía afecta a más de 200 millones de mujeres y niñas de 30 países, a pesar de que este atropello realizado contra la voluntad es doloroso, pues se realiza sin anestesia. Y, además, es una operación peligrosa que deriva en problemas de salud. Cuando les cosen la vagina, con cierta frecuencia se les escapa el pipí, por lo que huelen y acaban siendo repudiadas por sus maridos y echadas a la calle.

En todos los continentes ha estado normalizado violarlas en las guerras como parte del botín de guerra y todavía sigue sucediendo. Dentro del colectivo femenino, han sido especialmente agredidas las que se salen del estricto rol asignado a ellas, como las que ejercían su libertad sexual, las que destacaban intelectualmente, los espíritus libres, las curanderas, etc., a veces acusándolas de brujas y quemándolas en la hoguera.

Fue el liberalismo surgido de la Ilustración el que ha ido limpiando gradualmente todas esas barbaries. A pesar de ello, sigue habiendo muchas agresiones contra las mujeres en todo el mundo. Según la ONU, «no existe ninguna región del mundo, ningún país ni ninguna cultura en la que se haya garantizado la libertad de las mujeres frente a la violencia».

Se estima que al menos un 30% mujeres mayores de 15 años en el mundo ha sido abusada física o sexualmente (sin contar el acoso sexual) por un hombre en algún momento de su vida. La violencia de género causa tanta muerte y mala salud en mujeres de 15 a 44 años como el cáncer y es una causa mayor de mala salud que la malaria y los accidentes de tráfico combinados.

Ello sucede especialmente en el tercer y cuarto mundo, donde en bastantes países la mayoría de mujeres siguen siendo objeto de agresión. Por ejemplo, en Bangladesh el 73,78% de ellas son víctimas de violencia doméstica por parte de sus maridos.

En cada parte del mundo destacan más determinadas formas de violencia. Por ejemplo, la relacionada con la dote es más típica de India, Bangladesh y Nepal. El lanzamiento de ácido también es propio de estos países, así como con el sudeste asiático, incluida Camboya. Los asesinatos por honor están asociados con Oriente Medio y el sur de Asia.

En cambio, el matrimonio por abducción se da en Etiopía, Asia central y el Cáucaso. Y los abusos relacionados con el pago del precio de la novia (como la violencia, la trata y el matrimonio forzado) están vinculados a partes del África subsahariana y Oceanía.

Incluso en Occidente siguen habiendo hombres que maltratan a su pareja debido a la creencia transmitida de padres a hijos de que la mujer le pertenece y está supeditada a él.

Con cierta frecuencia, la violación, la agresión sexual y la violencia doméstica no se denuncian, debido a las normas sociales, los tabúes y el estigma, ya que en determinadas culturas la “mala” sería la víctima que denuncia. En algunos países musulmanes incluso encarcelan a las mujeres que han sido violadas. Y en otros si una víctima presenta una denuncia ante la policía, ésta dice que es ella la que ha provocado. Todo ello hace que no existan datos suficientes sobre el nivel real de atropellos.

¿Qué podemos hacer para terminar con esta lacra?

  1. EDUCAR A NIÑOS y adolescentes en la ética de no hacer daño, la bondad, respeto, libertad, igualdad de derechos y justicia.
  2. DIFUNDIR DICHA CULTURA DEL RESPETO. En vez de permanecer indiferentes a noticias sobre daños a mujeres, hagamos algo: compartamos y hagamos pedagogía. Porque en el momento en que hay una suficiente masa crítica de gente concienciada es cuando hay la necesaria presión social para que los agresores se repriman y para que los políticos creen los mecanismos adecuados para evitar el abuso contra las mujeres.
  3. Abrir nuestros ojos y nuestra mente A TODO EL MUNDO y no solo a nuestro país, ya que una mujer dañada en la otra punta del mundo experimenta tanto sufrimiento como una que lo ha sido en nuestro barrio. Y, además, el número de víctimas en todo el mundo es mucho mayor que el de tan solo nuestro país.
  4. AYUDAR con donativos, tiempo, compartiendo o de otras maneras a ONGs que defiendan los derechos de las mujeres, como UN Women, los derechos humanos en general, como HRW o Amnesty International y/o al Instituto del Bienestar para difundir en todo el mundo la cultura de la bondad, de no hacer daño a nadie con la excepción de la legítima defensa.

Hagámoslo por nuestras hijas, nietas y otros seres queridos del género femenino. Y por las desconocidas de todo el mundo.

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