LA JORNADA

Hay que salvar y proteger a los ricos

Por José Carlos García Fajardo
Después de las salvajes intrusiones de los Ejércitos de la URSS en Praga y en Budapest, los comunistas de toda Europa decían: “Es que en Rusia nunca ha habido auténtico comunismo”. Ni en China ni en Cuba ni en Polonia ni en Hungría ni Alemania del Este, ni en los antiguos países miembros de la URSS.

Con el mismo cinismo, los neoliberales sostienen que en el sistema financiero capitalista no ha imperado el libre mercado porque existe “una profusa intervención por los Bancos Centrales y otras agencias regulatorias”. No existiría hoy una crisis financiera de tal magnitud si la Reserva Federal no hubiera mantenido los tipos de interés tan bajos”, escribía el economista liberal, José Feito.
¿Les habrá parecido pequeña la catástrofe que han montado las entidades financieras con sus especulaciones salvajes, el uso de paraísos fiscales y su exigencia de una desregularización del Estado para seguir amasando fortunas inconmensurables?

Ningunearon a los Estados, considerando a sus legítimos gobernantes como meros ejecutores de las políticas financieras y económicas decididas en cavernas tan poco representativas como el G8 y Rusia, y por lobbies de intereses que no reconocen ni soberanía, ni fronteras, ni límites. Se han autodestruido por su propia voracidad y pretenden privatizar los beneficios y socializar las pérdidas.

“Allá van leyes do quieren reyes”, se decía de los monarcas absolutistas. Hoy los poderes tiránicos no tienen patria ni admiten responsabilidad porque se han adueñado del sistema financiero transnacional. Ignoraron Derechos Humanos, Leyes Fundamentales y Tratados Internacionales actuando bajo la ley del más fuerte, del beneficio económico a cualquier precio y haciendo del hambre y de las guerras armas de destrucción masiva. Han especulado con guerras inventadas e invasiones de países para apoderarse de sus recursos naturales, de su fuerza de trabajo y de la imposición de condiciones inhumanas.

En los bancos del mundo libre y en paraísos fiscales se han blanqueado miles de millones del dinero del narcotráfico, de la venta de armas y del mundo criminal. Han mantenido la opacidad de cuentas bancarias que defraudaban a las Haciendas nacionales y alteraban los precios de las cosas: desde los hidrocarburos a los alimentos, desde la construcción inmobiliaria a los medicamentos, desde la contaminación del medio ambiente con sus industrias participadas y los perversos fondos especulativos.

Estos últimos tiempos han exigido que el Estado interviniera en ayuda de estos delincuentes (banqueros gánsters) inyectando fondos astronómicos a cuenta de los contribuyentes. No importa que pongan en peligro los fondos de pensiones, los programas sociales imprescindibles, la educación y la sanidad gratuitas y para todos, la vivienda asequible, la legítima ayuda a las personas dependientes y la creación de puestos de trabajo. En España la llamada “Hucha de las pensiones” pasó de 68.000 millones de euros en 2011 a apenas dieciséis mil millones en la actualidad. Si no se toman medidas, a finales de 2017 el Gobierno ya no podrá recurrir al Fondo de Reserva de la Seguridad Social para pagar la extra a los pensionistas. Las bonificaciones fiscales a la contratación, la devaluación salarial y la caída de las cotizaciones han provocado un auténtico déficit de la Seguridad Social, escribía Isabel Munera estos días.

Habían excomulgado a quienes defendían políticas sociales justas y solidarias y a quienes proponían medidas conquistadas socialmente para garantizar el Estado de Bienestar para todos.

El desplome de Wall Street fue comparable, en la esfera financiera, a lo que representó, en el ámbito geopolítico, la caída del muro de Berlín. Hemos llegado al final del proceso abierto en 1981 con la fórmula de Margaret Thatcher: “Más mercado, menos Estado. Ya no hay sociedad, sólo individuos”. Ahora para salvar a los “banksters” pretenden implantar un socialismo para los ricos y capitalismo salvaje para los pobres.

En Estados Unidos, el Congreso y el Senado aprobaron en su día un Plan de Rescate mientras la Unión Europea permanecía en una inoperancia escandalosa. China, India, los Emiratos del Golfo y Rusia siguen observando mientras tienen a buen recaudo fondos soberanos suficientes para controlar la economía de los países democráticos y desarrollados.

¿Dónde están los auténticos hombres de Estado en nuestros días? Del crack del 29 surgieron Roosevelt y Hitler, radicalmente diferentes, pero nacidos de la angustia de sus sociedades. Descubriremos liderazgos mundiales en personalidades de China, India o Brasil. Por el momento, el mundo viaja sin rumbo en un avión sin piloto y deposita su esperanza en que, el 4 de noviembre, emerja un nuevo Presidente que como, Franklin D. Roosevelt en 1930, lance un nuevo desafío basado en un neokeynesianismo que confirmará el retorno del Estado en la esfera económica. ¿Dónde están los Roosvelt, Schuman, De Gasperi, Churchill, Adenauer, De Gaulle, Dhen Xiao Ping, Kennedy, Nheru, Mandela que devuelvan la confianza a los pueblos?

La etapa más salvaje e irracional del neoliberalismo tiene que ser reemplazada por otro modelo de sociedad más justo y solidario.

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