EN BÚSQUEDA DE NUEVOS HORIZONTES
PARA UNA NICARAGUA MEJOR
Conferencia Episcopal de Nicaragua
21 de mayo de 2014
Excmo. Sr. Presidente de la República Daniel Ortega Saavedra
Estimada Sra. Rosario Murillo, Primera Dama y Coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía
1. En nombre de todos mis hermanos Obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua deseo, Señor Presidente y Señora Primera Dama, agradecerles la gentileza que han mostrado hacia nosotros, aceptando que nos encontráramos esta tarde. Como les manifestamos en la misiva en que aceptábamos este diálogo, lo único que buscamos es «compartir con sinceridad y buena voluntad nuestra preocupación común por la construcción de una Nicaragua mejor y por una sociedad más próspera y esperanzadora para todos los nicaragüenses». No nos presentamos ante ustedes movidos por ideología alguna, ni como políticos de profesión, ni como voceros de ningún grupo partidista, sino como «servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios» (1Cor 4,1).
Agradecemos igualmente a nuestro querido hermano en el episcopado el Señor Nuncio
Apostólico Mons. Fortunatus Nwachukwu, por acogernos con tanta atención y afecto en la
Nunciatura esta tarde.
2. Los aspectos que hemos elegido para presentarlos a la consideración de ustedes son: la familia, los grandes problemas sociales, los derechos humanos, la relación entre el trabajo evangelizador de la Iglesia y algunas políticas del Gobierno, ciertos aspectos problemáticos de la Costa Atlántica y, finalmente, el problema institucional del país.
I. LA FAMILIA
3. Para la Iglesia la familia es una institución de fundamental importancia. Desde nuestra fe la familia es «patrimonio de la humanidad, espacio y escuela de comunión, fuente de valores humanos y cívicos, hogar en el que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente» (Documento de Aparecida, 302). Es «la célula original de la vida social (…), primera escuela de vida en la que se transmiten y viven las verdades de la fe y los grandes valores humanos y cívicos que constituyen el fundamento de la convivencia social (Carta de la CEN, 30.12.12, n. 6).
4. Reconocemos los esfuerzos hechos por el Gobierno por manifestar en los foros internacionales el respeto a la vida del no nacido y reconocer como «matrimonio», en sentido estricto, la unión que proviene del hombre y la mujer. Sin embargo es motivo de mucha preocupación para nosotros el llamado Código de la Familia, el cual creemos que amerita ser discutido con más profundidad por los diversos sectores de la sociedad y enriquecido y liberado de posibles ambigüedades. Por parte de la comunidad eclesial, «en nuestra condición de discípulos y misioneros de Jesucristo, estamos llamados para que la familia asuma su ser y su misión en el ámbito de la sociedad y de la Iglesia» (Documento de Aparecida, 432).
5. Creemos que hay que hacer esfuerzos educativos, pastorales y legales «para superar una mentalidad machista que ignora la novedad del cristianismo, donde se reconoce y proclama la igual dignidad y responsabilidad de la mujer respecto al hombre» (Documento de
Aparecida, 453). Por eso condenamos con firmeza toda agresión y violencia realizada contra la mujer y apreciamos todo esfuerzo que se haga por superar este vergonzoso fenómeno social. No obstante el objetivo que persigue en este sentido la Ley 779, debemos reconocer que con ella no se ha logrado superar la dolorosa violencia contra la mujer en la sociedad y en la familia. Una ley que no vaya acompañada de una educación integral de las personas es siempre insuficiente. Además tenemos conocimiento de que su aplicación en algunos casos no ha sido suficientemente justa e incluso se ha llegado a convertir en un factor desintegrador de muchos hogares. Urge un programa educativo nacional con el fin de superar este problema.
6. Nos preocupa muchísimo que no se respete el derecho de las familias a su intimidad y a su libertad de conciencia. «La comunidad política debe asegurarle a los padres la libertad de tener hijos y de educarlos según sus propias convicciones morales y religiosas» (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2211). Por eso pedimos que quede suficientemente claro el límite de los llamados «gabinetes de la familia» y se evite su indebida injerencia en la vida de nuestras familias. Nos consta que en algunos casos llegan a fiscalizar la vida ajena y a inmiscuirse en la privacidad del hogar, lo cual atenta contra el Artículo 75 del código de la familia que afirma claramente la «patria potestad» de los padres. Tenemos además conocimiento de que se esteriliza a las mujeres de modo forzado en algunos centros de salud y se venden anticonceptivos abortivos. Sobre todo en la zona rural esto se ha vuelto muy recurrente. Desearíamos saber si esta es una política del Gobierno, pues es un tema gravísimo con el que se atenta a la vida y a la dignidad de las personas.
7. Desde nuestra fe consideramos grave e indebido que se esté imponiendo en algunos centros educativos la enseñanza de la llamada «ideología de género», opuesta al plan de Dios Creador y «a las diferencias dadas por la naturaleza humana» (Documento de Aparecida, 40). Al menos pediríamos que se dé igual oportunidad en las escuelas y universidades a la enseñanza de la doctrina moral católica, inspirada en la Revelación y la Doctrina de la Iglesia. Creemos además que las oportunidades en la sociedad para el hombre y la mujer deben ser iguales, discernidas solamente de acuerdo a sus cualidades personales y a su capacidad y preparación intelectual. «Se trata de armonizar, complementar y trabajar sumando esfuerzos. La mujer es corresponsable junto al hombre, por el presente y el futuro de nuestra sociedad humana» (Documento de Aparecida, 452).